cerrada tras él la puerta de la Cárcel Modelo de Valencia el 29 de septiembre de 1941, lo encontramos a principios de 1942 faenando como linotipista y corrector de pruebas en una imprenta –permitiéndose aplicar su habilidad a inventar un «sistemita» para reparar las matrices–. Y no dudó en meterse en la compraventa de carburo, valiéndose de los vales que le pasaba bajo mano la familia García Carpintero.79 En 1945 podemos constatar que ya trabaja llevando la contabilidad y correspondencia comercial en Pieles y Curtidos Figueres y Piris, un almacén situado en el número 22 de la calle Lepanto de Valencia, que suministraba la materia prima para los fabricantes de calzado.80 Comentará en una carta a su hermano José de finales de 1948 que Figueres –quien junto a Salvador Peris se turnaba en la gerencia del almacén– le ha propuesto hacerle apoderado cediéndole un diez por ciento de los beneficios:
Como no es una exageración ganar [el almacén] en doce meses cien mil pesetas, siempre puedo contar con diez mil al final de año, que pueden redondearme el sueldo. También este va a ser aumentado, bien ahora o a junio cuando me case, a 1.750 o 2.000 pesetas. De todas maneras no pienso pasar aquí mucho tiempo, como puedes suponer, pues los últimos meses (desde Agosto) se me ha abierto el horizonte (por mi voluntad) y he trabajado bastante y seguiré haciéndolo.81
Desde luego, porque Jesús Martínez es ya en ese momento un entusiasta pluriempleado. Uno de los socios financieros de la empresa era Tomás Guarinos, que había sido represaliado por republicano y masón con un par de años de cárcel y otros tantos de confinamiento en Mahón y Palma de Mallorca. Entabla con él una amistad profundizada con el tiempo (sería el padrino de su boda y de su hijo). Cuando Guarinos, en compañía de otro socio, monta un pequeño negocio dedicado a la publicidad, cuenta con él inmediatamente:
Voy a llevarles las cuentas y algo más caerá, después de salir de la Oficina. De momento no es muy remunerador (300 al mes me ha dicho D. Tomás, lo cual es un buen suplemento) pero puede ser algo más en el futuro ya que el asunto está muy bien orientado, y además para algo más que para llevar las cuentas sirvo, creo yo.82
Casi un mes después, el 20 de noviembre de 1948, Jesús Martínez ya está plenamente dedicado a su nueva actividad, que compatibiliza con su quehacer en el almacén de curtidos:
De lo que hacemos en la oficina nueva –Publicidad Crespo es el nombre– te mandaré algunas muestras que incluso pudieran serte útiles. Se trata de un tipo de reclamos que ya hemos visto en otras ocasiones y que estamos vendiendo bastante bien para estas fiestas como felicitaciones. También hacemos felicitaciones de los carteros (la oficial para Valencia) y calendarios de fútbol, etc. Ya te puedes con estos datos imaginar nuestras actividades.83
Y aunque su actividad le lleva a jornadas agotadoras que acaban a veces a las nueve de la noche, no descarta ninguna posibilidad de ampliarla. De modo que cuando un años después le comenta a José que las minas de Villar del Arzobispo están mejorando su rentabilidad, y que lamentablemente a su padre le haya cogido ya mayor para aprovecharlo, no descarta echarle una mano: «A mí no me acaba de convencer –le dice– arrear para el pueblo y pringarme de polvo. Aunque a lo mejor quién sabe, y sobre todo si se pudiera dar un cambio en la orientación».84 A esas alturas, José había calado bien la disposición de su emprendedor hermano pequeño, hasta el punto de sugerirle un posible negocio a medias. En octubre de 1948, le habla de un «asunto de la máxima seguridad y seriedad»: ante los precios que alcanzan en la época las agujas de tejer, le pide que explore, dadas sus relaciones, la posible demanda, el sistema de venta, etc., pues existe la posibilidad de importarlas de Alemania. «Ya puedes construir con estos datos un oportuno edificio intelectual», añade, demostrando conocer bien el espíritu fenicio de su hermano.85
Sin duda, la incansable dedicación al trabajo de Jesús Martínez, y muy especialmente la experiencia adquirida en el almacén de la calle Lepanto, han creando las condiciones idóneas para que se independice y acometa su primera aventura empresarial en el sector de las pieles para el calzado. Pero por entonces deseaba acabar de construir otro «edificio» no menos importante en su vida, el «sentimental». Jesús, ya lo hemos dicho, había conocido a mediados de 1945 a Carmen García Merchante, una joven muy bella, nacida el 26 de junio de 1926 en Huélamo (Cuenca), el pueblo de sus padres, un matrimonio muy humilde con quienes vivía en la plaza del Horno de San Nicolás número 1, junto a sus cuatro hermanos. Las cartas conservadas que le remite durante el periodo 1945-1946 nos dan la silueta de un inspirado y profundo enamoramiento: la vida se le revela quizá por vez primera en toda su intensidad; ve lo que le rodea con ojos nuevos y sentidos abiertos al goce de todo cuanto hay a su alrededor. Su prosa, construida siempre con un rigor de extrema claridad, se tiñe ahora de vehemente poesía: «Apenas recuerdo, Carmen, el tiempo, tan lejano ya, en que no te conocía; pretérita llanura sin amor, monótono anhelante transcurrir, que ya ni evocar puedo».86
La carta –fechada el día de la onomástica de su novia– estaba firmada con su primer nombre (Amor), que alcanza así, desde luego, un pleno y coherente significado. La delicada vena poética perduró hasta después de casados: le siguió enviando felicitaciones navideñas viviendo ya juntos y menudearon los poemas a ella dedicados. Se casaron a las 8.30 de la mañana del 4 de junio de 1949 en la parroquia de San Pedro Mártir y San Nicolás Obispo de Valencia –la popular Iglesia de San Nicolás, situada a pocos metros de casa de la novia–. El matrimonio fue oficiado por don Vicente García Parra (el sacerdote al que su padre protegió durante la guerra, con el que siempre les uniría un gran afecto) y en el certificado correspondiente figurará como «Jesús Martínez Gerricabeytia» –el Amor quedaba ya circunscrito a la familia y las antiguas amistades–. No puede ser más emotivo y entrañable el relato que hace de la jornada a su hermano José (su padrino real, aunque fuera sustituido –ante su obligada ausencia– por Tomás Guarinos):
La cosa fue bien brillante. Como verás por las fotos que te envío, yo iba vestido de negro, pero nada de smoking ni pajarita ni zarandajas de esas, que puedan parecer disfraces, y Carmen con un bonito traje blanco tan guapa como siempre. En dos coches de caballos nos dirigimos a la Iglesia de San Nicolás, que es allí cerquita, y D. Vicente, renqueante con su enfermedad, nos casó. Ya puedes suponer por qué causa. Al final nos dio «una sentida plática», que se hizo más larga que una noche de dolor de muelas, y que no acababa pese a los guiños que el padre me decía que le hizo, y a las descaradas miradas que yo dirigía del reloj a su cara. En fin, estuvo bien. La asistencia de gente fue superior a lo supuesto; no te puedes hacer idea los que había, predominando gente bien. El comentario barrieril era «es una boda de ricos».87
Boda de ricos, sí, o, por lo menos, con la presencia de 103 invitados (entre ellos «todos mis clientes y amigos zapateriles», dice). Tras la ceremonia y la obligada sesión de fotos, se ofreció un espléndido refresco en el bar La Lonja, donde los novios entraron a los compases de la marcha nupcial tocada por un pianista. Después del baile, y vestidos con ropa más cómoda, acudieron a la concurrida comida familiar en casa de Carmen, despidiéndose de los 70 comensales en pleno baile para tomar el tren de las 3.45 de la tarde a Barcelona, primer destino de su viaje de novios (y el primer viaje, por cierto, que Jesús hacía fuera de Valencia). Al llegar a la «tétrica y triste» estación de Francia –como recuerda Jesús Martínez– ante la ausencia de taxis «unos pilletes que había por allí, casi a la fuerza nos cogieron las maletas y nos hicieron subir a una especie de tartana con las ruedas sin forrar, y que nos llevaba en un traqueteo de mil demonios». El avispado recién casado, intranquilo porque los «andobas» (personas de poco fiar) se habían aposentado en el pescante, mandó parar en cuanto vio un taxi libre y así llegaron, con menos aprensión, a la Ronda de la Universidad para alojarse en el Hotel Condestable. Por el detallado programa que había dado a su hermano, sabemos que pasaron en la «soberbia y estupenda ciudad» cuatro días para trasladarse el 8 de junio a Palma de Mallorca en avión, gestionado todo ello por su amigo y proveedor Francisco Rivas Rubio.88 En Palma descansaron cinco días en el Hotel Camp de Mar, junto a una cala (se lo habían recomendado Tomás Guarinos, Juan Bautista Monfort y Piris), visitando las cuevas del Drac, Manacor, Andraitx, Formentor y la Bahía de Alcudia, para regresar el 17 de junio, en el barco Plus Ultra, a Valencia. No faltó una visita de cuatro días a Villar del Arzobispo para saludar a la familia. Y empezó a plasmar