target="_blank" rel="nofollow" href="#ulink_dde10f91-ea09-52fa-b082-bc86a1c2f492">39 Ibíd., pp. 49-50.
40 J. Casanova: «República...», pp. 140-142; O. Ruiz-Manjón: «La vida política...», pp. 108-119.
41 J. Martínez de Bedoya: Memorias..., p. 94.
42 Ibíd., p. 80.
43 P. Preston: Memorias..., p. 36.
44 J. Casanova: «República...», pp. 148-151; O. Ruiz-Manjón: «La vida política...», pp. 118-128.
45 Ibíd., pp. 153-173; véase también Santos Juliá: «El Frente Popular y la política de la República en guerra», en Santos Juliá (coord.): República y guerra en España (1931-1939), Madrid, Espasa-Calpe, 2006, pp. 129-150.
46 Alfonso Lazo: Una familia mal avenida. Falange, Iglesia y Ejército, Madrid, Síntesis, 2008, pp. 46-48; José Antonio Parejo Fernández: Las piezas perdidas de la Falange: el sur de España, Sevilla, Universidad de Sevilla, 2008, pp. 50 y 498.
47 Alfonso Lazo: Historias falangistas del sur de España. Una teoría sobre vasos comunicantes, Sevilla, Espuela de Plata, 2015, pp. 203-204.
48 Ignacio Martín Jiménez: La Guerra Civil en Valladolid (1936-1939). Amaneceres ensangrentados, Valladolid, Ámbito, 2000, p. 26.
49 José María de Areilza: A lo largo del siglo. 1909-1991, Barcelona, Planeta, 1993, pp. 70-71.
50 J. M. Thomàs: Lo que fue la Falange..., p. 60.
51 M. Tomasoni: Onésimo Redondo..., p. 282.
52 P. Preston: Palomas..., p. 37.
53 M. Tomasoni: Onésimo Redondo..., pp. 285-289; íd.: El caudillo olvidado..., pp. 133-153.
54 Ibíd., pp. 296-298; I. Martín Jiménez: La Guerra Civil en Valladolid..., pp. 27-30.
55 Ian Gibson: En busca de José Antonio, Madrid, Aguilar, 2008, p. 138.
56 J. Martínez de Bedoya: Memorias..., pp. 90-91.
57 P. Preston: Palomas..., p. 38.
58 El manifiesto era la «Carta a los Militares de España», del 4 de mayo de 1936, reproducido en S. Ellwood: Historia de Falange..., pp. 77-78.
59 J. M. Thomàs: Lo que fue la Falange..., pp. 58-62.
60 S. Ellwood: Historia de Falange..., pp. 78-79; S. G. Payne: Falange..., p. 94.
61 Onésimo Redondo, Caudillo..., p. 197; M. Tomasoni: Onésimo Redondo..., p. 299.
62 J. L. Mínguez Goyanes: Onésimo Redondo..., p. 87.
III. SER «VIUDA DE ONÉSIMO REDONDO» Y JEFA DE LA SECCIÓN FEMENINA VALLISOLETANA (JULIO DE 1936 - OCTUBRE DE 1936)
LA MUERTE DE ONÉSIMO REDONDO
El día 17 de julio de 1936 Mercedes Sanz-Bachiller cumplió 25 años; sin embargo, aquel día tenía poco que celebrar y mucho que temer porque, si bien el Ejército español destinado en Marruecos se había sublevado, las noticias que llegaban a Valladolid no eran fiables.1 Cortadas las comunicaciones con Madrid y censurada la prensa por parte del gobernador civil, crecía la expectación ante la sucesión de los acontecimientos.
El 18 de julio por la mañana, el gobernador Lavín ordenó algunas detenciones de civiles destacados entre la derecha local y, hacia mediodía, ordenó a los guardias de asalto y de seguridad que se trasladaran a Madrid. Ya por la tarde, y mientras los guardias de asalto estaban en la plaza de las Tenerías, se encontraron con el capitán Perelétegui, el cual les arengó para que desobedecieran las órdenes que habían recibido del Gobierno Civil y se unieran a la sublevación militar que se había iniciado el día anterior en Marruecos. A estos guardias se unieron falangistas y algunos oficiales del Ejército que, de esta forma, iniciaron la sublevación en Valladolid y se adelantaron a los planes del general Andrés Saliquet.2 En las horas siguientes fueron los falangistas, que desde días antes estaban concentrados en los alrededores de Valladolid, los que asumieron la iniciativa. Y ya por la noche empezaron a salir los primeros soldados hacia el cuartel de la VII División. Allí, los generales sublevados, Andrés Saliquet y Miguel Ponte, se entrevistaron con el general que estaba al mando de la División, Nicolás Molero Lobo, para que se plegara a sus órdenes y la entregara. En el transcurso de la entrevista hubo disparos, con el resultado de un muerto, Emeterio Estefanía, y varios heridos, entre los que estaba el general Molero Lobo y dos de sus ayudantes, quienes murieron en los días siguientes. Siendo medianoche, los generales golpistas salieron del cuartel de la VII División.
Apenas habían transcurrido dos horas del 19 de julio, se produjo la declaración del estado de guerra, emitida desde el Gobierno Civil. Unas horas después, el reducido número de personas que resistían en el Ayuntamiento fue rápidamente neutralizado y detenido. En la Casa del Pueblo, por el contrario, el número de personas que resistían era mucho mayor; de hecho, fueron detenidas 448 personas. Tomada la Casa del Pueblo, los sublevados se dirigieron a la sede de la CNT, donde detuvieron a sus ocupantes. A las ocho y media de la mañana de ese mismo día 19, los numerosos falangistas vallisoletanos que estaban presos en Ávila, entre los que estaba Onésimo Redondo, fueron liberados y, tras asistir a misa en la catedral abulense, llegaron a Valladolid hacia mediodía. Rápidamente, Onésimo emprendió el viaje hasta su casa y, según su esposa, «Salió únicamente deseoso de estar conmigo en el terreno físico, eso sí realmente, porque era lo lógico de una persona que estaba en la cárcel».3
Inmediatamente después, Onésimo se reunió con los