Thich Nhat Hanh

Como lograr el milagro de vivir despierto


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venían a compartir sus penas o las noticias que acababan de recibir de miembros de su familia. Antes de abrir la puerta trataba de vigilar mi respiración y relajar mi cuerpo. Mantenía en mi cara una semi sonrisa y cuando abría la puerta trataba de mantener en mi mente el pensamiento: «Déjame conseguir que esta persona se sienta bienvenida y refrescada cuando atraviese esa puerta». Pero sin la presencia de Thai y Chi Phuong a menudo olvidaba practicar estos «métodos de atención».

      Una tarde, varios días después de haber recibido la carta de mi amigo, permanecí en pie largo rato frente a la ventana de Thai contemplando en el aire de la noche el chopo que crece allí. Pensé en mi amigo y en todos los demás jóvenes forzados a llevar armas. Unas cuantas semanas antes había visto en la televisión un programa especial sobre Camboya que mostraba a hombres y muchachos matándose los unos a los otros. Sus ojos estaban todavía tan frescos como los de un ciervo joven y sus manos tan esbeltas como vástagos de bambú.

      Me sentí inundado de ansiedad cuando miré fuera de la ventana. Comencé a vigilar mi respiración. Tras unas cuantas inspiraciones y expulsiones, mi respiración se hizo lenta y tranquila. Repetí el nombre de mi amigo en silencio y miré el chopo como si estuviera mirando dentro de mi corazón. Sus hojas se agitaron ligeramente por la brisa de la noche. Una especie de paz surgió en mí. Supe que mi amigo no estaba lejos. Si miraba atentamente podía verle en las hojas suavemente agitadas por la brisa, podría verle en mi propio corazón.

      Mi preocupación no desapareció pero sentí que podía ver a mi amigo por primera vez, podía ver que él y yo éramos uno.

      A menudo hablo de tratar de ser un puente entre vietnamitas y americanos, entre orientales y occidentales, entre budistas y cristianos. Pero en el tiempo que pasé en Italia vi que un puente no es quizá la mejor imagen porque implica una separación entre las dos orillas. Mientras estuve en Italia, la separación entre las dos culturas parecía no existir. Puesto que ambas culturas alimentaban mi vida, ¿podían realmente ser dos y no una? Mediante la práctica de la atención quizá desapareciese la preocupación de pertenecer a una cultura diferente. Y más importante aún, que dejase de existir cualquier miedo a experimentar las diferencias existentes entre otras culturas o entre otras religiones. Somos libres de ser alimentados por las diferencias. De hecho, ya no hay «deferencias», hay, simplemente, otra parte de nuestra vida y de nuestra experiencia del mundo. En vez de puentes debemos ser como peces que pueden nadar de una corriente a otra con suma facilidad.

      Quizá alguno de ustedes esté familiarizado con el trabajo de la Escuela de Jóvenes del Servicio Social o SYSS (siglas de School of Youth for Social Service) de Vietnam. Los trabajadores son, en su mayoría, jóvenes budistas que han dejado una cómoda vida en la ciudad para compartir las dificultades de los campesinos y refugiados en el campo. Durante muchos años han estado tratando de mantener viva la esperanza en la gente. En una ocasión reconstruyeron un pueblo cuatro veces, tras haber sido bombardeado otras cuatro; cuando les preguntaron: «¿Por qué no se trasladan a una zona más segura o se van a la ciudad con los aldeanos para evitar las bombas?», la respuesta fue: «Estamos haciendo algo más que construir cabañas y acequias. Si abandonamos el pueblo, abandonaremos a sus habitantes. Pero si nos quedamos aquí, podremos demostrar que todavía hay esperanza». Muchos de los que lean las palabras de Thai en este libro se identificarán estrechamente con el trabajo de la SYSS, porque también ellos han estado tratando de mantener viva la esperanza en la gente. Quizá difiera la situación; desde luego la campiña vietnamita y una ciudad americana del interior difieren enormemente. Los trabajadores de la SYSS provienen de países del Este con cultura budista, en tanto que la mayoría de nosotros provenimos de una cultura occidental y cristiana. Pero nos hemos reconocido mutuamente. Cuando Thai Nhat Hanh comenzó a escribir esta carta sobre la atención mental a los trabajadores de la SYSS me dijo: «Tienes que traducirla al inglés y escribir una introducción. Se la daremos a los amigos que están realizando un trabajo como el de la SYSS en los Estados Unidos, como por ejemplo los Trabajadores Católicos». Yo sé que no es necesario escribir un prólogo que traslade a un contexto cristiano americano las palabras de Thai, que viene de un contexto budista vietnamita. La forma de expresión es a menudo distinta, pero sé que de todos modos la comprenderán. Por ejemplo, cuando Thai dice que la media sonrisa es la sonrisa que vemos en la cara de los budas, muchos de nosotros podemos pensar en esas semisonrisas que hemos visto en las caras de las vírgenes y de los cristos. Quién sonríe no importa, la sonrisa está ahí. Lo que pueden encontrar diferente es lo que Thai dice de sonreír así nosotros mismos. Deja todo de lado excepto tu propia respiración y entonces deja que surja la media sonrisa.

      Al ir traduciendo las palabras de Thai, he sentido la presencia de varios amigos. Un grupo de ellos es una comunidad de jóvenes budistas tailandeses que han comenzado el tipo de trabajo que los trabajadores de la SYSS realizan en Vietnam. Ayer me llegó una carta de uno de sus miembros llamado Wisit. Cuando Thai y Chi Phuong llegaron a casa desde Tailandia, me hablaron de Wisit y sus amigos.

      El traducir las palabras de Thai me ha ayudado a practicar la atención mental y el saber que esta carta la he traducido también para Wisit y sus amigos me ha ayudado a hacerlo con más cuidado. He tratado de considerar mi traducción como una forma de estar con nuestros amigos de Tailandia, lo que significa que lo he hecho no para acabar la traducción y enviársela, sino que lo he hecho para vivir y preservar un camino con ellos. Y puesto que todos vosotros, amigos, habéis estado conmigo mientras yo traducía, si os miráis íntimamente mientras leéis las palabras de Thai, creo que podréis veros y reconoceros los unos a los otros. Si podemos descubrir y aplicar los métodos de la atención mental, tanto si vivimos en Vietnam, Sri Lanka, Tailandia, Holanda, Francia o América, creo que podremos vernos los unos a los otros en cada acción que emprendemos. Quizá lleguemos todos a ser puentes tendidos de uno a otro (¡o peces que nadan juntos!). Y cualquier cosa que hagamos para preservar la vida, ya sea en la campiña vietnamita o en una ciudad interior americana, nos estaremos ayudando los unos a los otros. Nos encontraremos en el puente de nuestro servicio y compartiremos la comunidad comunal.

      Si no practicamos la atención mental, podremos continuar nuestro trabajo pero crecerá cada vez con más dificultad y aparentemente más y más invisible en este mundo presente en el que la violencia de los conflictos partidistas estallan en todas partes. Dejemos de ser invisibles. Si no practicamos la atención mental no seremos capaces de vernos y ayudarnos los unos a los otros a través de las grandes extensiones de mar y tierra. No podremos compartir las humildes comidas (coco y repollo) con los demás de corazón. Si no podemos vernos, si no podemos aunar nuestro trabajo a favor de la familia humana, ¿podrá alguna de las semillas que sembramos dar fruto?

      Mobi Quynh Hoa

      (Traductor de la obra al inglés)

      Tener mucho más tiempo

      Querido Quang: ayer vino a verme Steve con su hijo Tony. Tony está creciendo a toda velocidad. Ya tiene casi siete años y habla francés e inglés.

      Le di varios libros de dibujos para niños pero apenas les echó un vistazo antes de apartarlos bruscamente e interrumpir nuestra conversación otra vez. Exige atención constante de los adultos.

      Luego Tony se puso la chaqueta y salió a jugar con el niño de un vecino. Entonces Steve dijo: «Acabo de descubrir la forma de tener mucho más tiempo». Le pregunté cómo y respondió: «Antes solía ver mi tiempo como si estuviera fraccionado. Una parte la reservaba para Tony, le ayudaba con los deberes, le leía cuentos o le bañaba. Otra parte era para Ann, ayudándole con Zoe, haciéndole la compra, llevando la ropa a la lavandería y hablando con ella cuando los niños ya estaban en la cama; todavía veo a Ann y a Zoe como una sola persona porque el aliento de Zoe es el aliento de Ann y si una de ellas dejara de respirar, la otra también lo haría.

      El