ahora intento no volver a fraccionar el tiempo nunca más; considero el tiempo que paso con Tony y Ann como el mío propio. Cuando ayudo a Tony con sus deberes procuro desechar el pensamiento de que este es el rato que le reservo a Tony y luego tendré un rato para mí. Trato de buscar formas de ver su tiempo como el mío propio. Sigo las lecciones con él, compartiendo su presencia y encontrando la manera de interesarme en lo que hacemos durante ese tiempo. De esta manera el rato para él es mi propio tiempo. Lo mismo con Ann. Y lo más notable es que ahora tengo tiempo ilimitado para mí».
Steve sonreía mientras hablaba. Yo estaba sorprendido pues sabía que Steve no había aprendido eso con la lectura de unos cuantos libros; era algo que él mismo había descubierto en la rutina de su vida.
Durante los últimos meses he estado estudiando el Sutra de la atención mental con un pequeño grupo los sábados por la tarde. Después de explicarles una sección, los jóvenes del grupo preguntaban la forma de aplicar los principios de los que se habla en el Sutra a su vida diaria. Hemos considerado el uso del tiempo. Aunque Steve, que no habla vietnamita, nunca ha acudido a una de estas sesiones, ha descubierto a través de sí mismo la comprensión que los chicos del grupo han descubierto estudiando el Sutra.
El sábado pasado conté al grupo de meditación lo que Steve me había contado. Uno de los muchachos dijo: «Steve ha descubierto el principio, pero ¿cómo sabemos que ha encontrado también el método?». Le respondí: «Si se es capaz de encontrar el principio, se es también capaz de encontrar el método». Si Steve sabe cómo compartir realmente la presencia de Tony e interesarse en las lecciones de Tony, ya ha encontrado cómo aplicar sus propios métodos. El Sutra de la atención mental ciertamente que no es la única fuente que pueden ofrecernos los métodos. Aunque Steve ha estudiado budismo y lee sánscrito, no es budista. Pero no es la gente que dice ser budista la única que comprende los métodos del budismo.
Una de las chicas del grupo dijo: «Creo que deberíamos invitar a Steve a una de nuestras sesiones para que comparta con nosotros alguna de sus experiencias. Quizá podamos aprender algo de él». Pienso que ella ha aprendido algo importante: que un budista puede fácilmente aprender de la experiencia de un no budista y lo que es más importante, que se puede aprender mucho sobre budismo a través de quienes no son budistas. Recuerdo una frase que se repite a menudo en la tradición Mahayana: «Los métodos del budismo son los métodos de la vida». Y podríamos añadir: «Los métodos del Sutra de la atención mental tienen algo en común con el despertar de Steve».
Si lo deseara, Steve podría también aplicar los métodos que se enseñan en el Sutra de la atención mental. Probablemente los métodos propios que Steve ha encontrado no sean todavía suficientes para permitirle alcanzar totalmente su meta.
Estoy seguro de que a nuestros trabajadores en la Escuela de Jóvenes del Servicio Social les gustaría saber también hasta qué punto los métodos de Steve han podido enriquecerle. Sé que no hay un solo trabajador que no piense que el tiempo para sí mismo es demasiado escaso. Yo también soy un trabajador, como lo eres tú, Quang, y sé que a ambos nos gustaría saber cómo ha conseguido Steve su «tiempo ilimitado». Pero, ¿ha conseguido realmente ese «tiempo ilimitado» o acaba justo de ver el principio?
Fregando los platos para fregar los platos
En Estados Unidos tengo un amigo íntimo llamado Jim Forest. El invierno pasado vino a visitarme. Yo siempre friego los platos después de cenar, antes de sentarme a tomar un té con cualquier persona. Una noche me preguntó Jim si podía fregar él, y le dije: «Hazlo, pero si vas a fregar los platos debes saber cómo hacerlo». Jim contestó: «Vamos, Thai, ¿crees que no sé fregar platos?». Le respondí: «Hay dos formas de fregar los platos. La primera es fregar para tener platos limpios y la segunda es fregar los platos para fregar los platos». Jim estaba encantado y dijo: «Elijo la segunda forma: fregar los platos para fregar los platos». Desde entonces Jim supo cómo había que fregar platos, y le transferí la «responsabilidad» durante una semana. Después hizo una enorme propaganda acerca del fregar los platos para fregar los platos e incluso publicó la frase en varios periódicos. En casa lo mencionó tantas veces que un día Laura le dijo: «Si realmente te gusta tanto fregar los platos para fregar los platos, hay un armario lleno de platos limpios en la cocina, ¿por qué no vas y los friegas?».
Hace treinta años, cuando yo era todavía un novicio en la pagoda de Tu Hieu, fregar los platos era una tarea muy poco agradable. Durante la Estación de Retiro, cuando todos los monjes volvían al monasterio, dos novicios tenían que hacer la comida y fregar, a veces, para más de cien monjes. No había jabón. Solo teníamos cenizas, cascarillas de arroz y cáscaras de coco, eso era todo. Lavar tan enorme pila de boles era una tarea ingrata, especialmente en invierno cuando el agua estaba helada. Entonces tenías que calentar un gran balde de agua antes de poder restregarlos. Hoy día se tiene una cocina equipada con jabón líquido, estropajos especiales e incluso agua corriente caliente que lo hacen todo más agradable. Hoy es más fácil disfrutar fregando. Cualquiera puede hacerlo a toda velocidad para sentarse luego a disfrutar una taza de té. Incluso conozco a un montón de personas que quieren un lavaplatos; Quang, puedo comprender una lavadora, aunque siempre lavo mi ropa a mano, pero un lavaplatos ¡es ir demasiado lejos! ¡Cielos! ¿cómo puede nadie ser tan perezoso?
Según el Sutra de la atención mental, mientras se friegan los platos uno debe estar solamente fregando los platos, lo cual quiere decir completamente atento al hecho de que se está fregando. A primera vista puede parecer un poco tonto: ¿por qué poner tanta preocupación en algo tan simple? Pero ese es precisamente el asunto, Quang. El hecho de que yo esté aquí lavando los boles es una realidad maravillosa. Estoy siendo totalmente yo mismo, siguiendo mi respiración, consciente de mi presencia y consciente de mis pensamientos y acciones. No hay forma de ser zarandeado estúpidamente como una botella llevada de aquí para allá por las olas. La consciencia no puede ser dispersada como la espuma en la cresta de las olas cuando se estrellan contra el acantilado. Si mientras lavamos los platos solamente estamos pensando en la taza de té que nos aguarda o en cualquier cosa que pertenezca al futuro, nos estamos apresurando a quitarnos los platos de encima como si fueran una molestia, entonces no estamos «fregando los platos para fregar los platos», y lo que es más, no estamos vivos durante el tiempo que tardamos en hacerlo. De hecho, somos completamente incapaces de apreciar el milagro de la vida mientras permanecemos ante la pila. Si no podemos fregar los platos, tampoco podremos disfrutar nuestra taza de té; mientras nos la bebemos estaremos pensado en otras cosas, apenas despiertos al hecho de la taza de té que tenemos entre las manos. De ese modo estaremos absortos en el futuro y lo que eso significa realmente es que seremos incapaces de vivir un solo momento de nuestra vida.
Encontrar tiempo para practicar la atención mental
Hace más de treinta años, cuando ingresé en el monasterio, los monjes me entregaron un librito llamado La disciplina esencial para el uso cotidiano, escrito por el monje budista Doc The de la pagoda de Bao Son y me recomendaron aprenderlo de memoria. Era un libro delgado, no debía de tener más de cuarenta páginas, pero contenía todos los pensamientos con los que Doc The acostumbraba a despertar su mente mientras realizaba cualquier tarea. Por ejemplo, al levantarse por la mañana su primer pensamiento era: «Acabo de despertarme, espero que todas las personas alcancen un gran conocimiento y vean claramente en las diez direcciones». Cuando se lavaba las manos, usaba este pensamiento para situarse a sí mismo en la atención mental: «lavando mis manos, espero que cada persona tenga las manos limpias para recibir la realidad». El libro se componía solo de frases como estas; su finalidad era ayudar al principiante a sostener su propia consciencia. El maestro zen Doc The nos ayudaba a todos los jóvenes novicios a practicar, de una forma relativamente fácil, aquellas cosas que se enseñan en el Sutra de la atención mental. Cada vez que te vestías, fregabas los platos, ibas al cuarto de baño, doblabas la esterilla, llevabas cubos de agua, te cepillabas los dientes, etc., podías usar uno de los pensamientos del libro para mantener atenta la consciencia de ti mismo.
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