o el miedo a una pérdida, una muerte, o simplemente el miedo a no ser aceptado por tu entorno vital. Las reacciones instintivas tienen un tinte más denso, más terrenal, más ancestral o primitivo. Una emoción es más sutil que un instinto vital.
Richard Davidson en su obra ‘El perfil emocional de tu cerebro’ (Ed. Destino, 2012), nos explica ese aspecto único y especial de la complejidad psicológica de cada uno, definiéndolo así: Del mismo modo que cada uno de nosotros tiene una huella dactilar única, también cada persona posee una forma personal y exclusiva de sentir y reaccionar a cuanto le ocurre, un perfil emocional individualizado que forma parte de lo que somos y nos diferencia de los demás. Un perfil constituido por el modo en que nos enfrentamos a la adversidad, la actitud frente a la que encaramos la vida, la intuición social, la autoconciencia, la sensibilidad al contexto y la atención hacia lo que realizamos. Un perfil que nos hace quienes somos’. Conocer esta particularidad personal, nuestra huella dactilar psicológica, hoy se hace imprescindible tanto a nivel personal, como profesional, como en el plano anímico y evolutivo. Al mismo tiempo este auto-conocimiento y auto-educación nos proporciona una tremenda paz interior.
Poder percibir y observar lo que sentimos por dentro es muy tranquilizador, muy reparador. Tan solo el hecho de poder percibirlo, ya calma. Es decir, si uno está movido, pero en realidad no sabe lo que está sintiendo, ni qué le ha provocado aquella emoción, o qué instinto se ha activado en él… si uno no sabe lo que siente, pues se queda en un estado de perturbación muy patológico. No se puede procesar algo que no se percibe bien, algo que no se distingue ni se identifica. Saber explorar tus emociones es un paso evolutivo muy importante, y saber expresarlas solo se dará si antes se ha observado e identificado. Por tanto hoy es de extrema necesidad educar nuestra sensibilidad para ver y reconocer una emoción, en lugar de negarla, ignorarla o reprimirla, algo que desgraciadamente también tenemos muy entrenado socialmente.
Aprender a percibir y a identificar bien cada emoción, cada reacción instintiva, o cada sentimiento, es básico para la educación y maduración psicológica y anímica. Básicamente por una razón de mucho peso: justo cuando identificamos una emoción… se desvanece o se aclara. Cada reacción emocional, al comprenderla, se va aclarando su significado y su valor, se va diluyendo la confusión y es entonces cuando podemos percibir que algo por dentro ‘se ordena’, y se siente que algo importante se armoniza en el interior de tu ser.
Rafael Bisquerra nos comenta algo muy sintético respecto a las distintas funciones de las emociones en nuestra vida, cuando expresa en su obra ‘Educación Emocional y Bienestar’: ‘Las emociones tienen efectos sobre otros procesos mentales. Cuando la información es incompleta para tomar decisiones, entonces las emociones pueden jugar un papel decisivo. Las emociones pueden afectar a la percepción, atención, memoria, razonamiento, creatividad y otras facultades. Así pues las emociones tienen una función motivadora, adaptativa, informativa y social’. La consecuencia de observar toda esa información que nos proporciona cada emoción, agradable o desagradable, significa y conlleva salir de la ignorancia psico-emocional y entrar en una nueva etapa de más coherencia, cordura y sabiduría.
El efecto espejo del entorno
Un espejo, cualquier espejo, no es nada más que un cristal cubierto o tintado por detrás de tal forma que, por la otra cara, refleja fielmente lo que hay enfrente. Reflejar es ‘devolver’ la imagen, representarla tal cual es. El famoso ‘efecto espejo’ dentro del mundo de la psicología se refiere a esto. Cualquier cosa, persona o hecho que tenemos ante nosotros, nos devuelve una imagen de algo que tenemos dentro. Si fuera un accidente o una catástrofe, aquel hecho representa también algo caótico dentro tuyo; si no, no estarías allí, en el lugar de los hechos. Pero si es algo precioso y placentero, un paisaje maravilloso por ejemplo, o una persona excelente, también aquello refleja algo maravilloso que tienes dentro de ti, reconocido o no, pero el espejo te lo ha mostrado.
Entre los seres humanos, en nuestra convivencia cotidiana, todos y cada uno de nosotros hacemos de espejo de los demás. Cuando viene un paciente a mi consulta, lo que relata, cualquier cosa que él diga, que sienta o que sufra, me devuelve una imagen de cosas que hay en mi interior (tal vez ya trabajadas, o tal vez pendientes aún de sanar o transformar en mi). Eso ocurre siempre; los terapeutas también recibimos terapia o sanación cuando trabajamos, porque nos vienen espejos a reflejarnos. Pero, sea lo que sea lo que diga o haga en la terapia, yo soy también un espejo para ella, espejo reflector de lo que ella también tiene potencialmente en su Ser. Yo le reflejo valores, soluciones o matices, que mi paciente posee dentro de sí, y él me refleja cosas a mí con su carácter, sus problemas, dudas, etc. A veces se trata de valores por descubrir aún, o por moldear; y muchas veces son cosas que él o ella ya sabía pero que había olvidado o desactivado; y el efecto espejo que yo le hago (inconscientemente) se lo muestra. Aunque no olvidemos que el espejo que yo le hago a ella (sin quererlo ni pretenderlo) es mi propia presencia o alma que emana aquello y se lo muestra. Es un juego de potencialidades. Mi potencial se le muestra a ella, y su potencial se me revela a mí; son dos espejos enfrentados, que aprenden mutuamente.
Todas y cada una de nuestras relaciones (pareja, amigos, trabajo, ancestros, transeúntes, hijos, etc.) tienen ese poder de recordarnos algunas partes nuestras, activas o desactivas, presentes u olvidadas, creativas o rutinarias, sanas o enfermas; pero son partes de nuestra esencia y potencialidad. En el fondo ese fenómeno no es solo psicología, es pura espiritualidad, ya que se refiere realmente a que ‘Somos Uno’, un importante principio metafísico y espiritual. Nos ayuda a entender que estamos en red, que hay un hilo común entre todos nosotros, que somos hermanos y procedentes de la misma fuente, y que todos los seres humanos tenemos una amplia miríada de múltiples posibilidades y de realidades, de potenciales y talentos.
Por ejemplo, si tu ves o hablas con una persona con un trastorno psicótico, y justo está en medio de una crisis diciendo cosas incoherentes, lo más fácil es pensar que ‘aquello’ nada tiene que ver conmigo. Nos decimos ¡no puede ser que el psicótico me haga de espejo de algo que también está en mi, y pensamos algo así como: yo no soy psicótica! Si este personaje está roto por dentro, es contradictorio o ambivalente, viviendo dos realidades al mismo tiempo…. ¿seguro que no te refleja algo de ti? ¿tu corazón nunca te ha dicho algo, pero tu razón te dice exactamente lo contrario? El espejo te muestra cierto grado de contradicción o rompimiento interno tuyo, aunque no se manifieste de la misma manera, eso está claro. De hecho solo te refleja el título del tema pendiente, no la película entera.
Otra cosa es el ‘cómo’ lo expresa el paciente, y qué grado de psicosis o problema tiene; pero lo que es seguro es que algo de su división interior también está en ti. Si no fuera así, no estaría delante, ni siquiera os habríais cruzado en el camino. La completa coherencia es muy difícil de asumir en cada acto, palabra o pensamiento que tengamos, así que todos tenemos contradicciones; y es interesante reconocerlas también. En este caso, la Red o la inteligencia del Universo (antes se llamaba Dios…) te pone por delante un espejo para poder ver tu aspecto contradictorio, ambivalente o quizá también psicótico.
Otro ejemplo: te cruzas, ves o hablas con alguien muy informal, muy bohemio, muy librepensador, muy desapegado… Posiblemente te está reflejando (aunque él no lo sepa, naturalmente) tu propio exceso de formalismo, tu apego a las leyes pre-establecidas, tu falta de criterio propio, tus miedos, o tu falta de naturalidad y espontaneidad. Pero en ese cruzarse del camino, tú también le estás reflejando a él una falta de ‘orden’ en su proceso, falta de estabilidad, de estructura o de formalismo que tal vez le haga falta a su vida bohemia, y él ahora necesita verlo reflejado en ti; por eso os cruzasteis.
Solo se trata de tener en cuenta este fenómeno del ‘reflejo’ en todo momento. De saber emplear ese mecanismo psicosocial, esa trama, esa gran red de interconexión, una trama energética y anímica que tiene muchas funciones. Una de las funciones más importantes de esa red de conexión unificadora es la de ‘ayudarnos’ a crecer, de posibilitar el conocernos, de educarnos, nos ayuda a transformarnos en mejor persona, a trascendernos a nosotros mismos. Somos espejos. Pero no lo sabemos. O quizá si que lo sabemos, porque lo hemos leído mil veces, pero es un concepto que tal vez está en ‘modo teoría’ y no lo practicamos a consciencia.
Sugiero que observemos, y nos entrenemos a emplear,