Vivimos de las aportaciones energéticas de los demás.
Cuando perdemos nuestra fuente principal de energía, entonces incluso levantar una mano puede costar. La rabia mueve mucha energía. Si pudiéramos darle un color lo pintaríamos de rojo, y el rojo es el color más vitalizante. ¿Estoy diciendo que la rabia nos vitaliza? Si, y normalmente en momentos en que estamos tan desvitalizados que incluso se convierte en el medio que nos va a devolver nuestras ganas de vivir, ya que nos desvela batallas internas que tenemos que librar, para poder estar tranquilos con nuestra tristeza.
Entonces podríamos decir “Gracias rabia”. Si, gracias porque nos arranca de cuajo de la resignación. Por supuesto que no es de héroes resignarse, pero si lo es rebelarse, luchar, esforzarse...
¿Qué hacer entonces cuando nos pidan resignación? Rebelarnos, porque tenemos que vivir todas las emociones que necesitan vivirse, y tenemos que sobrevivir el dolor y convertir su llanto desgarrador en llanto purificador: Ese llanto que podrá regar el vacío inmenso que se ha convertido en nuestro centro, para vitalizarlo, lentamente, poco a poco, hasta que podamos convertir nuestro gran vacío en el gran encuentro con nosotros mismos. Encuentro que nos espera en algún momento en este camino de héroes que es el duelo.
¿POR QUÉ?
La muerte de un ser querido, va mucho más allá de los golpes normales que la vida nos trae y nos sumerge en una de las situaciones más dolorosas y devastadoras que podemos encontrar. Es posiblemente, la más dura que hemos experimentado jamás. En este estado preguntarnos, una y otra vez por qué, no sólo es natural sino necesario. Estamos viviendo una magna tragedia y necesitamos explicaciones. Entonces lanzamos la pregunta ¿por qué? ¿por qué a mí?, sin saber a quien y exigimos razones. Pero no existen. Por mucho que queramos encontrarlas no hay nada que podamos haber hecho que pueda justificar semejante sentencia.
¿Qué hacemos entonces? ¿Seguimos añadiendo más sufrimiento allí donde no parecer caber más o nos damos cuenta que no se trata de un castigo? Nadie nos está castigando. Pero ¿qué está pasando? Estamos en una vorágine de dolor, tristeza, sufrimiento y la vida parece zarandearnos, para nuestro mayor desespero, porque no logramos ver la razón.
La pregunta ¿por qué? nos machaca con la imposibilidad de respuesta y muchas veces nos lleva a un desprecio de nuestro entorno. Incluso da por hecho que los acontecimientos que nos proporcionan felicidad, son efímeras y nos llevan a consiguientes tragedias que nos harán sufrir aún más.
Muchas veces preguntar ¿por qué? nos catapulta directos a más sufrimiento ya que cuando empezamos a verlo todo con ojos de por qué, podemos incluso exigir que nos justifiquen el estar vivos de algunos de los que nos rodean.
Esta es la reacción temprana de haber sido despojados de lo que más valorábamos. Pero precisamente cuando se trata de la pérdida de lo más valioso que teníamos y las razones tienen una importancia vital, las preguntas tendrán que ser otras. Entonces las respuestas nos podrán proporcionar ese descanso tan esperado, que parece faltar en los primeros momentos del duelo.
Pero, esto viene después, después del sufrimiento, después de que los vientos gélidos nos hayan curtido para resistir más. Después de llorar todo lo necesario y habernos ganado ese respiro que viene con las brisas suaves de la primavera. ¿Sólo entonces nos podremos preguntar “¿para qué?”
¿DE CUÁNTAS COSAS NOS CULPAMOS?
¿De cuantas cosas os estáis arrepintiendo? ¿Cuántas hubieseis hecho de otra manera? ¿Cuántas no hicisteis o dijisteis? ¿Qué tiene que ver todo esto con vuestra pérdida? Con la pérdida quizá no, pero con vuestras culpabilidades sí. No quiero generalizar, porque posiblemente, no todos os vais a sentir culpables. Y si es así, os pido que no empecéis ahora, ya que muchas veces no es más que otro dolor añadido o IDA. Pagamos la ida de nuestro ser querido con IDA (Impuesto de Dolor Añadido), no lo hagamos.
Primero quiero hablaros de la responsabilidad llevada a grados imposibles que genera culpabilidades. La responsabilidad tiene que ver con nuestra capacidad para responder. Esto significa, que en cuanto más capacidad o recursos, más responsables podemos ser. Esta capacidad va creciendo con nosotros, de tal forma que hoy somos más capaces o responsables que ayer.
Si tenemos muy en cuenta esto, podemos dejar de exigirnos actuaciones imposibles, en situaciones que ya han pasado y que no se pueden medir una vez pasadas. Esta exigencia exagerada e injusta es la que genera culpabilidad.
Normalmente respondemos cómo respondemos, porque en ese momento, es la respuesta más adecuada que tenemos o que las circunstancias nos están permitiendo. Muchas veces un contratiempo las prisas, el propio cansancio, incluso una cosa que parece poco importante come el hambre, puede trastocar nuestra capacidad de respuesta, y en ese momento, no estaremos a la altura de nuestras capacidades. Más tarde cuando revivimos la situación, excluimos los factores que pueden haber influido negativamente en nuestra acción o actitud o negligencia y sólo nos concentramos en nuestra falta.
Yo creo y estoy segura que estáis de acuerdo conmigo, que cada uno de nosotros intenta vivir su vida de la mejor forma que sabe y que puede en cada momento. Yo no creo que nadie haga las cosas deliberadamente mal o deje de hacerlas, conociendo las consecuencias que eso pueda generar.
Si sabemos esto ¿por qué nos seguimos culpando? Porque siempre juzgamos lo que hicimos en el pasado con nuestra consciencia de hoy.
La muerte de un ser querido nos proporciona una crecida de consciencia más allá de lo que podemos imaginar. De la noche a la mañana nuestra perspectiva cambia y sentimos emociones que antes no sentíamos, tenemos respuestas que antes no teníamos, nos damos cuenta de cosas que antes no veíamos y nos mueven y conmueven situaciones que ni podíamos imaginar existían. La muerte de nuestro ser querido, ha cambiado la forma en el que nos estamos relacionando. Es normal y muy humano. Y de pronto aparecen otras formas de hacer mejores, más cariñosas, más teniendo en cuenta a la otra persona.
Entonces ponemos en juicio todas nuestras acciones pasadas como si fuéramos el juez más implacable y vamos más allá de la capacidad de respuesta que teníamos en el momento que actuamos.
Pasar por lo que hemos pasado nos ha hecho más sabios y no es de sabios juzgar sino comprender, no es de sabios poder con todo sino saber hasta donde podemos llegar, para no intentar abarcarlo todo, como también es de sabios saber hasta dónde podemos exigirnos. Cuando intentamos comprendernos, la mayoría de las veces descubriremos que hicimos todo lo que en aquel momento humanamente podíamos. El problema es que nos exigimos ser perfectos y descartamos nuestra capacidad real, que es la que nos corresponde en cada momento, como si se tratara de un defecto.
No hay culpabilidad que valga en las relaciones de amor, sólo hay amor, sólo hay buena voluntad, sólo existen respuestas reales.
Tenemos que ser generosos con nosotros, tenemos que ser comprensivos en el sentido real de la palabra. Esto significa integrar la acción dentro de su contexto y reconocer la buena voluntad y la capacidad de amor de entonces, que ya no tiene nada que ver con la que se nos ha despertado una vez perdida la presencia física de esa persona, que ahora queremos más que nunca.
Cuando nuestra pérdida es tan grande que la sensación es como si fuera un castigo descomunal, buscaremos alguna actuación por parte nuestra para justificarlo. En ese momento entraremos en la necesidad de encontrar todo lo que habíamos hecho mal, para de alguna forma explicar la condena por la cual estamos pasando.
De esta manera entramos en la dinámica de “si no hubiese hecho...”, “Si hubiese dicho...” “Si hubiese hecho...” Todo lo que no hicimos o hicimos, lo que dijimos o no, incluso nuestros pensamientos serán revisados. Además, podemos llegar a pensar: si yo hubiese sido de otra manera aún estaría con nosotros. Esto es un verdadero calvario, porque no podemos cambiar o “mejorar” el pasado y nos torturamos con imposibilidades.
La pérdida de un ser querido es suficiente tortura. La ausencia real de esa persona es tan tremenda que no necesitamos más razones para pasarlo aún peor. El periodo de duelo es un periodo en el cual