Belén A.L. Yoldi

La puerta secreta


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medio del campo y envueltos en la oscuridad, con los ruidos nocturnos desconocidos acechando a su alrededor, aquellas frases impresionaban un poco.

      —Un viaje iniciático, sí. Nosotros seremos vuestros guías, ¡pero solo eso! El éxito de este viaje, que lleguéis a convertiros al final de esta semana en guerreros y guerreras, en auténticos ‘trotamontañas’ y ‘exploramundos’, dueños del cielo y las estrellas, depende enteramente de vosotros.

      Varios adolescentes reaccionaron con desdén y burla ante la propuesta, que consideraban ridícula; pero otros, la mayoría, abrieron los ojos con interés.

      «Algunas cosas no cambian. Y está bien que sea así,» pensó Violeta sonriendo para ella misma mientras observaba, uno por uno, los rostros frescos de los que iban a ser sus pupilos durante una semana. Aún se notaba en ellos la tensión del primer día, las miradas tímidas que se lanzaban entre sí, la incomodidad de estar fuera de casa. Se esforzaban por parecer muy mayores y autosuficientes, pero bastaba una promesa de aventura mezclada con juegos de aprendizaje y bien aderezada con unos cuantos relatos de misterio para que en sus caras asomaran de nuevo la curiosidad y el asombro.

      La mirada de la monitora se cruzó con la de Mikel y este le guiñó el ojo disimuladamente con complicidad. A Violeta le entraron ganas de reír porque no le cabía duda de que su amigo estaba en su salsa, disfrutando a tope por la expectación que iba despertando.

      Allí estaban, cuatro monitores organizando actividades para una tropa de chavales y chavalas con las hormonas revolucionadas, en pleno mes de julio, mientras otros jóvenes de su edad se iban de fiesta o a tumbarse en la playa o bien recorrían Europa en tren.

      Mucha responsabilidad, pero también resultaba divertido, al menos para ella. Y uno de esos momentos felices solía ser cuando tenías al grupo alrededor tuya totalmente conectado a ti, atento a cada palabra, mientras les proponías un juego o les contabas una historia emocionante. Para la monitora, cada momento de la vida o cada persona estaba asociada a una música, a una canción distinta que solo ella podía sentir en su cabeza, y este instante estaba acompañado por una música excitante y muy alegre, que la subyugaba. Porque a Violeta le encantaba contar historias.

      —¿Queréis saber en qué consiste este viaje iniciático? ¡No va a ser fácil, os lo advierto! —aseguraba en ese instante el jefe del campamento—. Tendréis que andar muy listos para pasar todas las pruebas...

      Los días de verano eran muy largos. Y con una tropa de adolescentes de vacaciones, poco descanso cabía esperar.

      Por eso, junto a las actividades deportivas programadas por la organización, el equipo de monitores había diseñado una serie de actividades de ocio, destreza e ingenio para amenizar el campamento y mantener ocupado al grupo. Habían inventado un juego de rol de inspiración medieval donde cada participante podría adoptar el papel que quisiera siguiendo el hilo de una historia. Se encontraban en un escenario propicio para ello.

      —Desde ahora debéis saber que ya no estáis en la montaña alavesa, tampoco en Bernedo… —avisó Violeta. Acto seguido, con su gran don de contadora de cuentos, comenzó a desplegar el escenario de la historia imaginaria donde iban a desarrollar el juego de rol que habían ideado—. En un mundo paralelo a este, oculto bajo estas piedras antiguas y disimulado por la sombra de los montes selváticos, se encuentra el Reino Prohibido de la Amilamia, Señora de la lluvia y de los regachos, de los torrentes bravos que bajan salvajes de la sierra y de los ríos profundos de aguas quietas que riegan los sembrados y huertos. Un reino misterioso y secreto lleno de magia que muy pocos pueden llegar a descubrir...

      —Para entrar en el Reino Prohibido y encontrar el tesoro de la Amilamia, es preciso demostrar mucho ingenio y valor. Tendremos que armarnos con objetos mágicos y superar algunas pruebas —corroboró Mikel siguiéndole el hilo.

      —Habrá pruebas en equipo y otras individuales donde deberéis ejercitar la inteligencia y la memoria, también habrá pruebas deportivas, etecé, etecé… ¡Y todos deberéis manteneros muy atentos para poder superarlas!

      —¡Ah, y el último día tendremos un examen final! ¡Una gran yincana por todo Bernedo! donde deberéis poner en juego todo lo que hayáis aprendido estos días. Por ejemplo, a orientaros con las estrellas…

      Un murmullo de emoción recorrió el círculo juvenil al oír la palabra yincana.

      —Será de noche, por supuesto. A la hora en la que salen los fantasmas de paseo… —Mikel soltó una risotada terrorífica de película de miedo, tan exagerada que no asustó a nadie—. ¡Ah! Y para esa yincana, cada uno de vosotros deberá elegir un nombre, ser un personaje, tener una identidad secreta…

      —¿Qué clase de nombre? —preguntaron de inmediato los muchachos y muchachas entrando en el juego, claramente intrigados.

      —Dentro de vosotros hay un guerrero o guerrera de la luz, un guía, un mago o maga, un cazador de sueños, una sanadora… Estos días deberéis pensarlo bien, qué queréis ser en el juego final del campamento. Y elegir un nombre que vaya en consonancia con eso —explicó Violeta.

      —¡Exacto! Un nombre sonoro que os distinga y simbolice algo importante para vosotros, que represente vuestro valor y saber. Por ejemplo… —Mikel se puso de pie y abriendo los brazos para saludar, como un actor al final de una obra, declaró—: Yo soy Bandoleón Saltamontañas, juglar aventurero y alpinista. Desde ahora podéis llamarme así.

      Violeta hizo lo mismo diciendo que ella era la Capitana Finisterre, viajera de las estrellas y una maga de las palabras. Después se presentaron Koldo y Amaia cada uno con un apodo. Los tres saludaron igualmente con una reverencia simpática.

      Alrededor se formó un alboroto plagado de risas al oír los motes. Sin embargo, bajo esas risas, recorriendo el círculo, se podía pulsar la electricidad de una expectación nerviosa que se apoderaba progresivamente de los más jóvenes.

      —Como veis, todos son nombres de guerra, capaces de asustar a un fantasma, ¡y hasta a la Santa Compaña si tenéis la mala suerte de tropezar con ella en una de estas noches!

      —¿Qué es la Santa Compaña? —preguntó una voz inocente.

      Nunca fallaba. Siempre había alguien que caía en la trampa y hacía esa pregunta. Para Violeta y los demás monitores era la señal, el punto de partida para encadenar un chorro de historias misteriosas, empezando por la fantástica leyenda popular gallega.

      —¡Cómo! ¿Nunca habéis oído hablar de eso? Pues esa ignorancia podría costaros la vida... ¡Habéis de saber que la Santa Compaña es una procesión de ánimas que recorre en las noches oscuras los caminos rurales, cubiertas con ropones negros y con cirios encendidos! Caminan atravesando los bosques y campos como esas procesiones de Semana Santa, haga frío o calor. A su paso, solo se ven luces. Son espíritus de otro mundo… ¡fantasmas! —explicó Mikel al círculo de oyentes, adoptando un tono misterioso.

      Su compañera Violeta tomó el relevo y, modulando la voz con gravedad dramática, prosiguió:

      —Cuando se presenta la Santa Compaña, alguien desaparece de este mundo... Los fantasmas se levantan y salen en la medianoche, se cree que para encontrar a algún vivo al que llevarse con ellos. Les ponen en la mano una antorcha y les obligan a seguir a la procesión de encapuchados hasta que se convierten en fantasmas, también ellos… ¡Así se alimenta la compañía de nuevas ánimas!

      —Si os tropezáis alguna vez con la Santa Compaña, lo mejor es salir corriendo —recomendó Mikel con un guiño de payaso que sirvió para rebajar la tensión—. Pero si por alguna mala suerte no podéis escapar, cuando pregunten vuestro nombre… ¡no se lo digáis! No el verdadero. Decidles vuestro nombre secreto y, como el diablo no lo tendrá apuntado en sus listas, ya no podrán llevaros consigo…

      Justo en ese momento se oyó a lo lejos la risa estridente de una lechuza escondida y todos los chicos y chicas del corro pegaron un brinco. Hubo un movimiento perceptible de acercamiento y el círculo se apretó como si de ese modo se sintieran más a salvo.

      Al verlo, Violeta volvió a sonreír para