Fernando Cordero Morales

¿Extraños amigos?


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nunca llegaron a ser cocinados ¿Cómo encontrar ahora ese arroz?

      Ese arroz son las partículas que componen la materia oscura. Se cree que son unas partículas muy pequeñas que se crearon en los primeros instantes y nunca llegaron a mezclarse con las demás. Cuando los científicos se han puesto a calcular la masa del Universo se han dado cuenta de que falta una gran cantidad de materia, que atribuyen a estas partículas. Esta materia se expandió con el resto pero nunca ha podido ser detectada. Por eso se le llama materia oscura. Y por asociación, ya habrás deducido que la energía oscura es una cantidad de energía que se supone que existe, pero de la que tampoco se han tenido evidencias. Esta energía sería la responsable de que la expansión no tenga una velocidad fija, sino que aumente constantemente.

      Una vez que se sepa exactamente la cantidad de materia que contiene el Universo también se podrá predecir su futuro. Si la cantidad total fuese inferior a un determinado valor, la expansión continuaría indefinidamente hasta que las distancias entre una y otra partícula se hicieran infinitas y la radiación perdiera toda su energía. El olor a pollo se disiparía por completo. Si fuese mayor, llegaría un momento en que la gravedad detendría la expansión y comenzaría un acercamiento que terminaría en un colapso. También puede ocurrir que llegue a un punto de equilibrio en el que se pare la expansión, pero no haya materia suficiente para comenzar con una contracción.

      Como ves, el Big Bang es una teoría muy completa que define la evolución del Universo. Hasta ahora explica y encaja con casi todos los fenómenos observados y con casi todas las leyes de la física, pero es incapaz de definir el momento justo del inicio. Hoy por hoy es la teoría más aceptada, pero su incapacidad para responder a ciertas preguntas la ha hecho muy polémica. ¿De dónde salieron las primeras partículas elementales? ¿Por qué había tanta energía? Si el tiempo y el espacio comienzan en el Big Bang, ¿qué había antes? ¿Tiene sentido hacerse esa pregunta? Habrá que esperar a nuevos avances en la ciencia para arrojar algo de luz sobre estas cuestiones[12].

      Cuando se desborda el amor

      Con la explicación del chiringuito, he podido entender bastante bien la teoría del Big Bang. Claro que yo, en lugar de pollo, hubiera ofrecido un «pescaíto frito» bueno, de Cádiz. Con todas las distancias y los respetos, creo que ciencia y religión nos hablan de manera distinta del «Dueño del Chiringuito». Sin embargo, más que visión comercial, subrayaría su amor y gratuidad por toda esa gente que se acerca a mediodía, con tanto calor, a saciar su hambre y su sed con su enorme corazón generoso. Los relatos bíblicos explican por qué existe la tierra. Por su parte, las investigaciones científicas tratan de aproximarnos al origen de nuestro planeta y del Universo. La Biblia nos enseña algunas cosas sobre Dios y sobre su relación con sus criaturas. Y la ciencia nos ofrece información sobre el mundo y las personas en el mundo.

      Los relatos de la creación en el libro del Génesis, escritos en dos épocas diferentes –en los siglos X y VI a. C. –, cuentan que fue Dios a través de su palabra quien creó todo lo que existe, la luz, las tinieblas, el cielo, la tierra, las estrellas, las aguas, los peces, los pájaros y todos los demás animales. Al final, culminó su obra con la creación del ser humano.

      No pretende el Génesis detallar un estudio científico sobre la formación del Universo. Nos ofrece más bien un gran poema de alabanza a Dios, único y bueno, Creador del hombre y del mundo. Al profundizar en la teología de la creación, el Antiguo Testamento concede una gran importancia a la experiencia de la salvación que Dios ha llevado a cabo en favor de Israel. Es decir, la experiencia que han tenido de la liberación de Dios les lleva a confiar en que es causa y origen de todas las cosas. Para manifestar esta verdad, el libro del Génesis recurre a dos narraciones: la conocida creación en siete días[13] (Gén 1-2,4a) y el conocidísimo relato de Adán y Eva (Gén 2,4b-25). Nos centraremos ahora en la primera narración.

      Se trata de un relato de creación por la acción, pero por la acción de la Palabra que Dios pronuncia. Del caos inicial van surgiendo los tres grandes espacios que luego serán rellenados por astros, vegetales-animales y peces-pájaros. La creación se entiende como simple ordenación del caos, sobre el que Dios «trabaja» siguiendo el esquema cosmológico de la época. Este esquema concebía el universo como la superposición de tres estratos: tinieblas, aguas y tierra. La acción de Dios se realiza de arriba abajo. Llega a su clímax con la creación del hombre, «imagen de Dios».

      El encargo que Dios encomienda al hombre, como «imagen» suya es sumamente revolucionario. La creación se corona con la figura de un «concreador». El mundo creado por Dios no es una realidad ultimada. Ahora el Creador la pone en manos del hombre, para que este la lleve a su plenitud.

      Es muy interesante contemplar cómo Dios crea con la Palabra: «Dijo Dios». Es expresión de su trascendencia y de su intimidad. Entre Dios y el mundo está la palabra, separando a ambos y, al mismo tiempo, relacionándolos. El mundo viene a ser «expresión» de Dios, lo que resulta de su «decir».

      En el Génesis encontramos el origen de la semana. El esquema de la semana creadora le sirve al autor para poner de manifiesto la valoración positiva que le merece el tiempo. La fe bíblica en la creación se opone al mito del eterno retorno. Solo así tiene sentido hablar de historia, esto es, de un proceso con comienzo, crecimiento y fin.

      Y lo que considero fundamental es que el amor bondadoso de Dios es el origen, sentido y fin de la creación. Todo tiene su origen y depende absolutamente de Dios: «Todo era bueno».

      El teólogo y actual obispo de Ciudad Rodrigo, Raúl Berzosa[14], ha estudiado ampliamente este asunto. Son muchos los científicos que investigan cómo funciona el Universo. Los hay que creen que la tierra no se ha hecho por sí sola y que la vida no está aquí por azar. Creen en un Dios creador del Universo que probablemente empezó con un Big Bang.

      Si te parece, Ana, podríamos ahora centrarnos en la creación del ser humano. Esto nos dará pie para aproximarnos a la teoría de la evolución.

      Renovarse o morir, esa es la cuestión

      Vaya, Fernando, te veo rebosante de energía. Si la teoría del Big Bang ha hecho correr ríos de tinta entre sus adeptos y detractores, el tema de la evolución no se queda atrás. Pocas ideas han generado tanta polémica y controversia, no solo a nivel teológico, sino también en el seno de la propia comunidad científica. ¡Dos de las ideas más revolucionarias de la ciencia y tú quieres abordarlas una detrás de otra! Vale, recojo el guante. Vamos a hablar de evolución y, en última instancia, de la aparición del hombre.

      Mencionar la palabra «evolución» y acordarnos de Darwin es todo uno. En 1859 Charles Darwin publicó su obra El origen de las especies por medio de la selección natural, o la preservación de las razas favorecidas en la lucha por la vida. Hasta ese momento se había considerado que cada especie era fija e inmutable. Los perros habían sido perros desde siempre, los caballos habían sido caballos, al igual que las arañas, los manzanos, las amapolas o el mismísimo hombre. En este libro Darwin se opone a esta concepción estática y expone que todas las especies son lo que son por evolución a partir de otras ya extinguidas. Al mecanismo que regula qué especies continúan existiendo y cuáles desaparecen lo llamó selección natural.

      La selección natural promulga que las diferencias que existen entre unos individuos y otros provocarán que unos tengan ventajas sobre otros a la hora de alimentarse, defenderse o adaptarse al medio. Los desfavorecidos tendrán una vida más corta y, por tanto, menos posibilidades de reproducción. Con el tiempo pueden llegar a extinguirse. Los caracteres de los más fuertes se transmitirán de padres a hijos.

      Vamos a volver otra vez a la playa, pero esta vez a una de esas inmensas y preciosas playas de Cádiz, de tu querido Cádiz. Vamos a imaginar a unos animalillos que se dedican a pasear constantemente por la orilla del mar. A priori no importará la forma ni el tamaño que tengan esos bichitos, las playas gaditanas son lo suficientemente grandes como para que haya sitio y comida para todos. No tendrán que competir ni por la alimentación ni por el camino a seguir en sus paseos. Durante la mayor parte del tiempo sus diferencias no los harán mejores ni peores con respecto al resto.

      El proceso de selección natural se activará en los días de viento de levante,