Lucas Bauzá

Crónicas Maradonianas


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Caminaron unas cuadras hasta la casa natal de Pelusa para despedir al ídolo que el barrio le prestó al mundo.

      Seguirá viviendo en la eternidad y en la cotidianeidad de su Fiorito querido: en las pelopinchos armadas en la vereda, en las vías muertas de Fiorito y en las venas abiertas de América Latina. Vivirá en la casa de la calle Azamor que Doña Tota le regaló a una vecina que la ayudaba con la limpieza y el mantenimiento de la casa y en el recuerdo de las manos de Don Diego firmando en el 78 el contrato de propiedad de la casa de Lascano en Villa Del Parque/Paternal porque su hijo era menor de edad. La birome apretada fuerte para llenar el casillero que decía “Ocupación: Obrero”.

      Hoy sabes que nada puede calmar tu soledad

       “Ese día Maradona se despertó más temprano que de costumbre, pero después se quedó boludeando en la habitación. En un momento, Diego dijo: ‘tengo unas ganas de comerme un sanguche de mortadela’… Pero Diego también contó que había hablado con sus hermanos, con Lalo y el Turco, de una jugada en la que él se recostaba sobre la derecha, encaraba, dejaba rivales en el camino y definía al segundo palo. Y entonces dijo: ‘Tengo unas ganas de hacerle un gol de esos a los ingleses’. Y bueno, un rato después, de esa manera, hizo el gol de su vida.”

      Roberto Mariani, fragmento de “El partido” de Andrés Burgo

      Y sin darte cuenta amanecerá

      Enfrente de la casa de Goyo Carrizo vivía un albañil que trabajaba a metros de la cancha de Argentinos Juniors. Fue quien lo llevó a una prueba. Al finalizar la práctica siente una mano en la cabeza y una voz: “sos el único que va a quedar”. Era Francis Cornejo. Así empezó a jugar en el Bicho, Gregorio Carrizo. A los tres meses lo encaró al técnico.

      -Hay uno en el barrio que juega mejor que yo, ¿lo puedo traer?

      -Ya está todo completo

      -Pero es mejor que yo

      Hablaba de Diego de Estrella Roja de Fiorito, el de la calle Azamor a cuatro cuadras de su casa de Chivilcoy. Lo conoció en el patio del colegio Remedios de Escalada que quedaba entre la estación y la Ribera. Le llamó la atención un nene pateando una bolsita rellena con papeles de alfajores. Se pusieron a patear juntos. Tenían 7 años y estaban en primer grado. Así nació la amistad que derivó en la prueba de Pelusa en Argentinos. Después del entrenamiento Francis Cornejo fue hasta Fiorito a buscar la cédula de Diego. Doña Tota le mostró la partida de nacimiento pero no estaba convencida con que juegue en el Bicho. Tenía 8 hijxs y trabajaba todo el día. No podía llevarlo a entrenar.

      “Mi papá se hizo cargo los primeros años, nos llevaba y nos traía de acá al predio de Malvinas. Eran casi dos horas de viaje. Nos colábamos en el tren en Fiorito, después cruzábamos caminando el puente Alsina, que Diego siempre dice que para él era como cruzar el puente de Manhattan, y ahí nos tomábamos el colectivo. A la vuelta llegábamos dormidos a casa”, cuenta Goyo en una entrevista en El Gráfico.

      La carrera de Diego tomó un camino ascendente. Goyo subió a Primera un año después del debut de su amigo. Luego vinieron algunas lesiones y una decisión que le trabó avanzar en su carrera. No quiso irse de Fiorito donde jugaba partidos por mucha plata. “Una vez estaba citado en cancha de Huracán para jugar con la Tercera, pero la noche anterior jugué acá, me doblé el tobillo y no pude ir”, cuenta en la nota con el periodista Diego Borinsky. Reconoce que Maradona de chico tuvo una mentalidad adelantada “quería triunfar en Primera, yo prefería jugar acá”. Así y todo jugó en algunos clubes del Ascenso antes de dejar el fútbol profesional a los 30 años.

      Dirigió tres categorías de Huracán en liga, no en AFA, donde tuvo al Kaku Romero Gamarra. También le pagaron para que traiga jugadores de Mendoza. “Este pibe es un crack”, dijo cuando lo vio al Pity Martínez. Le consiguió una prueba en Boca. “Es buen jugador, pero muy chiquito, y Boca no espera”, le respondieron. Misma respuesta recibió cuando lo llevó a El Porvenir y a Banfield. Se lo recomendó al empresario Marcelo Simonian, que lo ubicó en Huracán.

      Después que Diego pasó a ser Maradona, Goyo lo vio muy pocas veces más. Como los buenos amigos apareció en las malas. “Diego se estaba preparando en un campo para el Mundial 94. Me había enterado por un muchacho del barrio que en una reunión con gente famosa, Diego estaba pasado y se quiso tirar por el balcón. Me puse muy mal, averigüé la dirección del campo y me fui para ahí. Alcancé a darle una carta a uno que entraba con una camioneta. Al rato, veo que viene una camioneta levantando tierra a lo loco, tocan bocina, y gritan “Goyo, Goyo”, y me metí en el campo, Diego bajó y nos dimos un abrazo y llorábamos los dos. “No llores, si estamos juntos”, me decía Diego. Después entramos en la casa y estuvimos como cuatro horas hablando en la habitación.”

      -Diego, yo ando mal, boludo, hay veces que no tengo nada para comer, a mi casa viene gente que me dice ‘vamos a meter caño’ o ‘vamos a vender droga’ y yo los saco cagando. Vos sos fuerte, dejate de joder, vos superaste un montón de cosas difíciles, no podes llegar a esto”.

      -Sí, tenés razón. Tenés razón, Goyo, pero esto es duro, no te metas en la droga, no te metas.

      Para darle fuerzas a tu corazón

      El año pasado Diego Armando Maradona volvía al fútbol argentino para ser el técnico de un Gimnasia de La Plata casi condenado al descenso. “Yo quiero seguir jugando a lo perdido”, tituló nuestro gran Juancito Stanisci en una nota que van a leer en este mismo libro. ”Diego sabe que meter la cabeza en la boca del cocodrilo es peligroso y la va a meter igual. Después dice ´no sé cómo voy a hacer pero yo la voy a meter igual´. Diego no nació para ser explicado. Como decía Rodolfo Walsh “la realidad no es solamente fascinante sino que es casi inexplicable”, analizó el profe Fernando Signorini en FM Club 94.7.

      “Gimnasia es pueblo, es periferia y es el último mito viviente de la ciudad”, dijo alguna vez Laureano Durán que fue presidente del lobo entre el 57 y el 67. Este mito viviente y el pueblo tripero se unieron para la gira despedida de Maradona que arrancó con el estadio de El Bosque lleno para ver su presentación con el ex futbolista Chirola Romero en la tribuna agarrado del alambrado y Nacho Fernández en la platea.

      Gimnasia fue a jugar a Córdoba y Diego se reencontró con Daniel Valencia. Después recibió a River y Marcelo Gallardo le pudo decir “te quiero mucho” mientras se tocaban los cachetes. El Muñeco le agradece que después que erró un penal jugando para la selección argentina en 1995 y sintió la reprobación de la gente “Diego me llamó por teléfono para darme ánimo y me dijo que le diera para adelante, que tenía mucha confianza en mí. Fue algo sorpresivo, él no tenía por qué hacerlo”.

      En Mendoza ganó su primer partido y vio desplegar el telón “Dios, El Papa y El Mesías. Orgullo nacional” con su cara, la de Francisco y la de Messi. Después fue a Rosario a seguir demoliendo hoteles. Bailó al compás de la música de la gente de Newell´s. Hubo una multitud cantándole a un balcón donde estaba el técnico rival que se puso la gorra del equipo al que iba a enfrentar.

      En el partido le regalaron un sillón al estilo Game Of Thrones y lloró mientras bajaba de las tribunas el “esta camiseta la usó Maradona”. Perdió el clásico con Estudiantes como local. Se peleó con la Gata Fernández pero se abrazó con Andújar. Fue a Banfield a reír con Falcioni y escuchar “el fútbol nos da vida”. Lo encaró a Dátolo post partido y le dijo “no te hagas el boludo y dame tu camiseta”. Jesús metió un golazo contra Brasil con Diego de técnico de la selección.

      Ya en el 2020 el Diego Tour siguió en Parque Patricios. Piti y Bochi de Las Pastillas del Abuelo le tocaron en la cancha el tema “¿Qué es dios?” que escribió el poeta y tachero Beto Sueiro que falleció en agosto del maldito 2020. Le dieron una gorra de la banda que usó en el partido. Se abrazó con Brindisi con quien supo concentrar cuando fueron compañeros en el Boca 81. Volvió a Rosario esta vez para jugar con Central. En el hotel conoció a Tomas Felipe Carlovich y le firmó una camiseta con la frase “para