Cristina Durán

Carlomagno y la Europa medieval


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Antes se encargaría de asegurar la retaguardia mediante un pacto con los burgundios, pueblo gérmanico asentado al nordeste de Tolosa (Toulouse), hoy Francia, al que pertenecía su esposa Clotilde y cuyos monarcas se habían convertido en títeres dominados por los francos. Esta alianza con el vecino país germánico facilitaría la victoria de Clodoveo en la batalla de Vogladium, o Vouillé, en el 507. Este logro militar se acabaría convirtiendo en una especie de cruzada del catolicismo frente al arrianismo visigodo, la cual, además, pondría en bandeja a Clodoveo el control de aproximadamente un tercio del territorio de la actual Francia. Por contra, el reino de Tolosa desapareció tras esta derrota y tras la muerte en combate de su monarca Alarico II. Los visigodos perdieron su papel hegemónico en la Galia, en beneficio del nuevo poder en ciernes, y bascularon hacia el sudoeste. Por este motivo, Hispania pasaría a ser su principal dominio, lugar donde acabarían instalando su nueva capital: la ciudad de Toledo. Sin embargo, por suerte para los visigodos, las tropas francas y burgundias pudieron ser detenidas al año siguiente en Arlés, donde, con la ayuda de los ostrogodos de Teodorico, suegro de Alarico II, consiguieron derrotar a Clodoveo y con ello mantener en la Galia una pequeña franja de territorio costero en el sudeste, región conocida como Septimania.

      Los días de Clodoveo llegarían a su fin en el año 511, momento en el que cedería a su descendencia tanto los territorios por él heredados como los conquistados. No obstante, el territorio que bajo su reinado había permanecido unificado quedaría, tal y como era costumbre entre los francos, dividido entre sus hijos. Por desgracia para los Merovingios, esta tradición germánica, muy arraigada en el caso de los francos, acarrearía graves consecuencias para los monarcas que sucedieron a Clodoveo e impediría que un estado franco centralizado pudiera construirse. El problema, como iremos desvelando a lo largo de esta obra, no fue exclusivo de la dinastía de Meroveo, ya que la familia real que le sucedió, la de los Pipínidas o Carolingios, continuaría exhibiendo un escaso o nulo conocimiento de la noción de estado, tal y como podemos entender este concepto en la época actual, que sería acompañado por un fuerte aprecio del patrimonio personal, o privado, en detrimento de los bienes públicos.

      La dinastía Merovingia

      El reino de Clodoveo quedaría dividido en cuatro partes, una para cada uno de sus hijos. Thierry recibiría el territorio franco original, Austrasia, con centro de poder en Reims. Clodomiro se haría con el área de Orleans, al oeste de París. Childeberto quedaría instalado en la actual capital francesa. Mientras que Clotario heredaría el reino de Neustria, al oeste de Austrasia, con capital en Soissons. Como nos podremos imaginar, esta fragmentación del poder recién creado provocaría de inmediato enfrentamientos entre los hermanos. Cada uno de los ellos pelearía contra los demás para aumentar sus dominios. En consecuencia, mientras que los reyes merovingios se encontraran ocupados en sus disputas internas no supondrían ninguna amenaza para sus vecinos, tal y como había ocurrido durante el reinado de Clodoveo. No obstante, por suerte para los francos, los hijos de Clodoveo acabarían dejando atrás todas estas rencillas y se unirían a partir de los años treinta del siglo vi para hacer frente común contra los enemigos exteriores.

      En el 531, Clotario y Thierry conquistarían Turingia, en Germanía central, y al año siguiente el estado títere burgundio perdía definitivamente su independencia nominal y su territorio era repartido entre los reyes merovingios. En el 534, Teodeberto, hijo y sucesor de Thierry y en esos momentos

      el monarca merovingio dominante, pondrá bajo su control el

      reino burgundio, al tiempo que derrotará a los bávaros, en el sur de Germania, estableciendo en su territorio un estado subordinado. Teodeberto atacará también a los ostrogodos en el 535, quienes perdieron en su favor Provenza, la región de los Alpes franceses, al verse envueltos en dos frentes cuando fueron atacados por las tropas del emperador bizantino Justiniano en su campaña de conquista de la península Itálica. Al año siguiente, Teodeberto creará una especie de protectorado sobre los dominios de los alamanes. Sin embargo, ni Teodeberto ni los demás monarcas merovingios llegarían vivos a superar la segunda mitad del siglo vi, a excepción del menor de los hijos de Clodoveo, Clotario. Este, como es lógico pensar, aprovecharía la situación para anexionarse la totalidad del territorio de sus familiares, para lo cual no dudaría en buscar el respaldo de buena parte de la nobleza franca. Fue por eso que concedería grandes privilegios a la aristocracia, lo que daría origen a los poderosos linajes de nobleza terrateniente que durante los siguientes reinados de la dinastía Merovingia coparían las esferas de poder y prácticamente la totalidad del protagonismo político franco en detrimento de sus monarcas.

      Como resultado de la unificación de los diferentes territorios francos, Clotario tendría en su poder, al final de su reinado, dominios aún mayores que los que llegó a poseer su padre. Al fallecer en el 561, el reino franco quedaría de nuevo dividido entre cuatro herederos: Cariberto, Gotram, Chilperico y Sigiberto. De ellos, los más poderosos eran los dos últimos, reyes de los territorios francos más importantes, es decir, Neustria y Austrasia, respectivamente. Ambos estaban casados, además, con dos princesas procedentes de Hispania, hijas del rey visigodo Atanagildo: Chilperico con Galsuinda y Sigiberto con Brunilda. Pero pronto el fogoso Chilperico, que había podido contraer matrimonio con la hija de Atanagildo tras obtener el divorcio de su primera mujer, asesinaría a su nueva esposa para casarse con su amante, Fredegunda. Esta intriga palaciega daría lugar a una larga querella entre los dos nietos de Clodoveo y sus sucesores, y sembraría el caos en los territorios merovingios por espacio de casi medio siglo. Durante este periodo de destrucción hubo tiempo más que suficiente para que las infraestructuras romanas que todavía quedaban en pie, y que hacía muchos años que habían dejado de mantenerse de manera adecuada como consecuencia de la crisis y desaparición del Imperio, tales como calzadas o acueductos, acabarán casi por desaparecer. Todo ello provocaría la degeneración del estado franco, cuyo reino ya nunca volvería a ser el mismo. En buena medida, la guerra estallaría como consecuencia de las profundas diferencias existentes entre Austrasia y Neustria. El primero de estos reinos, como ya hemos mencionado, estaba constituido por el territorio franco original, lugar que o bien no había sido sometido por el Imperio romano o el grado de romanización había sido muy bajo. Por contra Neustria había sido fundado como un reino construido a partir de las conquistas francas alcanzadas en territorio galo profundamente romanizado. En ambos reinos el grueso de la población era muy distinto: en Austrasia no solamente las élites guerreras y nobiliarias eran de etnia germánica, también pertenecía a este pueblo buena parte del campesinado; en Neustria casi todos sus habitantes eran de origen galorromano. Al mismo tiempo, en los dos reinos se hablaban lenguas que nada tenían que ver la una con la otra. Mientras que en Austrasia se hablaba un idioma germánico, en Neustria se empleaba una lengua romance que acabaría dando lugar al francés moderno. Debido a la distinta naturaleza étnica de la mayor parte de sus habitantes, diferentes culturas e idiomas de origen muy alejado, con el fin de la Alta Edad Media, Austrasia daría lugar al estado que conoceremos como Sacro Imperio Germánico, es decir, a la actual Alemania y Neustria se transformaría en el que los historiadores denominan habitualmente reino franco occidental, es decir, en Francia.

      Cuando se produjo la trágica muerte de su cuñada, Sigiberto se hallaba inmerso en plena campaña militar contra los ávaros, al este de sus dominios, pero fue convencido por Brunilda para abandonar tan importante cometido contra un enemigo común de los hijos de Clotario y poder vengar así a su hermana Galsuinda. En un primer momento, Sigiberto solamente exigiría a Chilperico la devolución de la dote de Galsuinda, pero, ante la negativa de este, acabaría invadiendo sus dominios y a partir de entonces tendría lugar una larga guerra fratricida. Cuando en el 575 parecía que los victoriosos ejércitos de Sigiberto iban a asestar el golpe definitivo sobre su enemigo, el rey de Austrasia fue asesinado, al parecer por orden de Fredegunda. Brunilda hizo proclamar entonces rey de Austrasia a su hijo Childeberto II, el heredero de Sigiberto, un niño de cinco años. Mientras que en el 584 era coronado rey de Neustria Clotario II, un bebé de apenas meses, tras la muerte, probablemente también por asesinato, de su padre Chilperico. La responsabilidad del fallecimiento del rey de Neustria no tardaría en recaer sobre Fredegunda, a la que se acusaba también de haber ordenado la muerte de tres de sus hijastros, vástagos de los anteriores matrimonios de Chilperico. La nobleza del reino recelaba por ello de la reina madre, Fredegunda, y los miembros de este estamento no reconocían como rey al joven Clotario II por ser hijo del matrimonio