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E-Pack Deseos Chicos Malos 2 - abril 2020


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      –Yo había pensado en soltar a los caballos detrás de la montaña.

      –¿Por qué no los sueltas en el cañón?

      –No. Se morirían de hambre. No estarían mucho mejor que en el lugar donde estaban antes. No podríamos cuidar de ellos allí.

      –Esto es importante para ti, ¿no?

      –Lo es –admitió Trent, disfrutando del calor del cuerpo de Julia a su lado. Había estado mucho tiempo sin ella y ninguna otra podía ocupar su lugar–. No puedo sentarme a ver cómo mueren.

      Trent poseía una vasta extensión de tierra. Había suficiente espacio para el hotel y para los caballos. Aunque había crecido en una pequeña ciudad con sus hermanos, Trent siempre había soñado con tener una finca donde criar caballos salvajes.

      –¿Es más importante que el hotel? –le preguntó Julia con voz suave–. Podrías perder la apuesta con tu hermano.

      –Cariño, eso no va a pasar. Siempre encuentro la forma de conseguir lo que quiero.

      Julia le puso la mano en la mejilla y le hizo la caricia más dulce. Sus ojos estaban llenos de arrepentimiento.

      –Sí, Trent. Lo sé.

      Los invitados llegaron en el jet de la empresa un día antes de la fiesta sorpresa. Kimberly y Julia los recibieron en el aeropuerto y los llevaron al hotel en limusina. Con la ayuda de Trent, Julia había preparado una barbacoa de bienvenida en el patio exterior con vistas a Crimson Canyon, y también una visita guiada a Shadow Ridge esa misma tarde.

      Al día siguiente iban a celebrar la fiesta sorpresa a orillas de Destiny Lake. De alguna forma, el evento era una buena prueba para el nuevo Tempest West. Los invitados podrían disfrutar de los exclusivos servicios de primera del hotel, los mismos que tendrían los clientes menos de un mes después. Aquello era muy especial para Julia porque su padre, gran amigo del de Laney, también estaba invitado. Llevaba muchas semanas sin verlo y estaba deseando tenerlo a su lado.

      En el aeropuerto se besaron y abrazaron con mucho cariño y Julia se alegró de que hubiera aceptado la invitación.

      No había nada como el amor de un padre.

      Y en ese momento Julia necesitaba todo su apoyo. Desde la traición de Trent, le mantenía a raya. Él le había dejado muy claro que la deseaba y ella ya empezaba a flaquear. Incluso le había permitido besarla en un par de ocasiones. Por las noches, cuando su mente divagaba, soñaba con yacer en los brazos de Trent, dejarle reinar sobre su cuerpo… y explorar el de él. Mantener las distancias con el vaquero estaba resultando mucho más difícil de lo que parecía.

      Una hora más tarde Julia vio a su padre en compañía de Trent y de una encantadora señora de pelo cano. Cruzó el camino de piedras para llegar hasta ellos.

      –Esta es mi Julia –dijo Matthew Lowell, dirigiéndose a Rebecca Tyler con una sonrisa.

      Julia acababa de conocer a la madre de Trent.

      Rebecca le extendió la mano y Julia la tomó entre las suyas.

      –Es un placer conocerla por fin, señora Tyler, sobre todo en una ocasión tan feliz.

      –Oh, por favor, llámame Rebecca –contestó con una dulce sonrisa–. Por fin voy a ser abuela. Ha sido todo un detalle por tu parte preparar esta fiesta sorpresa para Laney.

      –Ella es mi mejor amiga, y estoy encantada de hacerlo.

      –Yo tenía la misma ilusión, Rebecca, pero Julia está volcada en su carrera en este momento. No hay futuros nietos para mí.

      –¡Papá! –exclamó Julia, presa de una ola de calor. Miró a Trent de reojo. Él la observaba con interés.

      –Yo llevo muchos años esperando, Matthew –dijo Rebecca.

      Trent asintió.

      –No se puede negar. Mamá lo dijo alto y claro –dijo el vaquero.

      –¿Basta con eso? –preguntó el padre de Julia, sonriendo.

      –Lo dudo –dijo Rebecca–. Hace falta algo más que eso.

      Matthew dejó escapar una risotada.

      Julia levantó las cejas. Su padre estaba flirteando con Rebecca Tyler y ella hacía lo mismo.

      –Mi hijo me ha dicho que tienes unas ideas brillantes –dijo la señora, dirigiéndose a Julia–. Ha compartido algunas conmigo, y tengo que decir que me alegro de que trabajéis juntos. Trent no es muy dado a los halagos.

      –Gracias, Rebecca. Estoy haciendo todo lo que puedo por… –vaciló un momento y miró a Trent con disimulo–. Por el Tempest West.

      Trent le rozó el hombro y Julia captó el aroma almizclado de su colonia.

      –Julia va a cambiar la imagen del Tempest West. De hecho, todas las ideas son suyas. Confío en ella plenamente.

      A ella se le cortó la respiración al oír esas palabras. Trent nunca había dejado de confiar en su talento. Ella jamás le había dado motivos para hacer lo contrario, pero al oírle decirlo en alto se le ablandó el corazón.

      –Gracias –dijo, esquivando la mirada del vaquero–. Mejor será que vaya a ver a los invitados. Ya es hora de almorzar. Rebecca, ha sido un placer conocerte. ¿Me disculpáis un momento?

      –Adelante, cielo –dijo su padre–. Yo acompañaré a Rebecca a su asiento.

      Trent le dio un beso a su madre en la mejilla.

      –Tengo que volver al trabajo, madre –se volvió hacia el padre de Julia–. Encantado de conocerte, Matthew –le estrechó la mano–. Disfrutad de la comida. Os veo luego.

      Julia se dirigió hacia la recepción del hotel, pero poco antes de llegar sintió una mano en la espalda.

      –Tengo que hablar contigo –le dijo Trent, llevándola hacia las cabañas del complejo–. Es importante.

      El corto camino a las cabañas le recordó aquella cita nocturna que habían tenido poco después de su llegada al Tempest West.

      –Se trata de negocios, ¿verdad?

      –Sí –dijo Trent con la mirada al frente, sin detenerse.

      Cuando llegaron a la cabaña vacía más alejada, Trent la condujo a una terraza con unas vistas espectaculares.

      –No voy a entrar contigo, Trent –dijo Julia, asediada por recuerdos de pasión y sexo.

      Trent la soltó y fue hacia el otro extremo de la terraza cerrada.

      –¿Le contaste a tu padre cómo te contrataron en el Tempest West? –le preguntó, yendo de un lado a otro.

      –¿Te refieres a tu traición?

      –Esa es una forma de verlo. ¿Se lo dijiste?

      Julia se hizo de rogar un poco. Suspiró, se tomó un momento y entonces lo miró a los ojos.

      –¿Y bien? –dijo él, impaciente.

      –No, Trent. No se lo dije. Pero no por ti. No se lo dije porque no quería que supiera que me había dejado engañar tan fácilmente. Tengo algo de orgullo. Además, si se lo hubiera dicho, habría querido que dejara el Tempest West inmediatamente. Su código ético profesional es muy estricto, y es muy protector con su única hija.

      –Cariño, no necesitas que te protejan de mí –dio un paso hacia ella.

      Julia levantó las cejas.

      –¿Ah, no, Trent?

      –No. Maldita sea, hacemos muy buen equipo. En la cama y fuera de ella.

      Julia ignoró aquel comentario porque en el fondo sabía que era verdad. Aunque hubieran empezado con mal pie,