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E-Pack Deseos Chicos Malos 2 - abril 2020


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el camino profesional que yo misma había elegido.

      –¿Dejarías todo lo que has hecho aquí? Las experiencias que has tenido… ¿Lo dejarías si pudieras volver?

      –¿Quieres decir si no me hubiera enamorado de Trent?

      Laney la miró a los ojos.

      –¿Preferirías no haberlo conocido a cambio de recuperar lo que perdiste? Piénsalo.

      Julia pensó en Trent. Duro, apuesto, inteligente, divertido… Cuando se llevaban bien, había llegado a creer que él era todo lo que una mujer necesitaba. ¿Qué mujer no querría tener un vaquero como él?

      –Esa pregunta no es justa, Laney.

      –Puede que no, pero a veces hay que hacer un acto de fe. Tenemos que arriesgarnos para conseguir lo que deseamos, aunque no nos den ninguna garantía. Lo que Trent te hizo está muy mal. Cometió un error…

      –Él no opina lo mismo.

      –De acuerdo. No es perfecto, pero yo sé que es un buen hombre. Su mayor fallo es que se deja cegar por la ambición. Evan también era así, pero una mujer puede cambiar eso.

      Julia escuchó a su amiga y asimiló sus consejos.

      –¿Me estás diciendo que debería lanzarme a la piscina sin saber si hay agua suficiente?

      Laney entrelazó las manos con las de Julia.

      –Solo tú sabes la respuesta a esa pregunta –sonrió–. Tú y yo siempre seremos como hermanas. ¿Pero no sería genial si fuéramos parte de la misma familia? Nada me gustaría más.

      Julia le dio vueltas a aquel pensamiento feliz, pero por más que lo intentó, no pudo creer que fuera posible.

      –Todavía sigues soñando como lo hacíamos a los quince años, Laney. Yo creo que eso ya lo tengo superado.

      –¡Ni lo pienses! –exclamó Laney, convencida–. Tú tendrás todo lo que quieras, Jules, aunque tenga que poner en firme a Trent yo misma.

      Julia sonrió. Su amiga intentaba protegerla a toda costa, y ella la quería mucho más por ello.

      –Te lo agradezco, Laney, pero me prometiste que no dirías nada. Necesito que cumplas tu promesa.

      –Sí, bueno, quizá no debí prometértelo –Laney se puso en pie para estirar la espalda.

      –¡Oh! –dijo Laney. Tomó la mano de Julia y se la puso sobre el vientre.

      Julia sintió un movimiento y después una patada.

      –Dile «hola» a tu tía Julia, cariño –susurró Laney.

      –Hola, bebé Tyler –dijo Julia suavemente.

      Julia se negó a dejar que sus problemas empañaran ese momento entrañable. Al día siguiente Laney, Evan y el resto de invitados se marchaban a casa, y las cosas volverían a la normalidad en el Tempest West.

      Tenía que concentrarse en el trabajo y olvidar a Trent Tyler.

      –Te gusta –dijo Brock, dándole un codazo a Trent.

      Los hermanos Tyler estaban tomando una copa en el bar.

      Trent le dio la espalda a la barra y contempló el paisaje nocturno, iluminado por miles de estrellas. La fresca brisa de octubre le molestaba más que el comentario de Brock. Bebió un sorbo de whisky.

      –Lo que tú digas.

      –Estás loco por ella –dijo Brock.

      Trent no tuvo que mirarlo para ver su sonrisa burlona.

      Se encogió de hombros. Tenía muchos años de práctica y Brock ya no lograba sacarlo de sus casillas.

      –No es asunto tuyo.

      –Es espectacular –dijo Brock–. También debe de tener cerebro si la has contratado para sacar este hotel del agujero. Tengo que conocerla un poco más.

      –Tú flirteaste con ella, pero ella no flirteó contigo –dijo Evan–. Eso sí que es una mujer inteligente.

      Brock siguió adelante, sin dejarse amedrentar.

      –¿Eso es un desafío? Sabes que me gusta competir.

      Evan levantó las manos.

      –Eso es entre Trent y tú. Yo solo estoy apuntando algo que es obvio. Tus encantos no surtieron efecto hoy.

      Trent dejó escapar una carcajada.

      Brock no se rio.

      –Si no estás interesado, yo podría…

      –Piérdete –Trent puso la copa en la barra y miró a Brock a los ojos.

      Su hermano se apartó con una mueca en los labios.

      –Creo que tengo una respuesta –Brock se bebió el último sorbo de su bebida y le hizo señas al camarero para que le pusiera otra–. Hay rumores sobre la rapidez con que se logró el trato con los restaurantes Bridges. Parece que tiene algo que ver con el contrato de Julia.

      –¿Ella te lo dijo? –Trent se preguntó cuánto sabía Brock sobre el trabajo de Julia en el Tempest West.

      –Digamos que tengo una intuición muy buena –dijo Brock con una media sonrisa–. Y sé sumar dos más dos. Llevábamos meses detrás de ese acuerdo y, de repente, logras un trato con ellos.

      Trent sacudió la cabeza.

      –Te estás tomando demasiadas molestias para estar tan seguro de conseguir la victoria. ¿Acaso te has asustado al ver este lugar?

      –¿Asustado? Claro que no. No tienes nada que hacer. Este lugar –dijo mirando alrededor– no está mal. Tiene un buen ambiente y estilo. Pero está aislado y no tiene gancho suficiente para que los clientes vuelvan.

      Trent no opinaba lo mismo. Él creía en el talento de Julia.

      –Si estás tan seguro, ¿quieres subir las apuestas?

      –¿Qué tienes en mente?

      Mientras Trent buscaba un trofeo, Evan hizo una propuesta.

      –¿Qué tal el «pájaro»?

      –Es tuyo, Ev –dijo Brock con la voz llena de envidia sana.

      Aquel Thunderbird clásico llevaba muchos años en el garaje de su madre, que acababa de anunciar que estaba dispuesta a deshacerse de él.

      –Por derecho te corresponde a ti.

      –Por ser el primogénito –añadió Trent.

      Evan hizo una mueca.

      –Ah, pero ahora yo tengo todo lo que necesito. Y no soy aficionado a los coches. Nunca lo he querido tanto como Trent y tú. De niños se os caía la baba por él. Había pensado en dároslo a uno de los dos, pero no sabía a cuál. Esto es mejor que echarlo a suertes, ¿no? Y como los dos estáis muy seguros de ganar la apuesta…

      Trent y Brock se miraron y asintieron. Parecía un buen plan. Evan tenía razón: a Trent le encantaba aquel coche; un incentivo más para hacer del Tempest West un hotel de primera.

      –Yo me apunto.

      –Y yo –dijo Brock.

      Trent le estrechó la mano a su hermano.

      –¿Trato hecho?

      –Trato hecho.

      –Como fuisteis los padrinos de nuestra boda y como os queremos mucho –empezó a decir Laney–, nos gustaría haceros una pregunta –le agarró la mano a su marido.

      Los cuatro estaban sentados en el balcón de la suite y la luz de la mañana se reflejaba en las cristalinas aguas de Destiny Lake. Porcelana elegante y flores amarillas adornaban la mesa. El aroma a café recién hecho llenaba el aire.

      Aquella