Miguel Ángel Martínez López

No te daré mi voto


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desde la teoría política antigua: el alejamiento de los representantes, la gangrena de la corrupción, la excesiva burocracia, la falta de transparencia, la demagogia, la lucha de poder, etc[13]. La política, en su faz más realista, nos ofrece su vertiente más deficiente: el hombre que está en contacto directo con el poder y busca no tanto el bien común sino su enriquecimiento privado (el político se deja arrastrar por la corriente del dinero), o facilitar la vida a los de su cuerda (aparece casualmente algún cuñado o algún sobrino), o permanecer a toda costa en el cargo o … El problema de concebir la política como una esfera separada de la ética ya estaba muy bien reflejada en el Maquiavelo de El Príncipe[14].

      Y es aquí, ante la insatisfacción que produce la actuación de los políticos, donde se sitúa la original propuesta política que da título a la novela de Miguel Ángel Martínez y que alienta la actuación de sus principales protagonistas: la de crear un ciberpartido político que no represente una concreta ideología, sino que haga exactamente lo que dicen sus representados, que expresan su voluntad a golpe de ratón. En la novela la experiencia arranca a partir de una consulta en una comunidad de vecinos (y no es casualidad que tenga que ver con la luz: con la iluminación navideña) y se extrapola a las elecciones locales, donde el partido usatuvoto.com entra en la lucha por el reparto del poder al conseguir finalmente dos concejales.

      Con esta fórmula, que aprovecha las posibilidades de internet para el mundo de la política, se pretende potenciar la democracia directa, es decir, que sean los representados los que en definitiva partan el bacalao. Esta propuesta me suscita algunos interrogantes que aquí sólo voy a esbozar. El primero es en relación con el partido: resulta extraño que un partido pueda subsistir teniendo representantes que se vean obligados a defender tesis opuestas (lo que sostengan sus votantes), de modo que parece que este pluralismo en su seno puede llegar a tener una fuerza autodestructiva. El segundo es en relación con los representantes políticos: están excesivamente atados a los representados, de modo que su nula capacidad de maniobra puede resultar asfixiante para lograr acuerdos o alcanzar pactos, algo fundamental en el mundo de la política. La figura del representante se convierte en un muñeco de guiñol al servicio de los representados, de modo que pierde su razón de ser. Y, en tercer lugar, en relación con los representados: yo creo que hoy necesitamos electores que se involucren en el debate político y colaboren en el espacio público y no sé si eso lo consigue ese voto (sobre un qué y con un cómo que exige una determinada logística: la de presentar los términos de la consulta a los ciudadanos) desde esa soledad que se expresa cabalgando a lomos de un ratón.

      Pero hay un importante grano de verdad en este esfuerzo que representa el partido Usatuvoto.com. Y es que si hoy por hoy resulta inviable la democracia directa, sin embargo las alusiones a esta democracia tienen su reflejo en algo que sí me parece factible: potenciar la participación de los ciudadanos en la toma de aquellas decisiones que les afectan. Esto es algo que se puede hacer sin dificultad sobre todo en el nivel más cercano de la política: el de la política municipal. Y en este ámbito creo que son las asociaciones de vecinos de los barrios las que deberían llevar la voz cantante o tomar cartas en el asunto para canalizar la opinión de los vecinos. Sí, se pueden hacer las cosas de otra manera y acercar la política a los ciudadanos.

      En el original planteamiento de la política que Miguel Angel Martínez propone a través de este partido cibernético subyace la idea de que hay otro estilo u otra manera de hacer política. Si la política se ocupa de transformar la realidad y resolver los problemas sociales también es verdad que debemos debatir sobre el modelo de política que queremos, pues, desgraciadamente, si echamos un vistazo al día a día de la realidad política que reflejan los medios de comunicación no sólo es necesario sino urgente ofrecer alternativas, pues otra manera de hacer política es posible. En este sentido esta novela ofrece unas bases que sorprenden por su idealismo y valentía.

      III

      El hombre camina con sus creencias morales a cuestas. Algunas de ellas pueden proceder de la educación recibida de los padres, del contexto cultural donde se desenvuelve su vida, de la religión que profesa, de “escuchar” su propia naturaleza, etc. Pero son suyas porque, dentro de ciertos condicionamientos que pueden tener más o menos peso, las ha elegido. Esto significa que la vida moral se asienta en el presupuesto básico de que el hombre es libre. Por eso es un agente moral: porque es capaz de tomar decisiones sobre el curso de su vida y de ser responsable de las consecuencias que acontezcan con motivo de su comportamiento. Sin libertad no seríamos responsables de nuestro actuar ético. Pero afortunadamente no somos marionetas ni papeles llevados por el viento. Cada uno está al volante de su vida y con el mapa o el GPS que escoja decide el itinerario que le conviene para llegar al destino deseado.

      Dentro del abanico de posibilidades que permite la libertad se encuentra la de poder inclinarse hacia el mal. Esta idea está muy presente en No te daré mi voto. En la teología católica la posibilidad de hacer el mal entra dentro de lo que el hombre puede realizar en función de su libertad, pero no se ejercita con ello la verdadera libertad, que es aquella que se orienta hacia el bien, que respeta y perfecciona a la persona[15]. Es en definitiva la idea que se expresa en las palabras de Jesús: “La verdad os hará libres” (Jn 8, 32). Es decir, la libertad (la auténtica libertad) no se ejerce a espaldas de la verdad. Este tema del mal, tanto el mal moral como el mal físico, ha estado muy presente en los estudios de teología y también en la literatura cristiana. Y pone de relieve las limitaciones del propio ser humano, no sólo porque es capaz a través de sus actos de ir a mejor o de destruirse, sino también porque el mal no deja de ser un misterio que no puede ser comprendido in toto con la pequeña caja de cerillas de su razón.

      En la novela se refleja muy bien ese dramático choque de trenes que se produce entre, por un lado, el cumplimiento de una orden o una norma jurídica y, por otro, la conciencia, ilustrado con los ejemplos del abogado y del militar. En el caso del partido usatuvoto.com este contratiempo acontece cuando el representante político debe ser no sólo portavoz de sino defender posturas que son contrarias a los dictámenes de su moral.

      Desde luego que la conciencia es ese ámbito personalísimo donde cada ser humano cultiva el juicio con el que califica las acciones o las normas como buenas o malas. Todas las personas de algún modo tienen, aunque a veces no lo parezca, su conciencia. Hay muchos tipos de conciencia: errónea, dudosa, ligera de cascos, mediopensionista, exagerada, etc. Cada uno tiene la suya. A diferencia de los regímenes totalitarios, en los que el poder quiere invadirlo todo, incluso la conciencia de los ciudadanos, los sistemas democráticos deben caracterizarse por tratar con respeto ese ámbito de privacidad de la persona que es la libertad de conciencia. Para ello se emplean normalmente las figuras de la objeción de conciencia (con la que se pretende, de forma personal, que se evite el cumplimiento de un deber por motivos de conciencia o, una vez que se ha incumplido ese deber, que no se aplique el castigo previsto) y de la desobediencia (con la que se aspira a denunciar de forma pública el carácter inmoral o injusto de una actuación o alguna norma con la intención de que no se realice o se derogue. El caso paradigmático de desobediencia civil quizá sea Gandhi). El hombre debe tener alguna herramienta para tratar de poner su conciencia a salvo, pero también es verdad que la conciencia no puede ser una coartada para incumplir todas las normas que uno quiera por capricho. Por eso la justificación de la objeción y la desobediencia toma fuerza cuando operan como un último recurso, después de haber agotado otras vías, y en casos muy concretos, porque si no estaríamos dejando una puerta abierta a la inseguridad o a la anarquía.

      La teología católica ha insistido en el dictum evangélico acerca de que hay que distinguir las cosas del César de las cosas de Dios (Mt, 22, 21), de modo que no podemos identificar la comunidad civil con la comunidad religiosa, entre otras razones porque el reino de Dios no es un reino político (por eso no se puede reducir el mensaje religioso a una mera liberación social o política). Pero también ha defendido claramente que en caso de choque hay que obedecer a Dios antes que a los hombres (Hch 5, 29), de modo que es Dios quien tiene la primacía.

      Un tema que me ha llamado la atención en la novela es el de la repercusión social de nuestros actos y también