Rafael Gómez Pérez

La verdad en los tiempos de la posverdad


Скачать книгу

rechazar Tomás la posibilidad de existencia de verdades eternas e inmutables en nuestra mente, recurre a las dos corrientes de pruebas: ex parte intellectus y ex parte esse. De todos modos, la dirección probativa ex parte intellectus está aquí solo apuntada. Falta algo que se encontrará en cambio en la cuestión De Veritate; algo que podría llamarse la morada de la verdad en el entendimiento.

      El Comentario a las Sentencias del Maestro Pedro Lombardo es una obra primeriza de santo Tomás. Cuando más tarde intente rehacer y estructurar estas anotaciones sobre el libro clásico, se dará cuenta de que la sistemática de Lombardo no es todo lo clara y todo lo pedagógica que podría esperarse. Es entonces cuando nacerá en Tomás la idea de empezar la Summa Theologiae.

      No ha de extrañar, por tanto, que en los comentarios tomistas a las Sentencias se halle un método algo confuso, excesivas distinciones que al fin y al cabo olvida otras importantes distinciones. Esto último ocurre con el problema de la inmutabilidad de la verdad: en el Comentario al Libro I de las Sentencias se trata junto con el problema de la eternidad. Por eso, casi todo lo que se dice sobre la inmutabilidad va precedido por ese adverbio “similiter”, que indica una no completa dedicación a la cuestión.

      Cuando se trate del mismo problema en las cuestiones del De Veritate se notará la separación sistemática y lógica de la inmutabilidad y de la eternidad de la verdad. Es oportuno, por eso, dejar para entonces algunas consideraciones sobre el porqué de la separación que, por lo demás, se conservará en el art. 8 de la q. 16 de la Iª parte de la Summa Theologiae.

      [1] Esta manera de introducir la cuestión —se verá más adelante— fue modificada. A santo Tomás quizá le pareció complicada: lo es (Cfr. prólogo de la Suma Teológica), y, como aborrecía la falta de claridad y las repeticiones, fue dándole (en el De Veritate y en la Suma) una estructura mucho más pulida.

      [2] «Respondeo dicendum, quod est una tantum veritas aeterna, scilicet veritas divina. Cum enim ratio veritatis in actione compleatur intellectus, et fundamentum habeat ipsum esse rei; iudicium de veritate sequitur iudicium de esse rei et de intellectu. Unde sicut esse unum tantum est aeternum, scilicet divinum, ita una tantum veritas».

      [3] «Quorumdam vero esse est mutabile solum secundum vertibilitatem in nihil, si sibi relinqueretur; et horum veritas similiter mutabilis est per vertibilitatem in nihil, si sibi relinqueretur. Unde patet quod nulla veritas est necessaria in creaturis».

      [4] Cfr. PIEPER, J., Actualidad del tomismo, conferencia pronunciada en el Ateneo de Madrid y publicada en la colección “O crece o muere”, en Rialp, Madrid, 1952. Pieper, en una comparación entre el tomismo y el existencialismo, afirma que para los dos la íntima estructura del ser es incognoscible, que en los dos se llega a un abismo, pero que el abismo tomista es de luz; de nada y de sombra el existencialista.

      [5] «Similiter etiam si loqueris de veritate secundum quod ratio eius completur in ratione intellectus, patet quod nullus intellectus est aeternus et invariabilis ex natura sua, nisi intellectus divinus. Ex quo etiam patet quod sola veritas una quae est in Deo, est aeterna et inmutabilis».

      UN PROYECTO DE LECCIÓN MAGISTRAL

      Pasan unos meses, y en una de las disputas ordinarias afronta el problema de forma clara, sin titubeos: Utrum veritas creata sit inmutabilis.

      Si se piensa en De Veritate como en algo vivo nacido o desarrollado en una discusión —aunque se trate de una discusión ordenada— es casi imposible concebir que Tomás liquidase la cuestión de la inmutabilidad o mutabilidad de la verdad de un plumazo, enterrándola en el último artículo de la q. 1, sin más gloria que la de documentar un acto académico. Por eso, ayudará sin duda a entender, no ya el contenido de la cuestión, sino el ardor que santo Tomás puso en ella, la descripción —aunque somera— del ambiente en que se desarrollaba una disputa en el siglo XIII, en la Universidad de París.