Sally Green

El lado perdido


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mirarlo a los ojos tampoco. Pero antes no solía ocurrir así conmigo. Antes de la BB yo era parte del equipo, del equipo de combatientes, cuando Nesbitt y yo íbamos en conjunto y Gabriel hacía dupla con Sameen, y solíamos entrenar con Greatorex y los demás. Hacíamos un buen equipo todos juntos. Nos reíamos y hacíamos el tonto y peleábamos y comíamos y hablábamos. Echo de menos esa sensación; ya ha desaparecido y sé que no volverá. Aun así, Greatorex es excelente con su equipo.

      —Es buena para entrenarlos —digo.

      —¿Te refieres a Greatorex?

      —Estamos hablando de ella, ¿no? —y no entiendo por qué me cabreo con él.

      —Deberías venir al campamento conmigo. A Greatorex le gustaría verte.

      —Sí, tal vez.

      Pero los dos sabemos que es una negativa.

      Ya han transcurrido varias semanas desde que vi a Grea­torex, o a alguien más que no fuera Gabriel. De hecho, las últimas personas que vi aparte de Gabriel fueron esas dos Cazadoras a quienes sacrifiqué. Ahora que lo pienso, asesino a la gente con la que me encuentro. Greatorex debería estar agradecida de que me mantenga lejos.

      —Quiere jactarse de sus aprendices. Han mejorado.

      No sé qué responder. ¿Qué debería decir?: “¿Oh?”, “Bien” o “¿A quién diablos le importa?”. De verdad, no sé qué decir.

      Pienso en algo y le pregunto:

      —¿Qué día es hoy?

      —Me preguntaste lo mismo ayer —responde Gabriel.

      —¿Y?

      —No lo sé. Se lo iba a preguntar a Greatorex, pero lo olvidé —gira hacia mí y pregunta—: ¿importa?

      Niego con la cabeza. No importa en absoluto qué día es hoy, sólo estoy intentando mantener la cabeza despejada, pero cada día se parece al anterior, y sólo han transcurrido semanas que podrían ser meses, y todo se funde en mi memoria. Necesito concentrarme. Ayer asesiné a las dos Cazadoras y después regresé, pero siento como si hubiera pasado más tiempo. Debo volver y revisar los cuerpos. Llegarán más Cazadores en busca de sus colegas. Tal vez podría atrapar a uno e interrogarlo. Quizá sepa algo sobre Annalise. Si es una espía habrá regresado con Soul; tal vez los Cazadores la hayan visto.

      Me recuesto y cubro mi rostro con un brazo.

      No le he contado a Gabriel de las dos Cazadoras; si lo hago, se lo dirá a Greatorex y ella trasladará el campamento, y antes debo comprobar si siguen allí los cuerpos. Pero primero necesito dormir. Desde que Marcus falleció no he podido reposar. Necesito descansar, luego iré a inspeccionar. O quizá lo deje para otro día. Mañana tal vez explore hacia el sur para ver si hay alguna señal de Annalise, luego regresaré e iré hasta donde están las Cazadoras muertas. También necesito algo de comida. Así que mañana iré al sur y pondré trampas para conejos, y al siguiente día iré a revisar los cuerpos; espero que me tope con algunos vivos también.

      Me doy cuenta de que tengo la mirada clavada en el brazo; todavía tengo los ojos abiertos. Debo obligarme a cerrarlos. Debo dormir.

      Estamos sentados juntos con las piernas colgadas sobre el afloramiento. Las hojas se agitan con el viento. La pierna bronceada de Annalise está cerca de la mía. Se estira para alcanzar una hoja que va cayendo, la coge y al mismo tiempo se sujeta de mi manga. Se gira hacia mí, sosteniendo la hoja frente a mi rostro, llamando mi atención a la vez que me da un golpecito en la nariz con ella. Sus ojos centellean, y los destellos plateados que despide giran con rapidez. Su piel es suave y aterciopelada y deseo acariciarla. Me inclino hacia delante, pero no puedo moverme: estoy atado a un banco y Wallend se encuentra de pie sobre mí, mientras dice: “Quizás sientas esto un poco extraño”, y coloca el metal contra mi cuello; a continuación estoy de rodillas en el bosque y mi padre yace frente a mí, le mana sangre del vientre. Sostengo el Fairborn y lo siento vibrar como si estuviera vivo y desesperado por concluir su trabajo. Con la mano derecha sujeto el hombro de Marcus, siento su chaqueta. Mi padre confirma: “Puedes hacerlo”. Y comenzamos. El primer corte desgarra la camisa y la piel con un fuerte golpe, y luego atravesamos la carne. Después un tercer corte, aún más profundo, rompe las costillas como si fueran de papel. La sangre cubre la piel de Marcus y mis manos; su cuerpo se siente caliente, pero se enfría con rapidez. Percibo el latido de su corazón y me inclino hacia delante. La sangre entra a borbotones en mi boca. Me dan arcadas, pero logro tragar. Doy otro mordisco y miro los ojos de mi padre, él me mira mientras su sangre me llena la boca.

      Me despierto tosiendo y vomitando y sudando. Gabriel se arrastra hacia mí y me abraza. Y yo lo abrazo. No habla, sólo me abraza y eso me tranquiliza. Nos quedamos así durante un largo rato y finalmente pregunta:

      —¿Puedes contarme lo que ocurre en tu sueño?

      Pero no quiero pensar en eso. De ninguna manera voy a hablar de ello. Gabriel sabe lo que hice, lo que tuve que hacer para recibir los Dones de mi padre. Gabriel me vio cubierto de sangre, gracias al cielo que no me vio hacerlo. Piensa que si hablo de ello podría sentirme mejor, sin embargo hablar no va a cambiar nada y lo único que sucederá es que sabrá lo asqueroso que fue y…

      —Nathan, habla conmigo, por favor. Fue un sueño, ¿verdad? Me dirías si hubieras tenido otra visión, ¿no es así?

      Lo aparto de un empujón. Me fastidia haberle contado que he comenzado a tener visiones.

      PRÁCTICA

      Es de mañana. Troto de vuelta a mi campamento. Ya no me siento tan mal. He corrido durante un largo rato: varias horas en la oscuridad, justo después de que Gabriel me despertara del sueño y comenzara a fastidiarme con el tema de las visiones. Correr me ayuda. Cuando corro me concentro en el bosque, los árboles, el suelo, y puedo pensar mejor. Y practicar mis Dones.

      Me vuelvo invisible. Es lo que me sale mejor, pero he tenido que esforzarme. Debo pensar en ser transparente, en ser aire. Inhalo y me permito convertirme en aire. Una vez que lo logro puedo permanecer así si me concentro en la respiración.

      Y también puedo lanzar rayos con las manos. Para eso necesito batir las palmas, como si golpeara piedras para generar una chispa. La primera vez eso fue lo único que sucedió, pero ahora puedo desencadenar rayos que alcanzan hasta diez metros.

      Aprendí recientemente a lanzar llamas por la boca. Chasqueo la lengua contra el paladar levemente y suelto una exhalación. No es un arma mortal ni tampoco puedo lanzar las llamas mientras pienso en ser aire y permanecer invisible. Pero aun así es un buen Don.

      Practico mis nuevos Dones a diario, y diariamente intento encontrar los otros Dones que poseía mi padre. Era capaz de mover objetos con la mente, cambiar su apariencia como lo puede hacer Gabriel, hacer que las plantas crecieran o murieran, curar a los demás, contorsionar objetos de metal y crear pasadizos. Todos ellos son grandes Dones, pero el mejor es el de detener el tiempo. Estoy seguro de que ahora también poseo esos Dones. Lo lógico es pensar que si he recibido uno entonces los he recibido todos, pero no he podido encontrar el modo de acceder a ellos. Antes de que él muriera, vi cómo mi padre detenía el tiempo y he trabajado más en ese Don que en ningún otro, pero no ha sucedido nada. Es el que más anhelo. ¡Sólo imagino lo que haría con él! Pero no he podido encontrarlo. Y por supuesto, el Don que no quiero, el de las visiones del futuro, es el que viene a mí de todos modos, me guste o no.

      Tener visiones es más una maldición que un Don. Me arruinaron la vida. Estropearon la relación con mi padre, estropearon todo. Me pregunto si mi vida habría sido distinta si él no hubiera tenido la visión de que yo lo mataría. Que finalmente se volvió realidad aunque me evitara durante los primeros diecisiete años de mi vida. Lo único que significó fue que pasé mi niñez sin estar a su lado, sin conocerlo, siendo prisionero de los Brujos Blancos. Luego, cuando logré escapar y nos reunimos, esa visión se materializó a los pocos meses. Si no hubiera tenido esa visión, creo que no me hubiera dejado con Abu, habría querido que permaneciera con él. Transcurrieron diecisiete años de separación sólo por una visión. Aún más extraño es pensar