hay seis Cazadores, supongo que habrá dos de guardia mientras los otros descansan, comen, o quizá ya duermen.
Retrocedo y doy vueltas para localizar a la otra guardia. Está al borde de un pequeño claro. Dos guardias, como pensaba. Doy un rodeo para alcanzar a la primera Cazadora y detecto el siseo de un teléfono móvil. ¡Una tercera! Pero no puedo verla, está invisible.
De modo que hay tres guardias. No he dado la vuelta completa al campamento, y cuando lo hago, adivinad qué, descubro otro siseo de otra guardia invisible. Cuatro.
Paso junto a ella y regreso a donde se encuentra la primera Cazadora, una de las visibles. Encuentro un buen lugar para atisbar y me vuelvo visible. Alrededor de una hora después, escucho pasos: una quinta Cazadora se acerca por atrás de la primera. Es alguien mayor. Se aproxima hasta la primera Cazadora y le dice algunas palabras. La más joven asiente y regresa al campamento. No logro ver las llamas ni el humo de la fogata, pero calculo que el campamento está a unos treinta metros más adelante. La Cazadora mayor se ve relajada sin parecer ociosa, como si hubiera hecho guardia miles de veces antes. Estamos en mitad de la noche y es probable que se encuentre cansada, pero aun así echa un vistazo a su alrededor; parece mirarme y el corazón se me acelera, mientras la adrenalina comienza a hacer efecto. ¿Me ha localizado?
Permanezco quieto. No creo que me haya visto. No he hecho nada que me delate. He estado sentado atrás, bien escondido, aunque no invisible. Debo quedarme quieto. Cualquier movimiento la alertará. Incluso volverme invisible ahora podría modificar una sombra.
Mi respiración resuena y me obligo a calmarla.
Espero.
Ella desvía la mirada. Sigue observando la zona lenta y cuidadosamente, pero no me ha visto. Ha sido casualidad que dirigiera su mirada hacia mí.
Tengo que resolver qué hacer. Hay cuatro guardias. Eso significa que hay por lo menos seis Cazadores, pero probablemente sean más. Saben que alguien ha matado a sus dos amigas. Por las huellas sabrán que el asesino actuaba en solitario, que las asesinó con un cuchillo. ¿Sabrán que fui yo? Estoy seguro de que Celia se estaría dando golpes en la frente, diciéndome: ¡Por supuesto que saben que fuiste tú!
Y eso supone que esperarán mi regreso. Así que es una trampa. Otra vez escucho dentro de mi cabeza a Celia: ¡¿Estás idiota?! Dos visibles, dos invisibles. Quieren que pienses que son menos.
Es una trampa bastante básica, pero una trampa, sin duda. Lo único que no han notado es que puedo percibir sus teléfonos.
¿Qué es lo que conocen de mí? Saben que me comí el corazón de mi padre; tienen su cuerpo, así que ya se habrán dado cuenta de que poseo sus Dones. Saben cuáles eran, claro, pero ignoran cuáles domino. Quizá conjeturan que no los domino todos, pero tal vez piensan que lo haré con un poco más de tiempo, por lo que es mejor que me atrapen lo antes posible. Obviamente, preferirían asesinarme que atraparme. Esto es, en definitiva, una trampa.
¿Y la otra persona que está ahí dentro? ¿Será Annalise? Podrían saber que la quiero. Podrían creer que deseo rescatarla. Tal vez la atraparon tras la batalla.
Si es una trampa, debería irme. Pero si Annalise está con ellos…
Llevo meses buscándola. No puedo perder esta oportunidad.
Así que mis opciones son:
Opción uno: irme. Regresar y decirle a Greatorex y a su pequeño equipo qué es lo que sucede aquí, y que por una vez hagan buen uso de su entrenamiento. Si nos esforzamos, tardaríamos dos días en llegar aquí. Es una posibilidad. Pero también existe la posibilidad de que para entonces los Cazadores se hayan ido y Annalise, si se trata de ella, también. Por otro lado, Greatorex podría negarse a venir. Probablemente diría que no vale la pena correr el riesgo y simplemente mudaría el campamento otra vez.
Opción dos: explorar el campamento, sin atacar. Comprobar si es Annalise quien está ahí. Es una buena opción. Puedo permanecer invisible el tiempo suficiente como para pasar entre los guardias y entrar en el campamento y salir, si es necesario. Si no se trata de Annalise, puedo ir por Greatorex. O simplemente irme. Si es Annalise…
Opción tres: atacar. Nunca he atacado a más de cuatro Cazadores en grupo. Podrán volverse invisibles, pero no les gusta hacerlo cuando pelean de cerca, pues tal vez se dispararían entre ellos. Siempre podría aniquilar a unos cuantos y escapar. Si son demasiados, correría y dejaría que me alcanzaran para después acabar con ellos uno por uno. Una sola vez una chica fue lo suficientemente veloz como para mantener mi paso. Pero si esto es en efecto una trampa, seguramente ellas son Cazadoras con Dones poderosos que pueden usar en mi contra, y no tengo manera de saber cuáles son. El Don al que más temo es el de Celia: ese ruido ensordecedor y agudo. Me incapacita, me vuelve vulnerable y no estoy seguro de quedarme invisible en caso de enfrentarlo.
Por lo tanto, atacar es una locura, explorar es arriesgado, irme es la única opción sensata.
No se piense más. Lo he decidido. Voy a atacar.
OPCIÓN TRES
Estaré loco pero no soy un suicida, mi ataque ocurrirá durante la parte más oscura y fría de la noche, estilo guerrilla más que en modo batalla sin cuartel. Espero unas cuantas horas, pero tengo las manos tiesas, casi adormecidas, lo cual no es bueno, y corro entre los árboles durante unos diez minutos para calentarme, para estar concentrado. Sé que tengo que deshacerme de las guardias una por una, de forma silenciosa y veloz. Es una tarea difícil porque dos de ellas permanecen invisibles, pero para el caso, ¿quién quiere enfrentar algo fácil? Una vez que acabe con las guardias, puedo entrar en el campamento y lidiar con quienquiera que esté ahí. Debo moverme rápidamente, pero con calma. Sé profesional y no dejes de pensar, diría Celia. Mátalos rápidamente, añado yo.
De vuelta a mi refugio entre los árboles dirijo la mirada hacia la primera guardia. Ella es la veterana; será una buena contrincante. No debo darle oportunidad de luchar.
Respiro profundamente, pienso en el aire fresco, compruebo que estoy invisible y luego me dirijo hacia ella, cuidando de no hacer ningún sonido. Ya estoy cerca. Tengo el Fairborn en mi mano. La Cazadora se encuentra justo frente a mí, me atraviesa con la mirada. Doy un paso más y le rebano la garganta al tiempo que sujeto su cuerpo con mi mano libre. Trata de golpearme mientras sus labios se mueven, pero en vez de palabras, de su boca mana sangre.
La deposito en el suelo con el mismo cuidado que tendría con un bebé dormido, prestando atención todo el tiempo. No oigo nada, así que corro hacia los árboles hasta la siguiente guardia, la primera invisible; aminoro la velocidad cuando escucho el siseo de su móvil. Se escucha fuerte, pero no logro precisar dónde está. Me detengo para ver si percibo otro ruido, el que sea: respiración, movimiento. Pero no detecto nada, sólo está ahí el fuerte sonido de su teléfono.
Me acerco lentamente. Está oscuro pero ahora veo el helecho pisoteado y sus huellas. Doy un paso breve, tengo los brazos extendidos y ahora recibo la ayuda de Fairborn. Él la percibe. Quiere su sangre.
Dejo que dirija mi mano. El Fairborn se tensa y sé que estoy a sólo unos milímetros de ella. Así que lo dejo libre, y da rápidas estocadas en el aire al nivel del pecho. El cuchillo está tan afilado que ni su chaqueta, ni su piel, ni sus huesos lo detienen y siento la sangre tibia escurrir entre mis dedos; mi mano derecha encuentra su boca mientras gime con fuerza y deslizo el Fairborn hacia abajo, destrozando tela y carne. Sus vísceras calientes y resbaladizas se derraman sobre mi mano izquierda. La Cazadora ya está visible, se retuerce en el suelo; estoy hincado sobre ella, manteniendo cerrada su mandíbula y amortiguando sus quejidos. Es otra mujer joven, quizá de veintitantos años.
Me limpio la mano en su ropa y limpio el Fairborn también, tomando el riesgo de volverme visible durante uno o dos segundos; ahora debo moverme con mayor rapidez. He sido demasiado lento y ella gimió… no tan fuerte, pero lo suficiente como para alertar a las otras guardias, si es que son buenas. No puedo aventurarme a que despierten a las demás.
Tengo que entrar en el campamento.
Voy