de mi cintura y se apoyó contra mi pecho, lo que hizo que algunos Reiniciados nos miraran. Los números parecían tan importantes aquí como lo eran en la CAHR, y me pregunté si sólo la miraban a ella o si nos veían porque un Veintidós y una Uno-Siete-Ocho iban juntos.
La llevé hasta la tienda y abrí la puerta hacia atrás. Había una pequeña hoguera en medio, pero no estaba encendida. Al lado había dos mantas y dos almohadas encima de un colchón delgado hecho a mano. Dada la cantidad de ropa y sábanas que tenían, debían haber estado cultivando algodón en alguna parte. Y con éxito, por lo visto.
Wren se dejó caer en el colchón, mientras yo la seguía adentro.
—¿Esto es sólo para nosotros?
—Sí, Micah me ha dicho que la ha mandado vaciar para ti.
Me quedé agachado cerca de la puerta de la tienda, de súbito consciente de que no teníamos que dormir en la misma tienda si no queríamos. Cuando escapamos de Rosa tuvimos que quedarnos juntos, acurrucados detrás de unos cubos de basura o contra los troncos de los árboles. Pasamos la noche en mi antigua habitación, pero no quería suponer que dormiríamos en la misma cama todas las noches.
Parecía nerviosa, jugaba con un hilo suelto en sus pantalones y rehuía mi mirada. Quería subirme al colchón y abrazarla sin la amenaza de la CAHR pendiendo sobre nuestra cabeza, pero quizá no era lo que ella deseaba.
—No me importa quedarme con los demás Reiniciados, si quieres estar sola —dije. Me moví más hacia la salida de la tienda para mostrar que hablaba en serio.
Me lanzó una mirada confundida.
—¿Por qué querría estar sola?
Me reí con suavidad.
—Quiero decir, si estás más cómoda durmiendo aquí sin mí. No quería dar por hecho…
Negó con la cabeza, extendiendo su mano hacia mí. Deslicé mis dedos entre los suyos y caminé hacia la cama, hasta que quedé lo suficientemente cerca de ella para inclinarme hacia abajo y rozar sus labios con los míos.
—Siempre estoy más cómoda contigo —susurró.
Sonreí y la volví a besar mientras me deslizaba sobre el colchón. Se sacó los zapatos con un par de patadas y yo hice lo mismo. Me deslicé debajo de la manta que levantó para mí. Aún llevaba puesta la camisa que le di cuando visitamos la casa de mis padres y me llegó un ligero aroma a hogar cuando la acerqué hacia mí.
No quería recordar mi casa, ni a mis padres, ni cómo me habían rechazado. Cómo había matado a un hombre minutos después de que les dijera que era la misma persona que ellos recordaban. Sabía que eran los medicamentos de la CAHR los que me habían transformado en un monstruo desquiciado que ansiaba comer carne, pero no podía evitar sentir que les había mentido. Después de todo lo que había visto y hecho durante nuestra fuga, no era ni remotamente la misma persona que los había dejado hacía unas cuantas semanas. Era ridículo creer que lo era.
Pero a menudo no me sentía como un Reiniciado. Me preguntaba si Wren realmente no sentía nada por la gente que había matado o si sólo lo escondía bien. Si ser menos emocional era en realidad un rasgo de Reiniciados, entonces yo no lo había adquirido en mis veintidós minutos.
En realidad, menospreciar las cosas terribles como hacía Wren podría haber resultado útil. Me daba cuenta de que la insensibilidad era preferible al peso que me oprimía el pecho.
Hice un gesto de dolor. Mi versión humana jamás habría considerado eso. Me habría horrorizado la posibilidad de apagar la culpa.
Wren levantó la mirada hacia mí, le pasé la mano por el pelo y la besé con más intensidad de la que hubiera querido. Ella me abrazó alrededor de la cintura y me devolvió el beso, inclinando la cabeza ligeramente hacia arriba, mientras se movía un poco hacia atrás. Sus ojos buscaron en los míos y sospecho que se podían ver algunas de mis emociones, porque parecía estar tratando de encontrar las palabras correctas.
—Creo que ahora estamos bien —dijo suavemente—. Creo que estamos seguros aquí.
Apreté mi mano contra su espalda, tocando mi frente con la suya mientras sonreía. Me dio la sensación de que mentía, o por lo menos exageraba la verdad, porque no había manera de que Wren se sintiera segura todavía. Pero aprecié que quisiera hacerme sentir mejor.
—Gracias —le dije en voz baja mientras la besaba de nuevo.
CAPÍTULO CUATRO
WREN
Me desperté sobresaltado con el trinar de los pájaros y dirigí instintivamente una mano a la pistola en mi cadera. No encontré nada más que mis viejos pantalones de la CAHR. El material pesado de la tienda ondeaba al viento. Exhalé poco a poco.
Estaba segura.
Bueno, más o menos. Más segura que hacía algunos días, por lo menos.
Mi segundo instinto fue buscar a Ever en la cama junto a mí, y mi cabeza giró a la izquierda antes de que lo pudiera evitar. No había nada ahí, excepto la tela de la tienda. Cogí aire temblorosamente mientras giraba la mirada. Por lo menos no tenía que quedarme mirando su cama vacía como en el viejo cuarto de la CAHR.
Callum estaba al otro lado, con las manos detrás de la cabeza y la mirada clavada en el pequeño agujero en la parte superior de la tienda. Estaba tan quieto que por un momento entré en pánico, pensando que había vuelto a caer en la locura, pero sus ojos se movieron hacia mí y logró esbozar una pequeña sonrisa. Podía ver lo que estaba pensando sin que me lo tuviera que decir. El horror de lo que había hecho, la memoria del hombre que había matado; todo estaba escrito en su rostro. No había nada que pudiera decir. Mi única esperanza era que encontrara una manera de olvidar, de seguir adelante o de hacer lo que haría cualquier persona que se sintiera culpable de haber segado una vida.
Algún día le preguntaría cómo podía torturarse por haber matado a una persona cuando yo había asesinado a tantas que ya no llevaba la cuenta. Le preguntaría por qué yo le gustaba, cuando él odiaba tanto matar. Algún día señalaría lo extraño de eso.
Pero no ahora.
Me incorporé y me pasé las manos por el pelo. Evité la mirada de Callum. Necesitaba ducharme. Y ropa nueva. Todavía llevaba puesta su camiseta vieja tres tallas más grande que la mía; sin embargo, era imposible que tuvieran ropa para todos, así que lo más probable era que tuviera que lavarla.
—¿Wren?
Suspiré al escuchar el sonido de la voz de Micah fuera y me arrastré para tirar de la puerta de la tienda, que al abrirse me obligó a entrecerrar los ojos por la luz temprana del sol. Debía haber dormido quince horas.
—¿Sí?
Micah me miró, tenía las manos en las caderas.
—Estamos dividiendo a la gente en grupos para comenzar a limpiar y reconstruir hoy. ¿Quieres estar conmigo? Puedo llevarte a recorrer el complejo para mostrártelo todo.
Me puse de pie, tratando de pensar en un pretexto legítimo para quedarme en la tienda con Callum todo el día. No tenía ninguno.
—Claro —dije, ahogando un suspiro. Callum salió de la tienda y Micah no le extendió el ofrecimiento.
—¿Me puedo duchar primero? —señalé la ropa sucia—. ¿Y sería posible conseguir algo que ponerme?
—Sí, claro —se giró, indicando que lo siguiera—, por aquí.
—¿Quieres venir? —le pregunté a Callum.
Negó con la cabeza, mientras miraba a Micah divertido.
—Estoy bien, nos vemos luego.
Puse los ojos en blanco detrás de Micah y Callum sonrió ampliamente mientras me daba