Amy Tintera

Rebeldes


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      —Teníamos más gente como hasta hace un año —hablaba en voz baja.

      —¿Adónde se fueron? —apreté la cuchara con más fuerza.

      —Un grupo de alrededor de cincuenta se fue por su cuenta.

      Arqueé las cejas.

      —¿Por qué?

      —¿Has notado que no hay muchos Reiniciados adultos en la reserva?

      Asentí.

      —Tuvimos una discusión —contestó—. La generación mayor no estaba contenta, no le gustaba cómo dirigía las cosas, así que se marchó. La mayoría de la gente con niños decidió acompañarla. Creyeron que estarían más seguros lejos de aquí.

      —¿Y sabes adónde fueron?

      La idea de una segunda comunidad segura para Reiniciados era reconfortante, en especial si ésta no funcionaba.

      —Todos murieron —dijo Micah. Una expresión de dolor cruzó por su rostro—. Traté de decirles que no era seguro, que nuestras mayores ventajas eran nuestro número y nuestras armas, pero se fueron de todos modos. Los encontré una semana después, cuando salí de cacería. Parece que la CAHR los atrapó.

      —¿Fueron hacia el Sur? —pregunté, sorprendida.

      —Más bien hacia el Oeste —dijo Micah, protegiéndose los ojos con el dorso de la mano mientras miraba hacia el sol—. Pero la CAHR tiene maneras de rastrear y cazar a los Reiniciados en todos lados.

      Tragué un poco de avena, mientras me atravesaba una punzada de miedo. Si eso era cierto, mi plan de emergencia de escapar con Callum no parecía bueno.

      —¿Cómo los atrapó la CAHR? —pregunté—. ¿No iban armados?

      —Apenas. Nuestras armas son de la reserva. No se las iba a dar a un grupo de desertores. Se llevaron lo que tenían, pero no les bastó. Por lo visto, la CAHR mandó a muchos oficiales, más de los que pudieran combatir.

      Parecía que Micah tenía más que suficientes armas. Me pregunté si todos en la reserva habían estado de acuerdo con que dejara ir a unos Reiniciados escasamente armados para defenderse.

      —¿Cuánta gente hay aquí ahora? —pregunté.

      —Poco más de cien, quizá ciento quince. Éramos ciento veintisiete ayer, antes de que llegarais, pero todavía estoy esperando un conteo preciso de las bajas —se puso de pie de un salto y se aclaró la garganta—. ¿Ya has terminado? Te llevaré a hacer el recorrido.

      Quería preguntar exactamente por qué se habían ido los Reiniciados, pero la forma en que Micah había dicho que porque no les gustaba cómo dirigía las cosas me hizo dudar de que pudiera obtener una respuesta completa. Quizá sería mejor preguntárselo a Riley o a alguno de los Reiniciados de aquí.

      Dejamos nuestros platos para que los lavaran y seguí a Micah por la reserva. Señaló los lugares donde fabricaban la ropa y otros artículos indispensables, como jabón y muebles. Usaban una tienda como escuela, y dijo que los Reiniciados más jóvenes de Austin deberían asistir de nuevo. Tal vez tenía razón. Yo había logrado conservar gran parte de mi educación, pero no había tenido ninguna otra después de los doce años. Quizás ir a esa tienda sería bueno para mí también.

      Me llevó afuera y caminamos hasta el borde de sus extensos cultivos. Cosechaban avena, trigo y judías, entre otras cosas. Un enorme establo era una de las únicas estructuras permanentes del conjunto y estaba repleto de ganado.

      Había que reconocérselo a Micah. El lugar estaba organizado y prosperando bajo su mando. Me daba la sensación de que si la CAHR lo dejara a cargo de las ciudades las limpiaría en menos de un mes y los tendría a todos alimentados, vestidos y organizados.

      —¿Habrá suficiente comida para alimentarnos a todos con un centenar de personas más? —le pregunté mientras comenzábamos a caminar de vuelta a la reserva—. No sé mucho sobre cultivos, pero ya habéis cosechado todo lo de la temporada pasada, ¿verdad?

      Asintió.

      —Estaremos bien, aunque quizás un tanto limitados. También tenemos algunas hortalizas en la reserva. Estoy trabajando en un plan para asegurarme de atenderos a todos. Además, todavía estábamos produciendo suficiente para los Reiniciados que se fueron.

      Parecía triste cada vez que hablaba de ellos y sentí un poco de lástima por él. Debía haber sido una enorme carga cuidar a tantos Reiniciados, mientras la CAHR constantemente trataba de matarlos.

      —El equipo de cacería ya debería haber vuelto—murmuró, mientras clavaba la vista en el cielo—. Estaba programado que regresaran esta mañana.

      —¿Normalmente regresan a tiempo?

      —Sí, cuando va Riley. Lo conoces, no se desvía del plan.

      Era cierto. Había sido un entrenador incluso más estricto que yo. Probablemente habría dejado que el oficial Mayer matara a Callum sin protestar.

      —¿Dónde están? —pregunté—. ¿Puedes ir a buscarlos?

      —Vamos a ver si han logrado que uno de los transbordadores funcionara —dijo—. Han ido muy lejos, como a doscientos kilómetros al norte, pero no nos llevará mucho tiempo en un transbordador.

      Arqueé las cejas sorprendida. ¿Iban tan lejos para cazar? Debían haber arrasado esta zona por completo. ¿O la gente siempre tenía que cubrir tanto terreno para cazar? Nunca había cazado, así que quizás era normal.

      Entramos en la reserva y fuimos por el camino de tierra hacia la reja principal. Los Reiniciados estaban ocupados montando tiendas y limpiando escombros. Habían hecho grandes progresos en apenas el par de horas que yo llevaba con Micah. Comenzaba a parecer que nada había sucedido.

      Había dos transbordadores fuera, frente a la reserva. Había Reiniciados alrededor de ambos y unos cuantos más paseaban por ahí recogiendo basura. Uno de los transbordadores estaba en mal estado, con un flanco completamente golpeado, pero el otro podía haber estado peor. Estaba abollado y sucio, le faltaba una pequeña esquina del lado del piloto trasero, pero aparte de eso no estaba mal.

      Nos acercamos al transbordador bueno y alcancé a ver a Callum en el asiento del piloto, con el ceño fruncido mientras jugueteaba con algo en el tablero. Tenía grasa en las manos y en los brazos, como si hubiera trabajado en otras partes también.

      —¿Éste funciona? —preguntó Micah.

      Callum levantó la cabeza y sonrió al verme.

      —Sí. Hemos reemplazado un par de piezas con otras de los transbordadores más destruidos y acabo de reparar el sistema de navegación.

      Micah lo miró sorprendido y se inclinó sobre él para examinar el tablero.

      —Gracias, buen trabajo. No es que yo sepa cómo usar el sistema de navegación —se carcajeó.

      Callum salió del transbordador de un salto.

      —No hay problema, puedo enseñarte algún día si quieres —se limpió las manos en los pantalones—. ¿Vais a algún lado?

      —Nuestro grupo de cacería no ha regresado. Estoy empezando a preocuparme un poco —se giró hacia mí—. ¿Quieres venir? Si hubiera problemas me podría servir tu ayuda.

      Vacilé mientras miraba a Callum de reojo. No me entusiasmaba precisamente la idea de saltar a un transbordador para correr tras los problemas de nuevo.

      —No deberíamos tardar mucho. Volveríamos a más tardar esta noche. Y si están bien, quizá nosotros podamos ir de cacería —Micah me dio un golpe ligero en el hombro—. La caza es estupenda, creo que te gustaría.

      Tal vez tenía razón en eso. Lo más seguro es que fuera como cazar asignaciones en Rosa, sólo que los venados y los conejos podían correr más rápido. Sería un mayor desafío, sin tener a los humanos ladrándome órdenes