Amy Tintera

Rebeldes


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de la guerra.

      —No, eran muy pocos. Simplemente acumularon las armas para protegerse. Cuando los trasladé a todos aquí, a campo abierto, trajimos todo con nosotros.

      Abrí la boca para preguntar por qué los trasladaría a todos a campo abierto, dejándolos vulnerables a los ataques de la CAHR, pero el transbordador comenzó a aterrizar y Micah se acercó al piloto. Se sentó en el asiento del pasajero y señaló algo hacia el este mientras le murmuraba al conductor.

      —Están justo ahí enfrente —dijo con una sonrisa, girándose hacia nosotros—. Parece que todos están bien.

      Me deslicé hacia delante en mi asiento para ver unas cuantas figuras debajo. La tierra plana que rodeaba la reserva había desparecido y en su lugar se hallaban enormes estructuras de piedra, casi montañas. Era como si alguien hubiera tallado un gigantesco agujero al azar en medio de Texas.

      —Deberías ver el que está más al norte —dijo Kyle al ver mi expresión—. Hace que este cañón se vea diminuto.

      Había un río no muy lejos y el terreno estaba espolvoreado de árboles. Esta zona parecía mucho más bonita que la que Micah había elegido para la reserva.

      El transbordador aterrizó suavemente. Kyle me pasó dos armas —una escopeta y una pistola— y municiones adicionales. Estos Reiniciados de verdad no corrían riesgos. Había que admirarlos por eso.

      La puerta del transbordador se deslizó y se abrió, y un destello de previsión me recorrió el pecho. No sabía cómo comportarme con Riley fuera de la CAHR. Podría haberlo contado entre mis amigos, pero uno que casi nunca hablaba conmigo.

      Salí detrás de Jules, con el rostro contraído ante el potente viento que me golpeaba. Menos de un día y ya me molestaba completamente el viento de aquí; nunca había sentido nada parecido.

      Micah salió por la puerta que estaba detrás del piloto bajito y levantó la mano hacia algo en la distancia. Entrecerré los ojos y levanté una mano para bloquear la luz del sol.

      Cuatro, no, cinco Reiniciados caminaban hacia nosotros. Había dos motocicletas detrás de ellos, una tirada en el suelo con el neumático pinchado.

      El tipo que iba delante del grupo caminaba más de prisa que los demás: era el líder. Su pelo estaba más largo que la última vez que lo había visto, hacía casi un año. Los gruesos mechones color rubio oscuro le llegaban al cuello. Sus ojos eran de un azul claro y penetrante. Era Riley Uno-Cinco-Siete.

      —Oye, Micah —llamó mientras se acercaba—. Disculpa, nosotros…

      Se detuvo en seco; sus ojos se abrieron más al encontrarse con los míos.

      —¿Wren?

      Micah se carcajeó, mientras se giraba para mirarme de reojo.

      —Sorpresa.

      —¿Wren? —volvió a decir Riley, con un rastro de risa. Levanté la mano para saludarlo, pero ya corría hacia mí y me paralicé, dudosa de lo que quería hacer. Me levantó en brazos, mis pies casi no tocaban el suelo. Me quedé tiesa. Qué extraño. Riley nunca me había tocado. Su semblante sin expresión ni emoción había sido mi parte favorita. Éramos iguales en ese sentido.

      Me soltó; su rostro estaba más emocionado de lo que lo hubiera visto jamás. Era casi tan alto como Callum, pero más ancho, aunque estaba un poco menos musculoso que la última vez que lo había visto. La única cosa que Riley disfrutaba en la CAHR era hacer ejercicio.

      —¿Cómo has llegado hasta aquí? ¿Qué ha pasado? ¿Te ayudó Leb?

      Sus palabras brotaron apresuradas, y para cuando llegó a la última pregunta no estaba segura de que quisiera que le contestara ya la primera.

      —Sí —dije despacio—. Leb me ayudó. Yo… eh, me escapé.

      Riley se rio como si fuera la cosa más graciosa que hubiera escuchado en su vida y me envolvió en otro abrazo. ¿Qué estaba pasando? ¿Desde cuándo abrazaba Riley? ¿Desde cuándo se reía Riley?

      —¡Ha olvidado la parte en que rescató a cada Reiniciado de las instalaciones de Austin y los ha traído con ella! —exclamó Micah sobre su hombro mientras se dirigía hacia los demás Reiniciados.

      Riley frunció el ceño con confusión.

      —¿Austin? ¿Qué hacías en Austin?

      —Es una larga historia —interrumpió Jules, mirándome con compasión. Señaló hacia las motos—. ¿Qué está pasando ahí?

      —Se le pinchó el neumático a una —dijo Riley—. Estábamos tratando de parchearla para que todos pudiéramos volver en moto, pero no lo hemos logrado —se asomó para mirar detrás de mí—. ¿Es un transbordador nuevo?

      —Wren viaja con estilo —dijo Jules, sonriendo entre dientes.

      Micah se arrodilló junto a la moto estropeada.

      —Podemos meter ésta en el transbordador. Vosotros dos os podéis subir en la otra para regresar —se enderezó para examinar la zona—. ¿La cacería no ha producido nada esta vez?

      —Lo siento, no hemos podido encontrarlos —dijo Riley.

      Micah apuntó hacia el este con su escopeta.

      —Los acabo de ver justo allí. Estás perdiendo facultades, amigo —asintió con la cabeza hacia mí—. Wren, ven conmigo. Jules y Kyle, seguid por el lado sur —miró a Riley—. Vosotros quedaos aquí y vigilad el transbordador. Subid la moto.

      Di un paso hacia Micah y me detuve mientras Riley me envolvía los dedos frescos alrededor de la muñeca. Casi toda la felicidad se le había esfumado del rostro y en su lugar tenía esa mirada sin expresión que conocía tan bien.

      —¿Quizá Wren se pueda quedar aquí? —dijo Riley.

      Micah puso los ojos en blanco.

      —Tendréis mucho tiempo para poneros al día, lo prometo. Le he dicho que podía cazar.

      Riley parpadeó rápidamente mientras me soltaba la muñeca. Fruncí el ceño, confundida. No podía leer la expresión de su rostro. Estaba… ¿preocupado? No lo había visto preocupado por mí desde que había sido mi entrenador.

      —¡Vámonos! —dijo Micah. Me guiñó el ojo—. Será divertido.

      Volví a mirar a Riley mientras seguía a Micah, pero sólo se me había quedado mirando sin expresión. Qué extraño. Iba a tener que preguntarle de qué se trataba todo esto cuando tuviéramos un momento a solas.

      Caminamos por el crujiente césped muerto, los árboles esparcidos alrededor nuestro. Micah ajustó la escopeta que llevaba atada a la espalda y le quitó el seguro a la pistola. Una pistola parecía una elección extraña para la cacería, pero él sabía más de este asunto que yo.

      —¿No piensas a veces en la venganza? —preguntó en voz baja después de transcurridos varios minutos caminando—. ¿De ese humano que te mató a ti y a tus padres?

      —No. De todos modos estoy segura de que la CAHR ya lo atrapó. No creo que fuera sutil al matarnos.

      —¿Pero y si no lo hicieron? ¿Regresarías y lo matarías?

      Negué con la cabeza.

      —De verdad no me importa. No siento nada cuando pienso en mi muerte o en la de mis padres.

      Lo miré rápidamente. Quizá no debería haber dicho lo último. Eso habría horrorizado a Callum.

      Pero Micah asintió como si lo entendiera.

      —Sí, de cualquier forma tus padres te habrían rechazado una vez que Reiniciaras.

      Pensé en la expresión de la madre de Callum mientras clavaba la mirada en su hijo. Micah tenía razón en eso. Mis padres apenas si podían soportarme como humana.

      —Admiro tu