Dawn Brower

Confesiones De Una Sinvergüenza


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tipo. Jason se había negado en dejar su casa, pero su madre se había ido a vivir con el duque. Ella se sentía segura bajo el cuidado de su padre. Jason había elegido un camino diferente. Había aprendido a usar un arma y se había convertido en un tirador experto. Además de llevar un arma consigo todo el tiempo. Después de eso, se entrenó con un pugilista y aprendió a defenderse con sus puños, ante cualquier situación en que no pudiera usar su arma. No estaría indefenso otra vez.

      Ahora, el duque había muerto. Había fallecido hacía casi seis meses. ¿No era sorprendente que Jason no quisiera enfrentar esto? A él no le gustaba su tío, el nuevo duque. Entonces, se había negado a viajar al Castillo Wilmington. No había encontrado razón para visitar a este abogado. La mayoría del ducado estaba implicado en la herencia, así que la pequeña herencia que pudiera recibir no era mucha. Jason se las había ingeniado para rascar los pocos fondos que la hacienda Asthey podía tener. Aunque, tendría que resolver, porque la hacienda no era sustentable. Si las cosas continuaban en la trayectoria actual, se quedaría sin fondos en un año para hacer que todo siguiera funcionando, dos como mucho. La hacienda necesitaba reparaciones y muchos de los terratenientes estaban luchando con los equipamientos viejos. Jason no sabía que podía hacer. El matrimonio era siempre una opción. Una heredera con una dote fuerte, resolvería todos sus problemas financieros, pero le dejaba un sabor amargo en su boca. Odiaba la idea de tener que casarse sólo por dinero. Honestamente, odiaba completamente la idea del matrimonio, considerando lo horrible que habían sido los años de matrimonio de sus padres. Él preferiría estar sin dinero, antes de hacer miserable la vida de una pobre mujer.

      “Por qué estás sentado aquí solo, melancólico?” Shelby arrastró las palabras, mientras entraba perezosamente en el salón. Jason lo miró y frunció el ceño. El cabello oscuro de Shelby estaba despeinado, tal vez del viento de afuera – Jason dudaba que volviera a caer en sus viejos hábitos de seducir cualquier mujer dispuesta y dejar que le acariciaran sus rulos negros. Shelby amaba a su mujer, después de todo. El resto de él era inmaculado, lo que sugería que definitivamente estaba haciendo honor a sus votos de matrimonio. Su atuendo era principalmente negro. Su chaleco era verde esmeralda, y su corbata y camisa eran de un color blanco brillante.

      Jason golpeó su dedo en el antebrazo de la silla. “Qué estás haciendo aquí?” Él alzó una ceja. “El club no es para hombres que han sucumbido a los males del matrimonio.”

      Su amigo rió y fue derecho a sentarse a su lado. Mientras se sentaba en el sofá, dijo, “Harrington ha decidido hacer algunas excepciones. Algo relacionado con necesitar hombres que se puedan ocupar de algunas cuestiones cuando no esté aquí. Él nos ha reclutado a mí y a Darcy para que seamos sus lugartenientes, por no encontrar una mejor palabra.”

      “Ha estado yéndose de Londres últimamente,” Jason se encogió de hombros. Harrington podía haberle pedido que se ocupara de algunas cosas. No le habría importado. “Desde que es padre, el club se ha vuelto menos atractivo.”

      “Tiene nuevas prioridades,” Shelby agregó. “Estaba destinado a suceder cuando se enamorara. Marian lo ha cambiado, y para mejor.” Dirigió su mirada hacia el bar. “Necesito un trago. ¿Quieres uno?”

      “Veo que el matrimonio no te ha cambiado mucho a ti,” Jason lo provocó. “¿Kaitlin no te extraña?” A él siempre le había gustado Lady Kaitlin. Podía ser tímida, pero tenía una inteligencia brillante. Shelby no podría haber elegido una mejor mujer para enamorarse. Se complementaban muy bien entre ellos. Kaitlin lo había ayudado a no reaccionar…imprudentemente. Él parecía más centrado desde su casamiento. Jason nunca podría haber pensado que ellos dos podrían enamorarse, pero estaba feliz por ellos. Quizás él no creía en el amor, pero estaba complacido que sus amigos lo hubieran encontrado.

      Él hizo un gesto con su mano desdeñosamente. “Ella está tomando té con Samantha y Marian.” Shelby sirvió brandy en dos vasos y después los llevó hacia donde estaba Jason. Le ofreció un vaso a Jason y dijo, “Prácticamente me hechó fuera de la puerta. No les gusta la compañía masculina, cuando están contándose sus chismes.”

      “Si,” respondió Jason distraídamente. “Eso haría difícil discutir situaciones delicadas.” Jason debería irse del club. Ir a visitar al abogado de su abuelo y ver de qué se trataba todo el asunto. Aunque ni iba a hacer nada. En cambio, se sentaría en el club Coventry y bebería brandy, probablemente varios vasos. Después trastabillaría por las escaleras hasta la habitación que tenía en el club y dormiría hasta el día siguiente. Ignorar sus problemas se estaba volviendo su talento particular.

      “Entonces entiendes por qué estoy aquí.” Tomó un sorbo de su brandy. “Ahora explica por qué estás tú aquí. ¿No deberías estar en la soledad de Surrey o por ahí?”

      “No hay nada allí para mí.” Con su abuelo muerto, la hacienda del ducado no ofrecía ninguna comodidad.

      “¿No está tu madre allí?” Shelby inclinó su cabeza al costado.

      “Considerando que nunca deja el castillo, asumo que debe estar ahí.” Jason sorbió algo de brandy. Le quemó mientras bajaba por su garganta. Le gustaba sentir el fuego…Le hacía sentir algo, cuando normalmente no sentía nada dentro de él. “Ella está cómoda allí. ¿Quién soy para molestarla?” Tal vez era muy duro con ella. Había soportado mucho viviendo con su padre. Su madre merecía sentirse segura después de todo eso, y él quería que se sintiera así. Una parte de él se sentía traicionado. Ella nunca quería verlo, y no podía soportar mirarlo a los ojos cuando estaba cerca de él. Se parecía mucho a su padre – cabello rubio y ojos azules, con su físico y pómulos cincelados. Iguales siempre. Todo eso hacía que ella no se sintiera segura cerca de él. Como si Jason pudiera señalarla enojado… Él nunca le haría daño a su madre, emocionalmente o físicamente. Entonces, por esa razón, se mantenía alejado.

      Estaba hecho un desastre…

      “¿No es un poco más complicado que eso? ¿Qué pasa con los últimos deseos de tu abuelo? ¿No deberías averiguar cuáles son?”

      Removió lo que le quedaba de brandy en el vaso. “No necesito viajar a Surrey para descubrir lo que mi abuelo quería.”

      “¿Entonces que tienes que hacer?” preguntó Shelby.

      Jason tomó la carta de sus rodillas y se la pasó a Shelby. Luego sorbió lo que le quedaba de brandy de un sorbo. Se paró y fue a rellenar su vaso, mientras Shelby observaba el mensaje del abogado.

      Se recostó en su asiento y esperó. No pasó mucho tiempo hasta que Shelby levantó su vista para mirarlo. “¿Por qué estás ignorando esto?”

      “No sé,” Pasó su mano por su cabello. “Sería el final. Luego, tendría que aceptar que realmente ya no está, y no estoy listo para aceptar esto.”

      “Creo que ha pasado suficiente tiempo para que lo hagas,” dijo Shelby suavemente. Se acercó y colocó su mano en el brazo de Jason. “Ve a ver al abogado. No puedes evitar esto durante más tiempo.”

      Extrañaba mucho a su abuelo. Aunque Shelby tenía razón. Tenía que ir a ver al abogado. Ignorar esto era tonto. “Escucho lo que dices e incluso estoy de acuerdo…Ahí es donde siempre fallo.”

      “¿Quisieras que fuera contigo?” preguntó Shelby. “¿Te ayudaría a hacer lo que finalmente debes hacer?”

      ¿Le ayudaría? ¿Realmente necesitaba a alguien que lo llevara de la mano, para que hiciera lo que debía y dejara de actuar como un niño? Sería mucho más fácil si iba y terminaba con esto. No importaba si quería o no. Debía hacerlo. “Quizás necesitaría a alguien que me pateara el trasero para llegar allí. ¿Sientes que puedes ocuparte de este asunto?”

      “Sería un placer,” Shelby hizo una mueca. “Pero tengo un pedido antes.”

      Jason frunció el ceño. Casi tenía miedo de preguntar. “¿Qué necesitas?”

      “Es una cosa pequeña. Estoy seguro que te podrás encargar.” Estiró su mano. “Dame tu pistola.”

      Jason no iba a ningún lado sin su pistola. Era una de las cosas que lo hacían sentirse siempre