Sebastián Blaksley

Elige solo el amor


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de luz y verdad. En la unión de ambos corazones reside la seguridad del corazón humano y de todo lo creado. En su unidad reside la fortaleza de Dios, todo su poder y toda su gloria.

      II. Trinidad santa

      Hijas e hijos de Dios, el corazón de María, el corazón de Jesús y el corazón humano unidos son una trinidad santa, dentro de la cual todo es creado y fuera de la cual nada existe que sea verdad. Este círculo de amor trino es un círculo de amor infinito que se extiende ilimitadamente hasta el amor de Dios el Padre haciéndose uno con él y con todo lo creado. En esta unidad reside toda la creación. En esta unidad todo es tal como Dios lo creó para ser. En esta unidad sois los co-creadores y co-redentores del universo. Permaneciendo en esta unidad es como permanecéis en la presencia del amor.

      Hijas e hijos de la santidad, estas palabras están dirigidas de un corazón trino a un corazón trino. Del corazón de Dios el Padre, el hijo y el Espíritu Santo al corazón unido en santidad en la unión de los tres corazones. De la unión de ellos es de lo que he venido a hablaros hoy y siempre.

      En la unión de los tres corazones reside la verdad de todo lo que es en verdad. En esta unidad reside la santidad de vuestro ser. En esta unidad sois la luz del mundo. En esta unión todos unidos creamos un nuevo cielo y una nueva tierra. A esta unidad retornamos cuando volvemos a la casa del Padre y en ella existimos en la eterna unidad que es creación perpetua, extensión de amor.

      Siente la ternura del amor dentro de esta unidad del refugio. Hazte una con él. Fúndete en su luz. Deja que el yo desaparezca en el nosotros, en la totalidad. Vuela con el vuelo de tu ser hacia este refugio donde ya estás y donde la espaciosidad es de tal envergadura que nada puede limitarte. Nada escapa de la luz de este refugio de amor divino que todo lo abarca.

      Siente la alegría de la unión. La beatitud del amor. Deja que cada fibra de tu ser se embeba en sus aguas cristalinas y se refresque con el viento que sopla desde la ternura de la paz. Comienza a recordar las memorias divinas. Recuerda todo el amor que en este refugio has experimentado. El abrazo de tu Padre creador. El gozo de la unión y la alegría inefable de crear lo bello, lo bueno, lo santo.

      Un cántico de alegría comienza a oírse desde lo alto. Son los ángeles y vuestras creaciones santas que entonan un triludio de amor y gratitud al ser reconocidas por el amor de su creador. El movimiento de este canto crea un nuevo canto. De sus notas emerge una nueva creación. Al dar a luz una nueva creación, una nueva trinidad santa es creada. Ahora, tú te unes a tus creaciones y ellas a las suyas, y de ese modo creador, creado y creación se hacen nuevamente uno en una nueva tríada de creación eterna. Siempre tres. Siempre uno. Siempre trino.

      2

      La cuna del pensamiento

       Un mensaje del arcángel Rafael al unísono con el coro de los ángeles en presencia del arcángel Gabriel

      I. ¿Dónde nacen los pensamientos?

      A ver si puedes sumergirte en las memorias divinas. A ver si dejamos atrás todo lo aprendido en la experiencia humana para dejar de vivir en la limitación de una conciencia que concibe la realidad desde una perspectiva tan pequeña, que es como si se tratara de un minúsculo grano de arena que, aunque bello, perfecto y santo, es ínfimo en comparación a la totalidad del universo. Seguir concibiendo a ese granito de arena como la totalidad es algo que carece de razón, porque carece de sentido.

      Expande tu consciencia. Dejemos atrás la mente pensante y comencemos a dejar que la consciencia se expanda abarcándolo todo. Comencemos a ver con los ojos del alma. Comencemos a conocer con esa parte del ser que está más allá de la mente pensante e informa al ser siendo aquello que informa y lo informado.

      Dejemos todo juicio a un lado. No juzgues lo que oirás, ni lo que verás porque verás lo que ojo humano jamás vio y lo que ningún oído humano ha oído ni podrá oír jamás. Verás y oirás lo que nadie jamás podrá oír ni ver por ti, pues solo tú puedes ver lo que eres en verdad. Nadie podrá contártelo y tú no podrás contárselo jamás a nadie. No se puede compartir.

      ¿Dónde nacen los pensamientos? ¿Dónde habitan los pensamientos? ¿De dónde emanan? ¿Quién o qué cosa les da existencia? ¿Quién piensa lo que los pensamientos piensan? ¿Dónde reside la dulzura? ¿Dónde vive la vida? ¿Dónde mora el amor?

      Todo pensamiento debe que tener un origen. Tiene que existir un lugar o un algo que bien puede ser llamado la cuna del pensamiento. Hacia allí es hacia donde iremos y de ese modo retornaremos a la conciencia de nuestro ser. Pues ese centro es lo que en verdad somos. Sigue la estela de pensamiento (no de su contenido sino de la energía del pensamiento) y deja atrás el cuerpo. No te aferres a la idea del cuerpo físico.

      Comienza a sentir esa parte del universo desde donde fluyen los pensamientos. Siente la miríada de pensamientos fluir en profusión, yendo y viniendo de un lado a otro como si se tratara de una fuerza energética que brota desde un centro y se extiende hacia fuera de sí mismo, como si se tratara de un volcán desde cuyo núcleo, en el centro de la tierra, lanza su calor y su fuerza hacia el exterior sin que nada pueda detenerlo. Una explosión de vitalidad que emana del núcleo y se expande. Ese núcleo es un origen, un alfa.

      ¿Dónde nacen los pensamientos? Deja que tu memoria sea libre y permítele ir donde quiera ir. O mejor dicho deja que el recuerdo venga a ti por sí mismo. La memoria sabe quién la creó y dónde reside su valor. La memoria sabe dónde reside el amor y es allí, al refugio de amor divino, a dónde querrá ir por sí sola en busca de su refugio y su paz. Y dado que conoce el camino, puede habitar en la casa del Padre sin inconveniente alguno si la dejas en libertad.

      II. La ventana de la consciencia

      Hay un lugar en el universo desde donde emana todo pensamiento. Tiene que haberlo, pues la capacidad de crear pensamiento o la capacidad de pensar, lo cual no debe ser confundido con el acto de pensar, debe tener un origen, ya que el pensamiento es un efecto. Todo el que observa su pensamiento puede saber esto de modo simple, claro y sencillo. Todo pensamiento es un medio y nunca un fin. No puede ser un fin porque el pensamiento no es su propio origen. El pensamiento no se crea a sí mismo.

      Es evidente que existe algo que antecede al pensamiento. Ese algo es precisamente de lo que estamos hablando. ¿Es ese algo, un lugar? ¿Es un solo lugar? ¿O hay un lugar para cada uno de vosotros? ¿Cuál es la razón de que cada uno tenga diferentes pensamientos? ¿Cada uno de vosotros sois una fuente en sí misma? ¿Fuente de vosotros mismos? ¿Fuente independiente e individual que crea para sí y por sí mismo sus propios pensamientos? ¿Los pensamientos que piensas que piensas los has pensado tú? ¿Sobre qué base los has concebido? En ese caso, si cada uno fuera un sistema cerrado en sí mismo, el cual crea su propio pensamiento de un modo en que no está unido a otros sistemas cerrados de pensamiento (el otro), ¿quién mantiene unidos a esos sistemas independientes? ¿De dónde obtiene cada sistema individual la energía vital a la que llamamos pensamiento? ¿Cada uno de vosotros sois un volcán independiente con un núcleo autónomo desde el cual se expande la energía de su centro hacia fuera de sí mismo?

      Si reposas en la quietud y cierras los ojos por un instante y renuncias a juzgar, verás pasar enfrente de ti a una serie de pensamientos. Esto no es nada sorprendente. Es lo que es. Lo llamas observación. ¿Qué ha ocurrido? Simplemente que ciertos pensamientos han atravesado el marco de tu consciencia. Es decir que tu consciencia es como una ventana a través de la cual estás mirando. Todo lo que pasa a través de ella es visto. Lo que no transita frente a ella parece no existir.

      Si la consciencia es como la ventana de una casa y tú estás encerrado dentro mirando hacia la ventana, entonces quiere decir que todo lo que observas que atraviesa el marco de esa ventana es algo parcial. No estás viendo la totalidad porque desde este lado de la ventana no puedes ver la totalidad de las relaciones que existen entre todo lo que es, y eso que atraviesa el marco de la ventana y que entonces puedes ver, es decir, percatarte. Estás tú. Está la casa. Esta esa ventana por la cual miras. Si te alejas más