Sebastián Blaksley

Elige solo el amor


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dan forma a esos pensamientos, según crees tú. ¿Quién piensa esos pensamientos? ¿Qué relación existe entre tú y ese algo que piensa lo que piensa? ¿De dónde surgen esos pensamientos que pasan frente a la ventana que estás mirando?

      III. Imaginación y pensamiento verdadero

      Hijas e hijos de la pureza y la verdad, esos no son pensamientos. Cuando os sentáis solos dentro de la casa a contemplar por la ventana vuestros pensamientos y las imágenes que ellos forman, estáis sentados en la casa del sueño, soñando una vida. Imaginando que estáis pensando. Dando imágenes a todo. Creando imágenes de ensueño. Esos no son pensamientos, son imaginaciones que proceden del sueño. Del sueño del olvido, si bien son fruto de una actividad de la mente. Fuera de la casa está la vida. Fuera de la casa está la verdad acerca de ti, de vosotros y de todo. Dijimos que si os acercáis a la ventana podéis ver más. ¿Qué ocurriría si atravesarais la ventana y os aventurarais más allá de ella? ¿Cómo se vería la vida desde fuera de la casa?

      Sal y gloríate en tu gloria y alcanzarás los anhelos de tu corazón. Es lo que en Mi diálogo con Jesús y María te exhortábamos a hacer. Salir de la casa del miedo es lo que te lleva a lanzarte al amor. Hija del amor, estás sentada dentro de una casa desde cuya ventana observas la vida sin involucrarte en ella y de este modo dejas que la vida se viva en ti en vez de estar viviéndola tú. Esto quiere decir que no estás pensando en nada en absoluto. Esto quiere decir que has renunciado a tu poder de crear.

      La vida es pensamiento porque este es el medio a través del cual se crea todo lo que es creado. Si no piensas en nada dejas de crear. Si no creas dejas de ser quien eres, en el sentido en que dejas de expresar tu ser, y al dejar de expresar tu ser pierdes el conocimiento de lo que eres, ya que pierdes la consciencia de lo que eres en verdad y eso te genera una sensación de pequeñez, vulnerabilidad e in-apropiación que te hace sentir cada vez menos.

      Ha llegado el tiempo de salir de la crisálida. Ha llegado el tiempo de recordar una vez más, y de este modo reconocer, que la cuna del pensamiento es el corazón de Dios. Que si retornamos y nos mantenemos dentro del refugio de amor divino que es Dios mismo, en la unión indivisa de los tres corazones, entonces todo pensamiento de Dios será pensado en nuestra mente y dejaremos para siempre la mirada limitada que surge de ver todo desde la perspectiva de lo que los sentidos del cuerpo nos quieren decir.

      IV. Pensar y ser

      Dejamos el cuerpo atrás. Lo abandonamos. Lo observamos con benevolencia y compasión. Empezamos a tomar distancia de la forma y comprendemos que la forma imita al contenido. Que todo pensamiento amoroso de Dios se expresa en una rosa, en un haz de luz, en el tintinar de las gotas de agua cristalina que salpican en un estanque donde las aves se bañan y detienen a beber. Comenzamos a ver desde más allá de la ventana.

      Comenzamos a descubrir. Hemos salido de la casa del miedo. Nos aventuramos a lo desconocido. Comenzamos a descubrir que todo pensamiento verdadero es de Dios, pues él, y solo él, puede crear pensamiento. Hemos recordado. Hemos recordado donde reside la dulzura. Donde mora el amor. Donde reside la verdad. Y al recordar nos levantamos dulcemente, miramos frente a frente la ventana, la abrimos, la traspasamos y nos adentramos en la infinitud de la creación, para gozo de nuestras almas.

      Ya no miramos la creación desde un lugar pasivo sin relacionarnos con ella ni con nadie. Ahora recordamos que la verdad nos es revelada en la relación de los tres corazones. Ya no perdemos el tiempo tratando de conocernos a nosotros mismo, a Dios y a la vida, del único modo en que jamás puede conocerse nada, buscando en la soledad.

      Ahora somos el observador, lo observado y la relación que existe entre ambos. Somos el creador, lo creado y la relación que existe entre ambos, somos uno y trino. Ahora reconocemos con feliz asombro que lo que estaba sucediendo no era otra cosa que esto: nuestro ser estaba buscándose a sí mismo para conocerse. Se miraba en todas las cosas sin darse cuenta de que era en la relación directa con Dios, fuente de todas las cosas, cuna del pensamiento, el todo de todo, donde se conocería a sí mismo, pues todo conocimiento verdadero procede de la unión y relación.

      Reconocemos que somos la cuna del pensamiento y también la relación entre la mente que piensa lo que piensa y el pensamiento pensado. Esa relación es la consciencia, pues es ella quien permite que exista la relación entre lo observado y el observante, entre lo pensado y quien piensa.

      Ahora el ser que es hijo de la verdad, que es siempre verdad, dice jubilosamente: pienso como pienso porque soy el que soy. Soy la cuna de mi pensamiento. Soy el ser que piensa lo que piensa. Si soy uno con Dios mi pensamiento también será uno con él en razón del que soy. Si soy uno con el amor, mi pensamiento también será amor, en razón del que soy. Así, las hijas e hijos del altísimo reivindican su poder en la creación y retornan al refugio del amor reconociendo que ellos, y solo ellos, son la cuna de sus pensamientos del mismo modo en que Dios, y solo Dios, es la cuna de toda verdad.

      3

      El origen de la creación

       Un mensaje del arcángel Rafael al unísono con el coro de los ángeles en presencia del arcángel Gabriel

      I. Preludio

      Hijas e hijos del altísimo. Hoy hemos venido a hablaros acerca del origen de la creación.

      Antes de desarrollar el tema que hemos venido a compartir, quisiéramos pediros que nos permitan pasar a solas un tiempo juntos. Un tiempo lleno de amor y verdad. Un tiempo que se transmite y experimenta de un corazón trino a un corazón trino. Os hablo en plural para que sepáis a ciencia cierta que somos muchos, muchos los que hemos venido y estamos aquí y ahora.

      A ti que lees estas palabras, te digo: has de saber que un número incontable de seres celestiales te está rodeando en este mismo instante. Tantos que no puedes nombrarlos. El mismísimo Jesús de Nazaret, el Dios humanado, te está mirando con amorosa devoción. La madre del amor te está abrazando y absorbiendo en su corazón inmaculado dando calidez a tu corazón y a todo lo que eres. Los ángeles te rodean por todas partes y las sinfonías del cielo se reúnen en un coro de alabanza envolviendo todo tu ser y toda tu existencia. Las armonías del cielo inundan la tierra con su amor y misericordia por medio de esta manifestación que aquí y ahora se hace presente. Siente el batir de las alas de los serafines. Siente la dulzura del amor.

      Tú que lees estas palabras, tú que has sido elegida en el designio por aquel que es tres veces santo para recibir y dar estas palabras en un acto de creación perfecta, has de saber que el cielo ha descendido hacia ti y desde esa unión es desde donde se realiza todo lo que en esta obra bendita se materializa por medio de los símbolos de estas palabras. Símbolos que son la manifestación creada en la forma de un diálogo entre tú y la creación. Entre tú y el cielo.

      Eres tú quien les da vida a estas palabras. Hazte consciente de esta unión entre el cielo y tu ser, pues literalmente te estamos rodeando por todas partes y llenando todo tu ser, tu vida y tu existencia de amor infinito. De luz. De sosiego. De paz. Siente la ternura del amor. Siente la paz y el descanso que brotan de este refugio de amor divino en el que estamos juntos. Disfruta de este tiempo de unión mientras desarrollamos el tema de hoy. Siéntete abrazada por el amor pues el amor te está abrazando.

      II. El ser como fuente

      Toda creación tiene un origen. Comienza con algo. Tú mismo tienes un origen y tienes que haber comenzado por algo. Algo tiene que haberte antecedido. Esta verdad eterna está implícita incluso en la forma, la cual imita el contenido. Todo surge desde un algo o un alguien. Los cuerpos surgen de otros cuerpos. Las flores surgen de otras flores. Las ideas se concatenan unas tras otras dando vida a su contenido y creando así nuevas ideas. Nuevos umbrales de la mente.

      La mente es un medio creativo. Es un medio, por medio del cual toda creación es creada. La creación es expresión literal de un algo a través de la mente y el corazón. La mente pensante no es fuente de creación, por más que parezca serlo. El corazón no es fuente