Varias Autoras

E-Pack Bianca y Deseo septiembre 2020


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Pero tienes que prometer que no me tocarás.

      Joe se llevó la mano al corazón.

      –Te doy mi palabra.

      Juliette le escudriñó con la mirada durante un instante.

      –¿Por qué tengo la sensación de que te estás riendo de mí?

      Joe bajó la mano.

      –Créeme, cara. Hace mucho tiempo que no me rio.

      Ella apartó la mirada de la suya y una sombra le cruzó las facciones. Volvió a la cama y se metió bajo las sábanas, cubriéndose la barbilla con ellas.

      –Buenas noches.

      Joe dirigió la mirada hacia la cajita de medicinas que había en la mesilla. Se dirigió al lado de la cama en el que estaba Juliette y se acercó al borde.

      –¿Cuánto tiempo hace que tomas esto? –señaló la medicación que había al lado de un vaso de agua.

      Juliette se puso boca arriba con expresión a la defensiva.

      –Solo las tomo cuando no puedo dormir.

      –¿Y con qué frecuencia ocurre eso?

      Juliette apartó la mirada de la suya y agarró el extremo de la sábana con los dedos.

      –Bastante a menudo… –su voz era más bien un susurro.

      Joe le apartó un mechón de pelo de la frente. Sentía el pecho tan tirante que apenas podía llenar los pulmones de aire. Sintió una cuchillada de culpabilidad por cómo había manejado los últimos meses.

      Juliette había sufrido a solas cuando él tenía que haber estado a su lado. Pensaba que ella quería mantener las distancias, pero estaba claro que eso no la había ayudado con el proceso de duelo. Y, desde luego, a él tampoco. Le surgieron en la mente muchos tópicos… como los irritantes comentarios que le habían hecho otras personas a él.

      «El tiempo lo cura todo».

      «Luego será más fácil».

      «Esto te hará más fuerte».

      Pero en lugar de decir nada, Joe guardó silencio.

      Juliette clavó la mirada en la suya y sintió otra punzada de dolor en el pecho.

      –No puedo evitar sentirme culpable. Tal vez si no hubiera ido a Inglaterra a visitar a mis padres antes de su viaje… no tenía por qué haber ido. Podría haberles pedido que vinieran ellos a verme a mí.

      ¿Y por qué había ido ella a Inglaterra? Porque Joe estaba en otro viaje de trabajo, y la había dejado sola.

      Si había algún culpable, sin duda era él.

      Joe le tomó una mano y se la llevó al pecho.

      –No. No debes culparte –su voz era tan áspera que podría haber atravesado el metal–. Hasta entonces habías tenido un embarazo de ensueño.

      Juliette torció la boca.

      –Tú no estuviste ahí durante los tres primeros meses. En aquel entonces no era ningún sueño. Vomitaba todos los días.

      A Joe le hubiera gustado estar allí, pero Juliette no le había dicho nada hasta que estuvo de doce semanas.

      Le colocó la mano sobre su muslo y le acarició suavemente el dorso.

      –Muchas veces quise ponerme en contacto contigo después de la noche que pasamos juntos.

      Ella frunció suavemente el ceño.

      –¿Sí? Nunca me lo habías dicho.

      Joe esbozó una sonrisa triste.

      –No nos dimos el número de teléfono, pero encontré tus datos en Internet por tus publicaciones. Pensé en enviarte un correo muchas veces sugiriéndote que quedáramos para tomar una copa o algo así.

      –¿Por qué no lo hiciste?

      –Todavía estabas olvidando a tu ex. No pensaba que estuvieras preparada para seguir adelante con tu vida.

      Juliette bajó la mirada, sacó la mano de la suya y agarró las sábanas.

      –Creo que superé lo de Harvey en cuanto me dijo que estaba enamorado de Clara. Pero por aquel entonces tú no querías nada duradero, solo una aventura.

      Fue más una afirmación que una pregunta. Joe se levantó de la cama y la miró sin confirmarlo ni negarlo.

      No había sentido la necesidad de sentar la cabeza con nadie. Prefería vivir en un mundo en el que no hubiera ataduras permanentes. Un mundo seguro. Un mundo en el que no pudiera hacer daño a nadie y donde nadie le hiciera daño a él.

      –Intenta dormir un poco, cara. Buenas noches.

      Juliette escuchó mientras Joe se daba una ducha en el baño. Intentó que su cabeza no se llenara de imágenes del agua caliente deslizándose sobre su cuerpo, intentó no pensar en las veces que había compartido ducha con él en el pasado. La ardiente pasión, el implacable deseo, los explosivos orgasmos.

      Gimió en voz baja y se dio la vuelta para darle la espalda al baño, se llevó las rodillas al pecho y cerró los ojos. Esperó a que Joe se reuniera con ella en la cama, esperó a sentir el familiar peso de su cuerpo en el colchón, tenía los sentidos tan alerta que sabía que le resultaría imposible dormirse. Abrió los ojos y vio la medicación al lado del vaso de agua. Se incorporó, sacó una pastilla del blíster y se la tragó con un sorbo de agua.

      Se volvió a tumbar y esperó a que le hiciera efecto y la arrastrara inexorablemente a un sueño sin consciencia…

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