«mis deseos», «mis acciones». ¿Por qué se niegan estas posesiones? Porque el yo, como algo continuo, no aparece por ningún sitio, al margen de esas identificaciones o posesiones pretendidas. El yo es solo una idea o sensación.
El mecanismo fundamental del yo: la autoidentificación
Si alguien te pregunta «¿cuántos años tienes?», y pongamos que contestas: «cuarenta años», lo que estás diciendo es que tu cuerpo, con el que está identificando el yo en ese momento, tiene la edad descrita. No decimos «el cuerpo tiene cuarenta años», sino que «yo tengo cuarenta años». La tendencia a considerar que somos un aspecto de la experiencia global que tenemos en ese momento lo llamamos IDENTIFICACIÓN.
Imagina que esa persona quiere saber «¿de qué religión eres?», y contestas: «agnóstico». El cuerpo no tiene ninguna religión. Ahí te estás identificando con tu mente, concretamente, con los pensamientos que hay en tu mente. De nuevo no contestas: «la mente es agnóstica», sino «yo soy agnóstico». Te has vuelto a identificar. Pero hay una discrepancia: ese pensamiento seguramente no tiene cuarenta años como tú y tu cuerpo, sino que es muy posterior, pongamos veinte años. ¿Por qué no dices que tienes veinte años si tú eres tus pensamientos? Porque para esa pregunta concreta de la edad te estas identificando con tu cuerpo, no con tus pensamientos.
También nos pueden interrogar: «¿Cómo estás de ánimo?», y puedes contestar: «Feliz». Realmente, es una emoción, un estado de la mente. Por cierto, poco duradero, quizá días o meses, pero no cuarenta años. Lo que pasa es que ahora te estás identificando con la mente, concretamente con las emociones que hay en ella, y no con el cuerpo. No dices: «La mente es feliz», sino: «Yo soy feliz».
Por último, te pueden preguntar «¿Qué deseas hacer por la tarde?» Y puedes contestar: «Ir al cine». Ahora te estás identificando con los impulsos o deseos de tu mente. Por cierto, igual tu cuerpo está muy cansado, porque por la mañana has hecho deporte. Entonces no piensas que «el cuerpo prefiere quedarse en casa», sino que «tú estás muy cansado». Cuando decidas si vas o no, ¿quién decide?, porque tú eres el cuerpo y eres los pensamientos de la mente.
Alguien pasa corriendo a tu lado y te propina un intenso pisotón en el pie. En realidad, han pisado tu cuerpo, pero tú dices: «Me has hecho daño». La sensación de dolor, sobre todo si es intensa, hace que la aparición del yo sea automática. Ahora te has identificado con las sensaciones, que pueden ser tanto corporales (dolor, picor, hormigueo) como de los sentidos (sonidos, olores, sabores, objetos visuales y sensaciones táctiles).
En suma, el yo aparece por identificación con el cuerpo o con los cuatro fenómenos mentales o agregados, como los llama la tradición budista, que son:
1 Sensaciones (del cuerpo y de los sentidos),
2 Pensamientos,
3 Emociones y
4 Impulsos o deseos.
Por tanto, el yo tendría que ser uno de esos cinco elementos o, como alternativa, el poseedor/observador de esos elementos.
Ejercicio: entender la identificación del yo
Siéntate en una posición cómoda. Imagina cualquier pregunta que te pueda hacer otra persona sobre ti. Cuando respondes «yo… lo que sea», observa con qué elemento te estás identificando en ese momento.
Cuando buscas el yo, ¿puedes percibir que es EXCLUSIVAMENTE alguno de estos cinco elementos? ¿O notas que, a veces, se identifica con cada uno de ellos, pero no con solo uno, y que va cambiando continuamente la identificación?
¿Hay alguna vez que no te identifiques con ningún elemento y contestes de forma impersonal? Seguramente, vas a contestar que no. Si es así, intenta entender por qué no. Y si es que sí, ¿qué sensación te produce cuando contestas de una forma impersonal?
¿Hay algún otro elemento diferente de estos cinco con el que el yo se pueda identificar?
5. El yo biográfico y el yo existencial. ¿De qué está compuesto el yo biográfico?
Lo que está dentro de mí, lo que está fuera de mí. Cuando estos pensamientos cesan, la libertad surge.
Mulamadhyamakarika NAGARJUNA
Sintiendo la fuerza variable del yo
Para ver en qué consiste el yo, de qué está compuesto, resulta útil sentirlo, conectar con él. No siempre el yo es igual de intenso: hay momentos en que es casi imperceptible y existen otras circunstancias en que se percibe de forma muy evidente; y, por supuesto, existe un amplio rango de situaciones intermedias. Vamos a intentar experimentar la mínima y la máxima sensación del yo. El yo mínimo suele ir asociado a situaciones en las que nos volcamos en la actividad externa que estamos realizando y nos olvidamos de nosotros. Las situaciones de flow (fluir) son un buen ejemplo. Por el contrario, el yo es máximo cuando nos centramos en él para describirlo o para relatar alguna actividad en la que es protagonista.
Yo mínimo: experiencias de flow
Mihaly Csikszentmihalyi (1990) describió por primera vez la experiencia de flow, también conocida en castellano como fluir, flujo o experiencia óptima. Este concepto está enmarcado y forma parte de los fundamentos de la Psicología positiva, el estudio del bienestar y la experiencia subjetiva de felicidad. Csikszentmihalyi definió la experiencia de flow como aquella en que «la experiencia es placentera por sí misma, se da en actividades que las personas realizan a pesar de los costes o el cansancio que pudieran suponerles y se involucran en ellas plenamente, hasta el punto de perder la noción del tiempo». Decía que la felicidad no sucede al azar, que había que trabajarla, y relacionaba la felicidad con una alta frecuencia de estos estados de flow. Las condiciones que debe tener una actividad para que se dé el estado de flujo son las siguientes (Csikszentmihalyi, 1990):
Tener metas claras y realistas.
Una retroalimentación inmediata sobre la ejecución de la tarea.
Equilibrio entre las habilidades personales y los retos o dificultades que presente la tarea.
Dándose estas condiciones, cualquier actividad de la vida podría dar lugar a una experiencia óptima; por ejemplo, la práctica de un deporte, una actividad artística o el estudio de algo interesante. Aparte de en estas actividades de ocio o de desarrollo personal, el concepto de flow también ha sido estudiado en el ámbito laboral. Según la teoría de la experiencia óptima, el lugar de trabajo puede ser un escenario perfecto para experimentar flow, y será más fácil llegar a este estado si existe una adecuada organización en el trabajo (Csikszentmihalyi, 1999).
La experiencia de flow en el entorno laboral fue estudiada en profundidad por Bakker (2008), quien describe la experiencia como momentánea y afirma que debe medirse en frecuencia y no en intensidad. Para medir esta frecuencia, diseñó un instrumento retrospectivo, el WOLF (Bakker, 2008), que definía el flow en el trabajo según tres componentes:
Alta frecuencia de placer en la realización de las tareas.
Alto nivel de concentración.
Una elevada motivación intrínseca hacia la tarea.
Se sabe que los estados de flow mejoran el rendimiento en la tarea, producen numerosos beneficios personales y organizativos y, como comprobaron Kuo y Ho (2010), tiene una relación directa con una mayor calidad del trabajo realizado.
Hay que insistir en que flow y mindfulness, aunque tienen una relación positiva entre sí, no son lo mismo. Estos dos conceptos se solapan, a veces, en la literatura, por lo que pueden dar lugar a confusión, y es importante diferenciarlos. El estado de flow es momentáneo y se caracteriza por un alto nivel