Ramiro Calle

El milagro del yoga


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      Ramiro Calle

      El milagro del yoga

Editorial Kairós

      © 2020 by Ramiro Calle

      © de la edición en castellano:

      2020 by Editorial Kairós, S.A.

       www.editorialkairos.com

      Composición: Pablo Barrio

      Diseño cubierta: Katrien Van Steen

      Imagen cubierta: The Picture Art Collection / Alamy Foto de Stock

      Primera edición en papel: Septiembre 2020

      Primera edición en digital: Septiembre 2020

      ISBN papel: 978-84-9988-754-8

      ISBN epub: 978-84-9988-778-4

      ISBN kindle: 978-84-9988-779-1

      Todos los derechos reservados.

      Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita algún fragmento de esta obra.

      Para mis buenos y entrañables amigos, Rosa Cortés Castrejón, Antonio García Martínez y Antonio García Cortés

      «Ramiro hace su particular interpretación del yoga y la meditación con un sólido anclaje en los saberes tradicionales. Eso le otorga una cohesión, una credibilidad y una robustez espiritual de la que carecen muchos supuestos maestros. Gracias a su práctica continuada del yoga y la meditación, Ramiro logra morar en aquello que siempre es, lo que en la India llaman sat».

      AGUSTÍN PÁNIKER,

       del Prólogo al libro de Ramiro Calle

       Autobiografía espiritual

      Agradecimientos

      Mi sentida gratitud para Agustín Pániker y su magnífico equipo editorial, que cuenta con personas tan eficientes y amables como Anna Ayesta e Isabel Asensio.

      Estoy profundamente agradecido a todas las personas que me han prestado su valiosísimo apoyo a lo largo de los años, entre las que quiero destacar a: Jesús Fonseca, Paulino Monje, Antonio García Martínez, Nacho Vidal Morán, Helio Clemente, César Vega, Manuel Muñoz, José Muñoz de Unamuno, Joaquín Tamames, Pedro José Riba y Jordi Fortià.

      Estoy en deuda con Almudena Hauríe Mena, que fundó conmigo el centro de yoga Shadak, en el que impartió formidables clases durante muchos años. Asimismo, me acompañó a entrevistar a gran número de yoguis y mentores en Oriente (traduciendo impecablemente al castellano sus enseñanzas). Además, ha traducido un gran número de obras relacionadas con el Dharma.

      Por Shadak han pasado más de medio millón de practicantes y a todos ellos les expreso mi hondo reconocimiento por haber depositado su confianza en nuestras enseñanzas.

      Estudio preliminar

      Este no es un libro más de yoga. Yo mismo tengo publicados un buen número de ellos, desde Yoga, refugio y esperanza, mi primer libro, que vio la luz hace medio siglo y al que siguieron otros, abordando diversas vertientes del yoga. Pero insisto, y que se me perdone por ello, que este no es un libro más de yoga y menos aún contiene la infinidad de posturas que hacen las delicias de los yoguistas, los amantes del postureo y la contorsión, los desmesuradamente apegados a su cuerpo, que le rinden un culto exacerbado, o se jactan por hacer asanas cada vez más complicadas y difícilmente practicables. Este es un libro, digámoslo ya, que pretende ahondar en el yoga más genuino y adentrarse en las verdaderas raíces, propósitos, intenciones y alcances del mismo.

      No es común que, en nuestros días, un libro de yoga ponga el énfasis en temas como el samadhi o la experiencia liberadora, pero es que esa es la meta esencial del yoga, por mucho que se enmascare con otros ropajes, que ya desde hace muchos años han sido tales como la obsesión por el cuerpo, la longevidad, la salud perenne, el rejuvenecimiento o el contar con un cuerpo llamativamente flexible o con recetas para vencer el estreñimiento o prevenir las varices. En suma, una panacea, como si el yogui no pudiera enfermar o –permítaseme la broma– incluso morir. Nadie puede dudar, si ha practicado un poco, de los beneficios físicos y psicofísicos del yoga, pero esta milenaria disciplina panindia es mucho más que todo eso, como veremos sobradamente a lo largo de esta obra. Por ello, y desde ya, quiero comenzar en esta introducción por apuntar algunos aspectos del yoga que luego iremos desarrollando con la debida profundidad.

      El yoga no pertenece a ningún culto, aunque encontró su mayor desarrollo dentro del hinduismo. Es un método muy variado y poliédrico, capaz de alcanzar a todos los elementos constitutivos del ser humano. Es un vehículo para la libertad interior y siempre ha puesto el acento en el desapego y el desasimiento. De igual manera, desde tiempos inmemoriales, el yoga ha considerado que la identificación con los procesos psicomentales es una esclavitud y una causa de alienación y de ahí que, a lo largo de su historia, nos haya facilitado métodos para controlar las ideas en la mente e incluso inhibirlas. Así, solo una mente quieta o vacua permite la revelación de lo más íntimo del Sí-mismo, que como un espejo refleja la esencia ontológica de la persona, más allá de ese gran embaucador y falsario que es el ego.

      El yoga pone a nuestra disposición todo tipo de técnicas y procedimientos para obtener un conocimiento suprasensorial y, por tanto, realmente liberador. Incluso la deidad es utilizada como herramienta para canalizar la mente y liberarse del pensamiento ordinario. En ese estado surge el despertar, aunque sea por una milésima de segundo. Las opiniones, elucubraciones, argumentaciones y digresiones no sirven de nada. Solo la experiencia transforma y el fin último del yoga es transformar para ser, lo que no quiere decir que no sean también muy deseables otros frutos que obsequia, como el sosiego, el equilibrio psicosomático y un mayor bienestar.

      El yoga es un sistema soteriológico, o sea, liberatorio. ¿De qué libera? De la ignorancia básica de la mente que causa servidumbre y sufrimiento, y que hace a la persona vivir de espaldas a su Sí-mismo o naturaleza real. El conectar con esa naturaleza real es lo que comporta el despertar, y a través de la experiencia del samadhi se recobra el sentido del Uno en lo Cósmico.

      Desde la antigüedad, toda clase de tendencias han fluido a través del yoga: algunas toscas, populares, supersticiosas, mágicas, y otras ascéticas, místicas y dirigidas a la liberación espiritual. En su gran río se han ido recogiendo todo tipo de aportaciones, técnicas, métodos y enseñanzas de maestros, yoguis, iniciados y practicantes. El mismo término yoga implica muchas cosas: unir, subyugar, enlazar, samadhi, concentración, aquietamiento, meditación, etc. Pero, en la historia espiritual de la India, siempre se ha considerado que, para conseguir un conocimiento verdadero, suprasensorial y liberador, se requieren las enseñanzas y sobre todo los métodos del yoga. Así, han surgido distintas escuelas yóguicas y procedimientos estructurados a lo largo de milenios. Ciertamente, muchas de esas técnicas se han sobrevalorado o idealizado, igual que se han sobredimensionado las posibilidades esotéricas y para-psíquicas del yoga, pero no cabe duda de que las enseñanzas de esta disciplina han hecho el mayor aporte a la humanidad en pos de la evolución de la consciencia y el desarrollo interior. De cualquier modo, el yoga es experiencia y no creencia, y quien imparte el yoga revistiéndolo de dogmatismo o simple religión, confunde a los practicantes y les hace un muy flaco favor.

      Debido a la ofuscación e ignorancia básica de la mente se genera mucho sufrimiento inútil. Las técnicas del yoga pretenden limpiarla para que pueda ver las cosas como son y ser causa de bienestar y no de malestar. Por eso, el yoga se presenta como una disciplina psicofísica, psicomental y espiritual. Nunca ha dejado de ser una técnica de introspección y cultivo de las más elevadas funciones mentales. Es desbordante e inabordable,