Carlos March

La potencia del talento no mirado


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del cual sería impensable volcar las miles de reflexiones que se nos disparan día a día. Pero en un contexto en el que se manifiesta a flor de piel y en forma exponencial todo lo bueno y lo malo de nuestra humanidad —como personas, como organizaciones, como sistemas, como mundo—, estamos listos para compartir tres muy evidentes. La primera es que sí, los sistemas están rotos. Es una mirada que compartimos desde hace muchísimos años y gran parte de nuestras energías personales, profesionales, vocacionales han estado puestas al servicio de restituir estos sistemas. Arbusta nació y existe por esa convicción. La segunda es que, en este último mes, Arbusta nos ha demostrado a nosotros mismos que es como organización de personas mucho más grande, sabia y poderosa de lo que intuíamos. Y despliega su poder en una estructura efectiva, en su liderazgo remoto, en su comunicación, en su profundo cuidado por cada uno de nosotros, en aprovechar el inmenso poder de la tecnología, en mantener sus servicios de calidad desde cientos de personas teletrabajando desde barrios populares. Y la tercera, quizás la más importante, es que en los barrios populares latinoamericanos —en donde el hambre sigue siendo mucho más urgente que el virus—, la economía informal se frenó porque la tecnología recién ahora se dio cuenta de que también tiene que llegar ahí y está mirando las formas de cómo hacerlo pero, sobre todo, porque en su mayoría es autónoma e informal —el día que no se trabaja no se cobra—, Arbusta es un mecanismo poderoso para sostener trabajos, fuentes de ingresos y transferencia de recursos a esos mismos barrios.

      Queremos agradecer profundamente a cada una de las cientos de personas que desde su propio trabajo, desde su apoyo, desde su consejo, desde su desafiarnos e, incluso, desde su resistencia ha sido, es y será parte de este maravilloso viaje de transformación evolutiva. Nada de lo que está escrito en este libro hubiera sido posible sin el aporte personalísimo de cada una de ellas.

      Abril de 2020

      Paula Cardenau, Emiliano Fazio, Federico Seineldin

      Introducción

      De alguna forma, Arbusta se convirtió en una sorpresa premeditada, una intuición planificada, un deseo condenado a ser. Arbusta es una organización viva que cambió la rigidez del organigrama por la vivacidad del flujograma. Es el sueño de tres personas —Paula, Emiliano y Federico— que aspiraban a transformar un mercado y terminaron cambiando vidas. Es la necesidad de alcanzar una transformación interna que mutó a una introspección colectiva junto a cientos de jóvenes. Es la convicción de que se podía transmitir aprendizajes a otras personas y, de repente, esos cientos de otros y otras generaron la oportunidad de volver a aprender. Ellos, los fundadores —Paula, Emiliano y Federico— imaginaron Arbusta a partir del deseo de comprobar que el talento es un recurso abundante. Y lo comprobaron. Entonces, ahora, brotan nuevos deseos. Y el problema de los deseos es que, a veces, se cumplen.

      Justamente, uno de esos deseos era compartir este texto con aquellos que, construyendo una forma de hacer, terminaron convirtiéndola en una manera de ser. Porque, en definitiva, el deseo es uno de los alimentos del talento. Y es el talento el que permite a los seres deseantes convertirse en hacedores. Por eso nace este libro, con el deseo de convertirse en una aguja que sirva para enhebrar la oportunidad con la necesidad; en un faro que permita entrelazar valores con herramientas; en un link que conecte tecnología con vivencias; y en muchos likes a talentos convertidos en hechos.

      Arbusta es un modelo que puede servir para aquellos y aquellas jóvenes que, por motivos ajenos a su voluntad, terminan marginados. Es un canal de superación que puede ser útil para dejar atrás diversos tipos de vulnerabilidades, pero también para contextos y objetivos diversos, como la reinserción laboral de los miembros de la guerrilla en Colombia, o la construcción de un espacio de oportunidad para jóvenes transgénero o madres solteras.

      En relación a las madres jóvenes que tienen a su cargo el cuidado del hogar, una investigación de CIPPEC llamada Jóvenes que cuidan, arroja un dato impactante: del total de jóvenes catalogados como que no estudian ni trabajan, el 67 % son madres adolescentes que cuidan de sus hijos, hermanos o adultos mayores (aunque están mal catalogados porque sí tienen un trabajo no remunerado que es cuidar). Pero otro dato que agrega impacto al impacto es que de estos jóvenes que cuidan, el 95 % son mujeres y el 5 % varones. Y que en la Argentina, una de cada seis mujeres tiene su hijo antes de los 19 años. La maternidad adolescente se da mayormente en contextos de desigualdad: 7 de cada 10 madres jóvenes pertenecen a hogares de bajos ingresos. Allí puso el ojo Arbusta, en esas jóvenes que prioriza en sus búsquedas laborales y que considera en su diseño organizacional para ajustarlo a sus necesidades.

      Arbusta es la prueba de que se puede unir el talento centennial, el talento de jóvenes madres, el talento de cientos de jóvenes nativos digitales, con una empresa de tecnología. Lo que impulsó la etapa fundacional fue la intuición, el hecho de aventurarse a buscar ese talento en todos los jóvenes, independientemente de la situación socioeconómica de cada uno de ellos y ellas, y más allá del lugar donde hubieran nacido.

      Esa intuición fue confirmada a través de recorridos en el mercado que demostraron que hay dos sectores que no se miran: las empresas y los jóvenes de barrios populares. No se conocen, no se piensan, no se buscan, no se consideran y, entonces, no se reconocen. Los pobres se cansaron de buscar con la mirada a empresas que miran para otro lado, enceguecidas por dos maximizaciones. Una de ellas, la maximización de utilidades, se ve agravada cuando va de la mano de la minimización de los efectos sociales que genera una riqueza cada vez más concentrada y una pobreza cada vez más expandida. En tanto, la segunda es la maximización constituida por el prejuicio de pensar que los jóvenes convertidos en «esos pibes» que viven en barrios populares son «complicados».

      Concentración de riqueza y distribución de prejuicios fueron, desde el comienzo, dos aspectos que los tres fundadores de Arbusta presentían que era posible cambiar y que eso podría tener un efecto tremendamente poderoso y profundamente transformador. Por un lado, para descubrir el poder personal de animarse a ser parte de un proceso de cambio a partir de la transformación de uno mismo. Por el otro, para dimensionar el poder colectivo que implica generar transformaciones en un sistema de producción que necesita de nuevos paradigmas para garantizar un desarrollo sostenible e integrador, con acceso equitativo a oportunidades, y equiparador en cuanto a aportar herramientas de desarrollo personal y profesional.

      «Comenzamos a reflexionar sobre esa ceguera mutua entre empresas y jóvenes de barrios populares, sobre ese escenario opaco que les impedía verse, y encontramos el elemento que haría abrir los ojos y aportaría la luz necesaria para iluminar el entorno. Ese elemento fue el talento», afirman los fundadores y, así, acuñan el elemento inspirador de Arbusta y protagonista en este texto.

      La definición básica de talento señala que es «la capacidad intelectual o aptitud