Ramón Bueno Tizón

Breviario de pequeñas traiciones


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a ti la semana pasada, solo que esta vez delante de todo el mundo. El Juancho se pone de pie y levanta los brazos, muy abiertos. En la boca, en la boca, grita él también, como si lo estuvieran matando. Ha corrido mucha chela, mucho whisky. Muchos submarinos también, hasta ron trajeron estos borrachos, imagínate. Entonces Valeria mira cómo María Gracia se levanta, los pasos todavía firmes. Se acerca al Juancho. Pum pum pum, sientes tu corazón. El griterío aumenta. En la boca, en la boca.

      –¡Oye…!

      Valeria prende el cigarrillo con un encendedor de plástico rojo, transparente. Sopla una bocanada, que se eleva despacio. Listo, ya lo soltaste, ya está, lo peor ya pasó. Pobre Dani, su cabeza debe ser ahora un laberinto. Un cuy perdido en una tómbola de domingo, el colegio repleto de mocosos con sus papás y sus mamás. Valeria vuelve a llevarse el cigarrillo a los labios, da una calada larga. Dani no era tan amiga de María Gracia como tú, pero las tres eran las altas, las nice, las dueñas del Lincoln. Solo que María Gracia es tortis y Dani es medio monse. A Dani se le pasará con el tiempo, con la calle. Por ahí que pierde la virginidad antes que tú. María Gracia, en cambio, siempre será tortis. Aquí, en Miami o en la China.

      –¿Y qué hiciste?

      –Nada, ¿qué iba a hacer? Estaba zampada y me dejé besar nomás, era rico.

      –¡Valeria!

      Las dos ríen. Valeria fuma mientras mastica chicle. Daniela se pasa la mano por el pelo, varias veces seguidas. La pusiste nerviosa, ¿ves? La banca en la que se sientan está alejada de los pabellones y del patio central, más allá del coliseo, casi en el campo de fútbol. Aquí puedes fumar tranquila, sin que te jodan los profesores. No hay nadie conocido por los alrededores. Un muchacho menor que las dos camina desde la pista atlética hacia los baños del coliseo. Debe estar en primero de secundaria este chibolo mañoso. Lleva puestos los audífonos del walkman a todo volumen y Valeria puede oír lo que está escuchando: La ciudad de la furia, Soda Stereo.

      –Me verás caer…

      Fue un escándalo pero la culpa no la tuvo el colegio. ¿Cómo la iba a tener? Hay que ser estúpidos para pensar así. Valeria retira el cigarrillo de los labios. La fiesta la organizaron los propios alumnos, fuera de clases. El colegio hizo lo que tenía que hacer: hubo una investigación y varios expulsados. Por cojudos, por borrachos, y el otro por arrecho. Valeria deja salir el humo por la nariz, mismo dragón. Daniela hace un mohín de asco. Se acomoda nuevamente el pelo, voltea el rostro hacia la piscina. Dani te pregunta entonces cómo te puedes acordar, si ya estabas borracha.

      –Te juro que no me acuerdo de nada.

      María Gracia ahora sonríe, sentada frente a la mesa del desayuno. Corn flakes en un tazón rojo, leche con Milo, tostadas y mermelada. Pan caliente. Jugo de naranja recién hecho. Valeria levanta su vaso, bebe sin parar hasta terminarlo. Es un tanganazo que te ayuda a despejar la mente y ordenar tus ideas. Lo suficiente como para que te des cuenta de que María Gracia miente. Con su cara de yo no fui y sus manos de dedos largos que escogen un pan de la cesta, se acuerda perfectamente de todo. Igual que tú. La cabeza ya no te duele tanto, el jugo de naranja es una maravilla. La mamá de María Gracia entra a la cocina, acompañada de Fernandita. Valeria baja la vista hacia los platos sobre la mesa. No quieres ver a Fernandita, no quieres que ella te vea.

      –Hicimos tanto ruido que Fernandita se despertó.

      Los parantes de la cama camarote chocan contra la pared, una y otra vez. María Gracia encima de Valeria, comiéndosela a besos. Y tú dejándola hacer, devolviéndoselos. María Gracia recorre con sus manos los brazos de Valeria, baja hacia la cintura. Comienza a tocarte ahí, abajo, y das un respingo. No sabes qué sucede, solo quieres que siga. Los besos se vuelven más húmedos, más intensos. María Gracia mueve mucho la cabeza, hacia un lado, hacia el otro. Entonces Valeria escucha el llanto. Son sollozos entrecortados, como un hipo. María Gracia no se detiene. El llanto sigue, más fuerte. Quieres levantarte pero María Gracia te sostiene firme de las muñecas y no deja que te muevas. Y tú no puedes dejar de pensar en Fernandita, porque oyes cómo llora la pobre, mientras dice no hagas eso, María Gracia, no hagas eso por favor.

      –¡María Gracia!

      Silencio en la cocina. Tanto, que Valeria puede oír el canto de las cuculíes en el jardín posterior, al otro lado de la ventana. Cu-cu-lí, cu-cu-lí. El típico sonido de Lima por las mañanas, como dice tu papá. María Gracia hace una mueca de disfuerzo y retira el pedazo de pan sumergido en la taza de leche. Valeria mira a la mamá de María Gracia, que despotrica contra la mala costumbre de mojar el pan en la mesa. Tú no haces eso, ¿verdad, hija? Valeria niega con la cabeza. Fernandita clava sus ojos en los tuyos y tú no puedes sostenerlos. Volteas hacia María Gracia, tan campante luego del grito de su madre y de todo lo que pasó anoche. ¿Cómo puede decir que no se acuerda de nada? ¿Acaso borró la cinta?

      –No llegué a borrar la cinta. Estaba zampada pero me acuerdo de todo. ¿Nunca te has pegado una bomba?

      –Sólo una vez.

      –Ah, ¿sí? Nunca me dijiste… A ver, cuenta.

      Ahora verás a qué le llama bomba esta calzón con bobos. Valeria mira la hora en el Swatch de Daniela. Faltan cinco minutos para que acabe el recreo. Dani comienza a contarte que fue en el último verano, que estaba viendo el Óscar con unos primos en su casa y cuando ganó Rain Man se pusieron a celebrar. Le dieron un vaso diciéndole que era cocacola y al probarlo sintió fuego en la garganta. Valeria se ríe con ganas. Dani continúa diciéndote que ella juraba que la cocacola estaba malograda y tomó un par de vasos más, pero luego no se podía poner de pie porque el piso se le movía. Valeria lanza una carcajada larga. Por Dios, ¿esta chica es estúpida o se hace la estúpida? O más bien cree que tú eres una estúpida, ¿verdad? Ya no sabes qué pensar. Tratas de imaginarte a Dani, que se lleva el vaso a la boca, con su carita bonita, tan linda ella. Y luego se arruga todita, saca la lengua, hace tremenda escena. Que no te venga con cuentos, carajo. Puro teatro. Pura pose, nomás. Aunque por ahí es verdad y es más gansa de lo que parece. Una pava total, una monse de campeonato. Valeria suspira. Entonces Dani vuelve a preguntarte qué más pasó con María Gracia.

      –¿María Gracia?

      Pero María Gracia no responde porque está zampadísima, mucho más que la otra noche en su cuarto, contigo y con Fernandita. Valeria se muerde los labios, escucha cómo suena Guns N’ Roses en el minicomponente, Sweet Child O’Mine. La botella gira con fuerza, la bulla aumenta. Tú también has estado tomando, pero no tanto como María Gracia. Valeria la vuelve a llamar, la jala del brazo con fuerza. ¡María Gracia! ¡María Gracia! Nada, ni caso te hace. She’s got a smile that it seems to me, reminds me of childhood memories, where everything was as fresh as the bright blue sky… Quieres que María Gracia deje de jugar a la botella borracha para que te lleve por ahí y te bese de nuevo. ¿En serio, Valeria? No es verdad, no es verdad. Now and then when I see her face, she takes me away to that special place, and if I’d stared too long I’d probably break down and cry… Vamos, no eres tortis, solo quieres sentirlo de nuevo. Te ha gustado besar pero no sientes nada por María Gracia. No eres tortis, no te preocupes, no eres tortis. Valeria observa cómo la botella se detiene. El pico señala a María Gracia, el fondo señala al Juancho, a la bestia del Juancho. Los gritos arrecian.

      –No pasó nada más. Ya es bastante, ¿no? Terminé toda empapada.

      Otra vez los ojazos de Daniela. Si pudiera, Dani te tragaría con esos ojos. Te gustaría tener los ojos de Dani, te gustaría ser tan blanca como Dani. Valeria se lleva la colilla a los labios y le da una última calada. Sientes el humo que raspa suavemente tu garganta y luego inunda tus pulmones. Ahora Dani debe estar totalmente convencida de que tú también eres una tortis, ¿no? Valeria la mira, los ojos claros de Daniela todavía fijos en ella. ¿Y a ti qué te importa lo que piense o no piense Dani? No eres tortis, eso es lo único que cuenta. Estabas zampada, sentiste curiosidad. Es normal. A cualquiera le puede suceder. Valeria sopla el humo y arroja la colilla al suelo. Daniela baja la cabeza, mira hacia otro lado. En el fondo sientes lástima por Dani, muchacha. Le falta tanta experiencia de vida. Ni siquiera fue a la bendita fiesta, todo tuviste