Julio Amador Bech

Ensayos de hermenéutica


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Sin perder de vista esta conexión, deberá mostrarse que aquello desde donde el Dasein comprende e interpreta implícitamente eso que llamamos ser, es el tiempo. El tiempo deberá ser sacado a luz y deberá ser concebido genuinamente como el horizonte de toda comprensión del ser y de todo modo de interpretarlo. Para hacer comprensible esto se requiere una explicación originaria del tiempo como horizonte de la comprensión del ser, a partir de la temporeidad en cuanto ser del Dasein comprensor del ser (2014a: 38-39 [cursivas en el original]).

      El ser del ente particular que es el Dasein, es pensado desde la posibilidad de su autocomprensión en la existencia temporal. Eso significa que el ser del ente que suscita nuestro preguntar-responder está aquí ante nosotros; sale de su ocultamiento por medio del proceder hermenéutico, el cual sólo puede poner delante de nosotros el ser del ente que alcanzamos a ver, en cada caso. Se trata de la posibilidad de comprensión del ente a la cual tenemos acceso en cada caso; a la perspectiva temporal, al horizonte que nos permite una determinada comprensión del ente, en cada momento de la existencia; un des-ocultar el ser del ente en su presencia ante nosotros; des-ocultar que es, a la vez, abierto y limi­tado por la posibilidad de nuestro horizonte temporal, histórico.

      Esta conclusión radical de Heidegger se prefigura en una reflexión anterior de Dilthey que aparece en su Esbozo para una crítica de la razón histórica, no obstante que no se extraigan todas las consecuencias hermenéuticas que aparecerán, posteriormente, en la obra de Heidegger, de Gadamer y de Ricoeur.

      En la vida está contenida, como primera determinación categorial de la misma, fundamental para todas las demás, la temporalidad […] El tiempo está ahí para nosotros, por virtud de la unidad abarcadora de la conciencia […] Las representaciones en las que poseemos pasado y futuro sólo existen ahí para el que vive en el presente. El presente existe siempre, y no está ahí nada más que lo que brota en él (Dilthey, 2000: 115).

      Vemos así que la reflexión sobre la vivencia humana del tiempo, sobre la condición humana de existir en el tiempo, ocupará la atención primordial de todos los autores fundamentales de la hermenéutica filosófica: Dilthey, Heidegger, Gadamer y Ricoeur. Cada uno de ellos pensará la temporalidad desde su propia perspectiva, pero, a la vez, con importantes coincidencias.

      Ricoeur partirá de las hipótesis heideggerianas de Ser y tiempo para demostrar que nuestra capacidad hermenéutica de comprender nuestras experiencias de vida, traducidas por medio del lenguaje a narrativas, radica en nuestra condición ontológica de vivir en el tiempo: “la temporalidad es una estructura de la existencia –una forma de vida– que accede al lenguaje mediante la narratividad, mientras que ésta es la estructura lingüística –el juego del lenguaje– que tiene como último referente dicha temporalidad” (Ricoeur, 1999: 183). Sobre la cuestión, abunda en otro texto:

      […] entre la actividad de narrar una historia y el carácter temporal de la existencia humana existe una correlación que no es puramente accidental, sino que presenta la forma de necesidad transcultural. Con otras palabras: el tiempo se hace tiempo humano en la medida en la que se articula en un modo narrativo, y la narración alcanza su plena significación cuando se convierte en una condición de la existencia temporal (2007: 113).

      Partiendo de estos supuestos, el comprender puede entenderse como “la forma originaria de realización del estar ahí, del ser-en-el-mundo” (Gadamer, 1999: 325). “Comprender es el carácter óntico original de la vida humana misma” (1999: 325). Comprender es un saber estar en el mundo, pues la comprensión no se limita a un mero conocimiento intelectual, sino que “designa también un saber hacer práctico […] en los dos significados aparece la idea de conocer, reconocer, desenvolverse con conocimiento en algo” (1999: 325). Finalmente, “en último extremo, toda comprensión es un comprenderse” (1999: 326 [cursivas en el original]). En la medida en la cual la comprensión de expresiones no sólo se refiere a la captación inmediata de lo que contiene la expresión, “sino también al descubrimiento de la interioridad oculta que la comprensión permite realizar […] el que comprende se comprende, se proyecta a sí mismo hacia posibilidades de sí mismo” (Gadamer, 1999: 325).

      Ya en las lecciones de 1923 se exponen con toda claridad estas ideas:

      Con respecto a su “objeto”, en cuanto pretendido como modo de acceso a él, la hermenéutica indica que dicho objeto tiene un ser que está capacitado para la interpretación y necesitado de ella, que es inherente a ese su ser el estar de algún modo ya-interpretado. La hermenéutica tiene la labor de hacer el existir propio de cada momento accesible en su carácter de ser al existir mismo, de comunicárselo, de tratar de aclarar esa alienación de sí mismo de que está afec­tado el existir. En la hermenéutica se configura para el existir una posibilidad de llegar a entenderse y de ser ese entender (Heidegger, 2000a: 33).

      Para Heráclito, “El comprender es la suprema perfección, y la verdadera sabiduría hablar y obrar según la naturaleza, estando atentos” (2011: 90).

      Grondin expone lúcidamente el concepto heideggeriano de comprensión:

      Heidegger elabora su nuevo concepto del comprender por medio de un sondeo de la fórmula “entenderse con algo” (sich auf etwas verstehen) o “entender de algo” que indica menos un saber que una habilidad o el dominio de una práctica. “Entenderse con una cosa” significa estar a la altura de ella, saber arreglárselas con ella. Así, se podría decir de un deportista que entiende de fútbol. No nos referimos en este caso a un saber, sino a un dominio generalmente no explícito, una maestría, incluso un “arte”. Pero no sólo cabe pensar en logros sobresalientes. Toda nuestra vida está entretejida por tales “habilidades”: entendemos de tratar con otras personas, de resolver asuntos, de pasar el tiempo sin disponer de un saber especial en estas cosas. Heidegger piensa este entender, llamémoslo “práctico”, como un “existencial”, es decir como manera de ser o modo básico de ser, gracias al cual nos orientamos y procuramos situarnos en él (2002: 140).

      Podemos hallar la referencia específica en Ser y tiempo: “En el lenguaje óntico se usa a veces en el alemán la expresión ‘etwas verstehen’ ‘comprender algo’ [en castellano, ‘entender de algo’], en el sentido de ‘ser capaz de una cosa’, de ‘poder hacer frente a ella’ de ‘saber hacer algo’. Lo existencialmente ‘podido’ en el comprender no es una cosa, sino el ser en cuanto existir” (2014a: 162 [cursivas y corchetes del traductor]).

      Coincidentemente, Schutz y Luckmann afirman:

      Debo comprender el mundo de la vida en el grado necesario para poder actuar en él y operar sobre él […] Cada paso en mi explicitación y comprensión del mundo se basa, en todo momento, en un acervo de experiencia previa, tanto de mis propias experiencias inmediatas como de las experiencias que me trasmiten mis semejantes, y sobre todo mis padres, maestros, etc. Todas estas experiencias, comunicadas e inmediatas, están incluidas en una cierta unidad que tiene la forma de mi acervo de conocimiento, el cual me sirve de esquema de referencia para dar el paso concreto de mi explicitación del mundo (2009: 28).

      A partir de esta experiencia acumulada que funciona como un conjunto referencial que nos permite interpretar cada nueva experiencia vivida (Amador, 2015) es que puede entenderse la afirmación de Heidegger de que somos seres ya-interpretados. “La vida fáctica se mueve en todo momento en un determinado estado de interpretación heredado, revisado o elaborado de nuevo” (2014b: 37 [cursivas en el original]).

      El modo en el cual nos situamos en el tiempo y en el espacio está dado por la experiencia del vivir, lo cual nos dota de la condición de ser ya-interpretados. Por ello, afirmará Heidegger que la hermenéutica no es ni una curiosidad, ni un análisis artificioso, endosado al existir, sino, como hemos visto, el existir humano que se pregunta-responde a sí mismo. De ahí que Heidegger cuestione el propio modo de plantearse, hasta entonces, el asunto, señalando que resulta impropio llamar a la facticidad “objeto” de la hermenéutica. La hermenéutica está en interioridad respecto del ser del ente sobre el cual se pregunta; lo que ilustra al decir “es como si las plantas, lo que son y como son fueran la botánica” (2000a: 34).

      Se entiende, así, que existe una total unidad de ser del preguntar-responder hermenéutico