Julio Amador Bech

Ensayos de hermenéutica


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(2000a: 38). Por eso, “La existencia no es nunca ‘objeto’, sino ser; existe aquí sólo en tanto ‘sea’ el vivir de cada momento” (2000a: 38).

      Referida a la hermenéutica como comprensión del existir propio, en cada caso, como modo de comprensión específico de la facticidad, Heidegger escribe la siguiente afirmación, punto de partida de lo que desarrollará más adelante sobre la hermenéutica: “La hermenéutica tiene por objeto temático el existir propio en cada ocasión –al cual se cuestiona acerca de su carácter de ser y de la estructura fenoménica de éste; con respecto a una sistemática regional uni­versal recorta en ella un sector determinado a fin de realizar una indagación del sistema con miras a unos fines determinados” (2000a: 45-46). Heidegger entiende, así, a la hermenéutica, como el modo de ser propio de la experiencia cotidiana, la cual se pregunta-responde sobre asuntos y situaciones específicos que se presentan en el vivir de cada uno. Al responder a éstos, ofrece una solución práctica a los problemas que enfrentamos en el día a día, es decir, a lo que se da en cada ocasión.

      Más adelante define que el asunto del que se ocupa sustantivamente la hermenéutica es la facticidad:

      El tema de la investigación es la facticidad, esto es, el existir propio cuestionado acerca de su carácter de ser. Todo radica en no fallar ya de antemano –lo que sig­nificaría: de manera definitiva– en el planteamiento primero de la explicación hermenéutica del “objeto”. Se trata de atenerse a la indicación acerca del posible cumplimiento del concepto de facticidad, dada de consuno en el propio concepto. El existir propio es lo que es precisamente y sólo en su “aquí” ocasional.

      Una determinación de la ocasionalidad es la actualidad, el estar-siempre, el demorarse-siempre en el presente, siempre el propio. (El existir histórico, su presente. Ser en el mundo, ser vivido por el mundo; cotidianidad-presente) (2000a: 49-50 [cursivas y entrecomillado en el original]).

      Luego, Heidegger precisa lo que para él significa el concepto de actualidad: “Ontológicamente la actualidad supone: el presente del ahora, el uno, el estar con los demás, con los otros; ‘nuestro tiempo’” (2000a: 50). Enseguida, acota el sentido que otorga a la hermenéutica: “Lo que interesa es una explicación hermenéutica, no un informe mundano acerca de lo que ‘pasa’. ‘Actualidad’ –en nuestros días– supone cotidianidad, supone desvanecerse, quedar absorbido en el mundo, hablar de él, cuidarse de cosas” (2000a: 50). El asunto se aclara aún más cuando se define la actualidad como la condición ontológica del ser humano, su cualidad de ser en el tiempo: “La actualidad en cuanto modo de la facticidad podrá determinarse en su carácter ontológico sólo cuando se haya hecho visible de modo explícito el fenómeno fundamental de la facticidad: ‘la temporalidad’ (que no es una categoría, sino un existenciario)” (2000a: 51). Resulta reveladora la aclaración final: la temporalidad es un modo de ser y no un producto artificial del pensamiento.

      Retomando el asunto del habla, como modo de acceder a la facticidad, Heidegger señala que el existir tiene un modo de hacerse público y visible: “Este hablar ‘de’ sí mismo es el modo normal y público como el existir se toma y se conserva a sí mismo” (2000a: 51). El habla es, pues, el medio que permite la comunicación, en el sentido de hacer del dominio común lo que se piensa, de hacer participar a los otros de lo que sabemos y, a la vez, de transmitirlo y preservarlo en el tiempo. El habla supone una precomprensión que el existir tiene de sí mismo, de tal suerte que, en el habla se manifiesta “una determinada interpretación ya-hecha de sí mismo” y ésta se encuentra, así, “a disposición del existir mismo” (2000a: 52). La interpretación ya-hecha da forma al conjunto referencial que nos permite dotar de sentido a todas nuestras nuevas experiencias y transmitirlas a otros de una forma particular (Amador, 2015). “Lo ya-interpretado delimita de modo difuso el ámbito desde el cual el existir mismo plantea cuestiones y exigencias. Lo ya-interpretado es lo que da al ‘aquí’ del estar fáctico el carácter de estar orientado, lo que delimita concretamente su posible modo de ver y el alcance de su vista” (Heidegger, 2000a: 52). Lo ya-interpretado es por eso, también, un saber situarnos en el mundo, un saber relacionarnos con los otros, un saber ser uno mismo.

      Al abordar el modo de plantearse la comprensión de la historicidad, Heidegger nos proporciona indicaciones básicas y fundamentales:

      La elección de la conciencia histórica en cuanto exponente de lo ya-interpretado de la actualidad viene sostenida por la siguiente consideración: el modo como una época (la actualidad de cada momento) ve y aborda el pasado (el propio existir pasado o cualquier otro), lo guarda o renuncia a él, es la señal de cómo se relaciona el presente consigo mismo, de cómo en cuanto existir, en cuanto estar-aquí está en su “aquí”. Tal consideración no es más que una formulación determinada de uno de los caracteres fundamentales de la facticidad, su temporalidad (2000a: 56).

      Es de suma importancia subrayar lo expresado por Heidegger en el sentido de que la comprensión de todo pasado histórico está en función de “cómo se relaciona el presente consigo mismo”. El modo en el cual una época histórica se vive a sí misma determina no sólo el modo en el cual se relaciona consigo misma, sino también, y de manera decisiva, con su pasado y su futuro. Este asunto nos conduce, directamente, al de los horizontes históricos y su posibilidad de ser comprendidos, hermenéuticamente.

      Será esta cuestión particular de la confrontación de los horizontes histó­ricos en la interpretación la que abordaremos a continuación, siguiendo la influencia de Heidegger en Gadamer. Antes de eso, debemos ver la manera en la cual Heidegger expone la relación entre comprensión e interpretación. Al respecto, podemos leer en Ser y tiempo:

      El Dasein en cuanto comprender proyecta su ser hacia posibilidades. Este comprensor estar vuelto hacia posibilidades, por la repercusión que tienen sobre el Dasein esas mismas posibilidades en tanto que abiertas, es también un poder-ser. El proyectarse del comprender tiene su propia posibilidad de desarrollo. A este desarrollo del comprender lo llamamos interpretación [Auslegung]. En la interpretación el comprender se apropia comprensoramente de lo comprendido por él. En la interpretación el comprender no se convierte en otra cosa, sino llega a ser él mismo (2014a: 167 [corchetes del traductor]).

      Gadamer seguirá lo expuesto por Heidegger en el curso de 1923 Ontología (Hermenéutica de la facticidad) y en Ser y tiempo para desarrollar su propia manera de abordar, hermenéuticamente, el problema de la comprensión de la historicidad. Una de las claves hermenéuticas fundamentales que él sigue se halla en un fragmento de Ser y tiempo:

      La interpretación de algo en cuanto algo está esencialmente fundada en el haber previo, en la manera previa de ver y en la manera de entender previa. La interpretación no es jamás una aprehensión, sin supuestos, de algo dado. Cuando esa particular concreción de la interpretación que es la interpretación exacta de los textos apela a lo que “está allí”, lo que pronto está allí no es otra cosa que la obvia e indiscutida opinión previa del intérprete, que subyace necesariamente en todo quehacer interpretativo como aquello que con la interpretación misma ya está “puesto”, es decir, previamente dado en el haber previo, la manera previa de ver y la manera de entender previa (Heidegger, 2014a: 169).

      Lo anterior termina por cobrar sentido cuando Heidegger concluye: “Sentido es el horizonte del proyecto estructurado por el haber previo, la manera previa de ver y la manera de entender previa, horizonte desde el cual algo se hace comprensible en cuanto algo (2014a: 170 [cursivas en el original]). Así, “Toda interpretación que haya de aportar comprensión debe haber comprendido ya lo que en ella se ha de interpretar” (Heidegger, 2014a: 171).

      En su reflexión sobre el pensamiento heideggeriano, Jean Grondin amplía el sentido de dicha expresión, señalando que “la comprensión humana se guía por una comprensión previa que surge de la situación existencial en cada caso y que define el marco temático y la amplitud de validez de cualquier tentativa de interpretación”