sino más bien de ellas mismas. La herstory nos prueba cuán difícil ha sido para las mujeres andar solas por el mundo con el “fardo” de su talento a cuestas.
Existió una segunda versión del Diario con una selección del escritor Pierre Borel, publicada en distintos volúmenes. Sin Borel haber tenido acceso al manuscrito original, esta versión incluye mucha información que no estaba en el Diario editado por la madre. Se supone que fue la señora Bashkirtseff quien le entregó a Borel un material más amplio. En el prefacio, el escritor Jean-Jacques Brousson se refiere a la edición de 1887: “Esa gloria que la pequeña rusa deseaba con toda su alma, por la que hubiera entregado esa alma, la tiene hoy, a pesar de que su primer editor, Theuriet, ese novelista conspicuo, vistió de pensionaria a la pequeña salvaje, nieta del general tártaro”. Hoy, gracias al Círculo de Amigos de Marie Bashkirtseff, la versión original del diario es accesible. Ginette Apostolescu no sólo leyó los manuscritos completos, sino que los transcribió, una labor que le tomó diez años, para honrar así lo que ella consideraba “un deber de memoria”. Con la dirección de Michelle Fleury, la edición de Lucile Le Roy y el prólogo del escritor Pierre-Jean Remy, de la Academia Francesa, el Círculo publicó entre 1995 y 2005, los 16 volúmenes del texto integral, de cerca de 300 páginas cada uno.
Los diarios íntimos nos revelan la cotidianidad de una vida y de una época que de otra manera nos sería inaccesible. La recuperación de lo pequeño, lo oculto, lo que es indispensable en la vida diaria y que no trae inscrito el sello de ninguna trascendencia. Esa reconstrucción que atraviesa el trabajo de la microhistoria y para la cual los diarios han sido fundamentales, como lo han sido para las historiadoras feministas. A la manera de Cosnier: “De la aguja a la pluma”. La traducción que comparto con ustedes es un extracto de textos del Diario de Marie Bashkirtseff, seleccionados por Verena von der Heyden-Rynsch y publicados por Le petit Mercure de France en el año 2000, y las versiones: “Diario de Marie Bashkirtseff” de André Theuriet y “Cuadernos inéditos” de Pierre Borel, accesibles en el portal (Gallica) de la Biblioteca Nacional de Francia.
En sus últimas horas, Marie deseó comer cerezas frescas. Recordé una declaración que hace en su Diario: “Me volvería Communard, con tal de no tener que soportar a mi familia”. Esa alusión a la Comuna de París y su muy breve gobierno socialista (marzo a mayo de 1871) me lleva a las últimas cerezas de Marie y a la canción de Jean-Baptiste Clément y Antoine Renard reivindicada como un símbolo de la Comuna: “Pero es tan corto el tiempo de las cerezas... dama fortuna, aun siéndome ofrecida, no podrás jamás calmar mi dolor... cerezas de amor en vestidos semejantes, cayendo sobre las hojas en gotas de sangre”. Fue tan breve el tiempo de Marie. El dolor en el pecho. La falta de aire. La tos. Las fiebres hasta el delirio. A pesar de la buena fortuna de todos sus talentos, la sombra de la muerte en sus pañuelos teñidos de rojo. Apenas 25 años. ¿En qué pintora se habría convertido quien a esa edad creó cuadros que hoy cuelgan de los muros del Louvre, el Museo d’Orsay, el Museo Estatal Ruso en San Petersburgo? Cada uno de sus cuadernos tenía escrita la frase gloria cupiditas, “deseo de gloria”. Que tu nombre suene Marie, que tu nombre no deje de sonar. Como un trueno.
María Teresa Priego Tapia
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