cogió su abrigo y se encaminó a la salida mientras continuaba refunfuñando cosas que sonaban a maldiciones y niños malcriados y mimados.
Alpha Leo había sido uno de los miembros originales del Zodiaco, de hecho, uno de los fundadores. Hace diez años, cuando desapareció y nos dejó, lo creímos muerto.
Como sea, el punto era que Alpha se las había ingeniado para volver a ser parte de nuestro grupo, esta vez como un paladín. Sí, ahora éramos un gremio, uno oficial, cuyo paladín era nada más y nada menos que el capitán de las Fuerzas de Seguridad Nacional (FUSEN). Un grupo de orden y seguridad que estaba por encima de los grupos policiales y solo justo por debajo de la guardia del Rey.
De hecho, ahora que lo pienso mejor, dado que no tenemos fuerzas militares, la FUSEN cumple esas funciones, o lo más cercano a ello. Desde que se fundaron los siete reinos no está permitido entablar disputas o guerras tras las fronteras establecidas y ningún reino posee alguna clase de fuerza militar como tal, solo los gremios y las respectivas fuerzas de orden y seguridad nacional. A pesar de todo, la situación se ha mantenido bastante bien gracias a los gremios y ya llevamos 149 años sin guerras.
Aún recuerdo como si fuera ayer el momento exacto en que Alpha se apareció en la puerta principal.
Esperen… sí fue ayer.
Era aún bastante temprano, de hecho, estábamos todavía sentados a la mesa tomando desayuno. Sagitario acababa de volver de la misión que le habíamos encomendado e intentaba contarnos que habían tomado de rehenes a Escorpio y Acuario. El resto de nosotros tratábamos de entender y seguir su caótica narración, todos menos Virgo, quien se encontraba recluido en su dormitorio, fue entonces cuando llamaron a la puerta de entrada.
Yo me apresuré a atender al llamado, creyendo que se trataba de alguno de los secuestrados por sapos gigantes, arañas o yo qué sé, después de todo, solo el Zodiaco conoce el paradero de nuestra base, no es como que fuéramos a tener visitas inesperadas.
Pero nada más abrir la puerta me topé de frente con Alpha. Iba vestido demasiado elegante para lo que recordaba de su imagen, peinado con prolijidad, observándome con una mirada apenas sonriente, mezcla de alegría y orgullo, casi podía jurar que se creía el león a punto de rugir en la cima de la montaña anunciando su triunfal y esperado retorno.
Lo observé de pies a cabeza un par de veces y me fue imposible reconocerlo. Solo cuando reparé en el pequeño tatuaje a un costado de su ojo izquierdo me di cuenta de que se trataba de él. Entonces comencé a buscar rasgos familiares en aquella gallarda figura.
Habían pasado diez años, toda una vida, pero el muy bandido seguía siendo dueño de aquella mirada de un extraño color verde azulado, siempre que posaba mi vista en aquellos ojos no podía evitar compararlos con las tranquilas y desoladas aguas del mar profundo, aguas que de un momento a otro te arrastraban por el pie y te hundían hasta lo más profundo.
Su cabello castaño, que alguna vez fue largo y suelto como la melena de un león, ahora estaba corto y bien peinado. Medía tanto como Tauro, posiblemente un par de centímetros menos, pero era seguro que nadie más en el Zodiaco le podría superar.
De lo que recordaba, Alpha siempre había sido un muchacho fuerte y el paso del tiempo solo había acentuado sus atributos, aunque claro, el fino traje que llevaba puesto encubría bastante bien su musculatura.
— Hola… yo… —comenzó a hablar. Su voz aterciopelada erizó los vellos de mi nuca. Me tensé visiblemente y me erguí apretando con fuerza el pomo de la puerta.
¿Hola, yo? ¿En serio? ¿Ésas iban a ser sus primeras palabras dirigidas a mí? Fruncí el ceño y estreché los ojos mientras dejaba que una rabia desconocida se apoderara de mis acciones. No sabía cuánto odio le tenía hasta que le oí hablar por primera vez en diez años. El muy desgraciado conservaba aquella encantadora voz que me había hechizado cuando me uní al Zodiaco.
— Número equivocado. —le contesté, cerrándole la puerta en las narices.
Me devolví dando fuertes zancadas y me senté en una silla frente a Sagitario, dispuesta a continuar escuchando su historia. De pronto fui consciente de que en realidad nadie estaba hablando, todos estaban concentrados en mi persona, como si mi cara fuese lo más interesante que ver y verme fuera lo único que supieran hacer.
— ¿Qué? —pregunté de mala gana mientras me cruzaba brazos.
— ¿Quién era? —preguntó Géminis, la única que se atrevió a contestarme.
— Número equivocado.
— ¿Número equivocado? ¿Qué no es eso lo que sucede cuando llaman por teléfono? —preguntó Sagitario.
— Sí, ¿verdad? —la apoyó Piscis.
— Y… este número equivocado… —trató de continuar Géminis— ¿Qué quería? —yo me encogí de hombros cerrando los ojos mientras trataba de pasar el enfado.
— Vetu, por mí que se muera. —le contesté, aun con la sangre hormigueando bajo la piel.
— ¿Vetu? —susurró desconcertada Piscis— ¿Quién es Vetu?
— Ve tú a saber. —suspiró Géminis con resignación.
— Pues no lo sé, por eso estoy preguntando. —reclamó Piscis.
— Piscis, Vetu es VE TÚ a saber. —le indicó Leo perdiendo la paciencia. —¿Saben qué? Iré a ver quién es. —agregó mientras se ponía de pie y se encaminaba a la puerta de entrada.
Apoyé el mentón en mi palma izquierda mientras afirmaba el codo sobre el mesón, sonriendo al contemplar al leoncito caminar directo a su perdición. De pronto había olvidado por completo mi enfado, todo lo que ocupaba mi mente era Leo y su próximo encuentro. Ya podía imaginar sus gritos. Lástima que no anduviese con un arma, podríamos habernos deshecho de Alpha fácilmente.
El pequeño león profesaba una profunda admiración hacia Alpha, era su modelo a seguir, su ídolo. Y al igual que para muchos de nosotros, descubrir que Alpha nos había abandonado tras la muerte de Virgo, había sido un golpe bajo, demasiado para el sensible león, quien había jurado venganza. Algo como que nadie se va si no es en una bolsa, o algo así, nunca le presté mucha atención.
Cinco segundos después de abierta la puerta por segunda vez, Leo la volvió a cerrar de un portazo tras un alarido que seguramente se escuchó hasta el séptimo reino, algo que sonó a: «¡Vete al infierno!», entonces regresó murmurando palabras irreconocibles a través de sus dientes apretados, sus brazos tensos y pegados al cuerpo y puños tan apretados que sus dedos comenzaban a ponerse blancos.
— Ok… creo que Vetu tiene la curiosa habilidad de desquiciar a nuestros queridos y siempre sensatos líderes. —comentó impresionada Géminis, observando a Leo, quien continuaba refunfuñando de mala gana, sentado de brazos cruzados en su silla, maldiciendo todo lo que conocía.
— ¿Quién es sensato? —preguntó Capricornio.
— Vetu. —le contestó Tauro al oído.
— ¿Qué hacemos? —preguntó Libra.
— ¡Yo voto por ir por nuestras armas y balear la puerta! —propuso Leo sonriendo con una insana satisfacción al pensar seriamente en su propuesta, poniéndose de pie con entusiasmo. No era mala idea. Sonreí mientras dejaba a mi imaginación recrear tal escenario.
— Anda hombre, ¿por qué tan mala actitud? —preguntó Cáncer.
— Mh… —bufó en respuesta Leo mientras se dejaba caer en la silla, arqueando una ceja y dedicándole una adusta mirada al cangrejo. —¿Yo soy el de la mala actitud? —se quejó Leo— ¿En serio? ¿Y tú tienes la desfachatez de decírmelo? ¿Es necesario que te recuerde lo que has hecho hace un par de horas en aquella bodega? —preguntó molesto el león.
— No sé de qué me hablas. —se excusó Cáncer mientras daba una mordida a su tostada y desviaba la mirada en otra dirección.