Sherryl Woods

Castillos en la arena - La caricia del viento


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no? Eres mi hijo, y es el primer trofeo que ganas. Hay que ponerlo donde la gente pueda verlo, para que todo el mundo sepa lo orgulloso que estoy de ti –le lanzó una rápida mirada antes de añadir–: ¿Qué te parece? ¡Será el primer trofeo expuesto en Boone’s Harbor!

      –¡Genial! Lo puedes poner allí, pero antes quiero enseñárselo a Emily y a la señora Cora Jane.

      –Claro.

      –¿De verdad que Emily te ha dicho que quiere que la ayude a elegir cosas para el Castle’s?

      Boone sonrió al verle tan entusiasmado.

      –Bueno, admito que la idea ha sido mía, pero está deseando que le des tu opinión.

      –¿Por qué le has dicho que me pida consejo a mí?

      –Porque sé lo persuasivo que puedes ser y cuánto te quiere la señora Cora Jane, y puedes ayudar a Emily a convencerla de que acepte sus propuestas. Para ella es algo muy importante.

      –Sí, la señora Cora Jane está muy, pero que muy en contra de hacer cambios. Yo la entiendo, el Castle’s me gusta mucho tal y como está.

      –¿Piensas decirle eso a Emily?

      El niño sonrió al admitir:

      –¡Claro que no! Si se lo digo, no le hará falta que la ayude.

      –Yo creía que lo que más le gustaba de tenerte como asesor era tu franqueza.

      –¿Mi qué?

      –Le dices lo que piensas de verdad, ella cuenta con eso.

      –Sí, pero es que no quiero herir sus sentimientos.

      Boone se echó a reír.

      –Acabas de topar con el eterno dilema de los hombres.

      –¿Qué? –preguntó el niño, desconcertado.

      –Lo entenderás cuando seas grande. Los hombres siempre estamos buscando el equilibrio perfecto entre admitir la verdad, ser diplomático, y decir lo que una mujer quiere oír. Solemos meter bastante la pata.

      –Suena muy complicado, no sé si vale la pena romperse tanto la cabeza por las chicas.

      –Es complicado, eso te lo aseguro –le dijo Boone, que era de los que habían metido la pata un montón de veces. Sonrió al asegurar–: Pero sí que vale la pena, ya lo verás.

      Cora Jane estaba en la cocina, repasando con Jerry los platos especiales que iban a servir al día siguiente, cuando B.J. entró como una tromba seguido de Boone, que iba a un paso más pausado.

      –¿Qué es eso, jovencito? –le preguntó ella, sonriente, al ver el trofeo que tenía en las manos, a pesar de que Emily ya le había contado el gran día que el niño había tenido en el campo de fútbol.

      –¡He marcado el gol de la victoria! Me han dado un trofeo y papá va a ponerlo en una vitrina en su restaurante, porque es el primero que gano.

      Ella se echó a reír ante semejante despliegue de entusiasmo.

      –Qué bien, debe de sentirse muy orgulloso de ti.

      –Claro que sí –afirmó Boone.

      –¿Dónde está Emily? –el niño no cabía en sí de emoción–. Ha tenido que irse antes de que me dieran el trofeo, quiero enseñárselo.

      –Está en el comedor con Gabi. Ve a enseñárselo, seguro que está deseando verlo.

      –Y después ven otra vez a la cocina, quiero que me cuentes cómo has marcado ese gol –apostilló Jerry.

      –¡Vale! ¿A que ha sido genial, papá?

      –Sí, una pasada.

      Boone no pudo ocultar su preocupación al verle ir al comedor, y Cora Jane le observó unos segundos en silencio antes de preguntar:

      –¿No vas con él?

      –No, Emily y él tienen que hablar de un par de cosas. ¿Os importa si me sirvo un café y me quedo haciéndoos compañía?

      –Me parece que estás evitando a mi nieta. ¿Por qué?, yo pensaba que habíais hecho las paces.

      –Y así es.

      Cora Jane esbozó una amplia sonrisa al oír aquello.

      –Cada vez te afecta más estar con ella, ¿verdad? ¿Su presencia te recuerda a lo que compartisteis en el pasado?

      –No hace falta que me lo recuerde, no se me había olvidado –le contestó él con impaciencia–. Fue ella la que lo echó todo por la borda.

      –Te da miedo que vuelva a hacerlo, sobre todo ahora que también están en juego los sentimientos de B.J. –Cora Jane lamentaba lo mal que su nieta había hecho las cosas en el pasado.

      –Sí, algo así. Por favor, ¿podríamos dejar de darle vueltas a este tema? Las cosas son como son, y punto.

      –No tienes por qué conformarte. Estoy convencida de que estás deseando darle una segunda oportunidad a Emily, ¿por qué no lo haces?

      –¿Acaso ha hecho ella lo más mínimo para indicar que quiere otra oportunidad? Porque yo no lo he visto.

      Jerry optó por intervenir por primera vez en la conversación.

      –No insistas, Cora Jane. Si no dejas que arreglen las cosas a su manera, vas a quedar atrapada en medio de los dos.

      –¡Ya lo estoy! Los quiero a los dos y sé que, lo quieran reconocer o no, cuando estaban juntos eran más felices que en el tiempo que han estado separados –miró a Boone a los ojos, y añadió–: No estoy menospreciando a Jenny, era una muchacha fantástica y una esposa maravillosa. Y bien sabe Dios que fue una madre increíble.

      –Sí, y eso es algo que no quiero olvidar jamás –le contestó él.

      Cora Jane observó a aquel muchacho que había sobrevivido al abandono de Emily. Se había casado de forma demasiado impulsiva y, por desgracia, la vida le había dado demasiados motivos para arrepentirse de aquella decisión. Ella creía saber por qué era tan renuente a pasar página y seguir adelante con su vida, al menos con Emily.

      –¿Piensas pasar el resto de tu vida haciendo penitencia por no haber podido amar lo suficiente a Jenny? –le preguntó, con voz suave–. La quisiste todo lo que pudiste, Boone. Fuiste un muy buen marido.

      –Sabes que eso no es cierto –protestó él con incredulidad.

      –Sí, sí que lo es. No olvides que yo vi cómo erais como pareja. A Jenny no le faltaba de nada, tuvisteis juntos un hijo maravilloso. Ella estaba radiante de felicidad.

      Era obvio que no había logrado convencerle, porque él insistió:

      –Nunca fui suyo por completo.

      –Por supuesto que no –dijo ella con impaciencia–. A lo largo de la vida, podemos enamorarnos una vez si tenemos muchísima suerte. Casi todo el mundo ama dos veces, o incluso más. El corazón tiene una capacidad ilimitada para amar. Parte del mío siempre pertenecerá a mi difunto esposo, que en paz descanse, pero eso no significa que lo que siento por Jerry no sea profundo y sincero.

      –Y yo no espero que se olvide de Caleb –apostilló Jerry–, por supuesto que sigue llevándolo en su corazón.

      Cora Jane le miró con agradecimiento por el apoyo antes de volverse de nuevo hacia Boone.

      –No creo que Jenny pretendiera que fueras a olvidar por completo a Emily. Ella sabía mejor que nadie lo que había supuesto para ti perder a mi nieta. Esa muchacha te amaba, y por eso te entendía mejor de lo que tú mismo crees.

      –Sentí que estaba siéndole infiel durante todos los días que duró nuestro matrimonio, porque nunca pude desprenderme del todo del pasado. Quería ser un buen marido, el marido que ella se merecía, pero fracasé una y otra vez.

      –Eso