ese oficio (y, algunos de ellos, ideales sociales colectivos y vínculos partidistas), invocaran la presencia, en la sociedad colombiana de las décadas de 1930 y 1940, de una figura, la del escritor, que luchaba por establecerse y ser reconocida material y simbólicamente. Cuando, desde las páginas de la prensa literaria, los escritores invocaban la figura del escritor colombiano o hablaban en nombre de “los escritores colombianos” como colectivo social, estaban, pues, evocándolos, convocándolos, dándoles una existencia común. Esta invocación de una existencia común hacía posible, y también plausible, su reclamo de mejores “condiciones de existencia” (ver el capítulo IV: “Los escritores se quejan”).
En segundo lugar, los escritores colombianos a los que me refiero en estas páginas no estaban reunidos en ningún tipo de organización formal; no tenían una existencia discreta, fronteras claras, coherencia o intereses y agencia concertados, características que se atribuyen a los grupos, pero que caracterizan mejor a las organizaciones (Brubaker, 2004, p. 15). No sostengo, pues, que los escritores sobre los que trato en este estudio hayan formado un grupo social sustantivo y homogéneo, pero sí afirmo y trato de demostrar que compartieron unas condiciones materiales y unos principios de visión y división del mundo que están en la base de su particular construcción de la figura del escritor y de los escritores como un colectivo social. Un trabajo de construcción/ representación que llevaron a cabo, de manera muy notable, en la prensa literaria, y cuyo resultado no fue una acción colectiva visible, agrupamiento o agremiación, sino una “conciencia profesional” creciente, expresada, por ejemplo, en el reclamo (y la legitimación) de la retribución económica del trabajo literario/intelectual.
También la sociología de Pierre Bourdieu (1985; 2001b) permite construir un enfoque no esencialista de los grupos sociales. En particular, resulta pertinente la diferencia que el sociólogo francés establece entre la existencia “teórica” y la existencia “práctica” de los grupos. Según Bourdieu, esta propuesta se basa en una serie de rupturas con la teoría marxista, entre las cuales las más importantes serían:
[la] ruptura con la tendencia a privilegiar sustancias –es decir, los grupos reales, cuyo número, límites, miembros, etc., uno pretende definir– a expensas de las relaciones; y con la ilusión intelectual que lleva a considerar la clase teórica, construida por el sociólogo, como clase real, un grupo movilizado efectivamente (Bourdieu, 1985, p. 723 [traducción propia; cursivas en el original]).
Estas rupturas no niegan que, según un conjunto de propiedades comunes –origen social, educación, edad, ocupación, oficio, etc.–, un investigador pueda construir grupos analíticamente. Pero, en lugar de identificar “grupos homogéneos de individuos diferenciados”, se trata, según Bourdieu, de identificar un “espacio social de diferencias”, es decir, un espacio estructurado según distintos principios de diferenciación (Bourdieu, 2001, p. 104). Desde este punto de vista, que el autor llama “realismo de la relación”, lo real de los grupos sociales ya no se concibe como sustancia, sino como relación.
[Los grupos sociales] construidos pueden ser caracterizados en cierto modo como conjuntos de agentes que, por el hecho de ocupar posiciones similares en el espacio social (…), están sujetos a similares condiciones de existencia y factores condicionantes y, como resultado, están dotados de disposiciones similares que les llevan a desarrollar prácticas similares (Bourdieu, 2001, p. 110).
Los grupos sociales pueden alcanzar una existencia “práctica” como grupos “efectivamente movilizados”, el equivalente de lo que Brubaker llama groupness. Sin embargo, si bien hay coincidencias entre ambos autores, Brubaker parece conceder más importancia a la tarea de construcción simbólica de los grupos sociales, pues, aunque no niega que un principio de formación de los grupos sea el hecho de que los agentes compartan “posiciones similares en el espacio social” y “estén sujetos a similares condiciones de existencia y factores condicionantes”, admite que, en algunos casos, pueden actuar como grupo actores no necesariamente próximos en el espacio social, mientras que otros que sí lo están pueden exhibir una variedad de prácticas difícilmente comprensibles por medio de una categoría abarcadora como la de clase social, que, según Brubaker (1985), es la categoría más abarcadora para Bourdieu.
En todo caso, Bourdieu resalta que los grupos “son [también] construcciones simbólicas orientadas por la búsqueda de intereses individuales y colectivos (y, sobre todo, por la búsqueda de los intereses específicos de sus portavoces)” (Bourdieu, 2001, p. 116). De esta manera, si un investigador se dedica al estudio de un grupo social (llámese clase, partido, comunidad, o, como en este caso, escritores),
debe ser tenido en cuenta el trabajo simbólico de fabricación de grupos, de elaboración de grupos. Es a través de ese trabajo de representación sin fin (…) como los agentes sociales tratan de imponer su visión del mundo o la visión de su propia posición en ese mundo, y de definir su propia identidad (Bourdieu, 2001, p. 118).
Desde luego, es posible establecer relaciones entre la posición de los agentes en el espacio social y el trabajo simbólico mediante el cual buscan imponer su visión del mundo; sin embargo, no es posible determinar esas relaciones a priori, como en la conocida lógica del reflejo: a tal grupo, dadas tales propiedades –pensadas no como principios relacionales de diferenciación, sino como atributos esenciales– corresponde necesariamente tal visión del mundo. Como alternativa, está la noción bourdieuana de punto de vista: “el punto de vista es una perspectiva, una visión subjetiva parcial (momento subjetivista); pero es al mismo tiempo un panorama, tomado desde un punto, desde una posición determinada en un espacio social objetivo (momento objetivista)” (Bourdieu, 2001, p. 102).
Según el enfoque derivado de Brubaker y Bourdieu, es falso, pues, suponer que los grupos construidos analíticamente son grupos “efectivamente movilizados”. Asimismo, sería falso suponer que los grupos invocados por quienes se declaran o son elegidos como sus representantes son entidades discretas compuestas por individuos homogéneos (grupos sustantivos, unitarios, portadores de unos intereses objetivos determinados por fuera de todo proceso y contexto social).
A partir de estas consideraciones, en este trabajo me he propuesto estudiar a los escritores colombianos de las décadas de 1930 y 1940 como grupo social. Para hacerlo, en el capítulo III (“La República de las Letras en cifras”) construyo analíticamente, basado en información biográfica, los contornos de la “población literaria” en Colombia durante la República Liberal. Después, en el capítulo IV (“Los escritores se quejan”), describo el “trabajo” de construcción de la figura del escritor y de los escritores como un colectivo social; un trabajo realizado por escritores individuales que, desde la prensa literaria, “hablaron” en nombre de esta figura, invocándola, y en nombre de este colectivo, designándolo, es decir, llamándolo a la identificación (Brubaker, 2004). Un trabajo que fue, entre otras cosas, un intento por difundir y legitimar un punto de vista (una visión de las cosas) acerca de la situación social de los escritores hacia mediados del siglo XX.18
Figuras del escritor
Para la historia literaria tradicional, la biografía ha sido un género común a la hora de estudiar a los escritores. Aunque algunas biografías logran muy bien el objetivo de narrar la vida de sus protagonistas, incluso en un marco amplio de problemas históricos y sociológicos, otras ceden con frecuencia a la “ilusión biográfica”, es decir, a la idea de que la vida de un individuo es una sucesión coherente de acontecimientos, cuyo sentido, además, coincide con el relato que el individuo hace de sí mismo (Bourdieu, 1999).
Como ha señalado el historiador Robert Darnton,
a pesar de la proliferación de biografías de grandes escritores, las condiciones fundamentales de la autoría siguen siendo oscuras en la mayor parte de las etapas de la historia. ¿En qué momento los escritores se liberaron del mecenazgo de la acaudalada nobleza y del Estado para vivir de su pluma? ¿Cuál era la naturaleza de una carrera literaria y cómo se seguía? ¿Cómo lidiaban los escritores con editores, impresores, libreros, críticos y entre sí? Hasta que no se conteste a estas preguntas no comprenderemos cabalmente