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E-Pack Los Fortune noviembre 2020


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mucho estar cerca de él.

      Abrió el bolso y sacó la tarjeta de visita que le había dado. Le había sorprendido que lo hiciera, pero estaba encantada.

      Se imaginó que no era demasiado común que un médico se dedicara a dar su número personal a las primeras de cambio.

      Giró la tarjeta para mirar lo que había escrito. Su letra era firme y legible. Debía de ser uno de los pocos médicos que escribía de manera tan clara.

      Le había dado permiso para que lo llamara si necesitaba ayuda o si tenía alguna duda, pero no sabía si debía hacerlo.

      Se dio cuenta de que podía llamarlo con la excusa de comentarle lo que el pediatra les había dicho. Así, se aseguraba además de que él pudiera grabar su número de teléfono en el móvil si lo deseaba.

      Se quedó pensativa unos segundos. Después, sacó con decisión el teléfono y marcó el número que le había dado.

      Jeremy no tardó en contestar.

      —¿Diga?

      Se le hizo un nudo en la garganta y estuvo a punto de colgar el teléfono, pero se dio cuenta de que tenía que terminar lo que había empezado.

      —¿Doctor Fortune? Soy Kirsten Allen. Sólo quería comentarte lo que nos ha dicho el pediatra. El doctor Kragen cree que Anthony está muy bien.

      —Estupendo, me alegra saberlo.

      —A mí me había preocupado no tener la historia médica del pequeño, pero el doctor ha encargado un análisis de sangre para que podamos saber si ya ha recibido alguna vacuna. Supongo que ahora tengo una preocupación menos.

      —Jim es uno de los mejores pediatras del condado, así que estáis en buenas manos. Tiene una consulta privada, pero trabaja en la clínica de Red Rock una vez al mes.

      Kirsten se mordió pensativa el labio. No sabía qué más podía decirle, pero no le apetecía tener que colgar tan pronto.

      —Bueno, sólo quería darte las gracias de nuevo… —le dijo ella entonces—. Has sido muy amable conmigo… Con nosotros.

      —Ha sido un placer, Kirsten.

      Se quedaron los dos en silencio y pensó que quizás se lo hubiera imaginado todo. Cabía la posibilidad de que fuera simplemente un médico muy amable, pero sin ningún interés especial en ella.

      —Bueno… —comenzó ella mientras se preparaba para decirle adiós.

      —¿Te gustaría cenar conmigo algún día? —preguntó Jeremy de repente.

      Kirsten se quedó sin aliento, no esperaba una pregunta así. Pero le encantó que la hiciera.

      —Me parece estupendo.

      Se mordió de nuevo el labio inferior. No entendía qué le pasaba con ese hombre, le faltaban las palabras y lamentó no haberle dado una respuesta algo más original o sofisticada. Después de todo, era una mujer adulta y acababa de aceptar salir con aquel médico.

      —¿Qué te parece mañana por la noche? —le preguntó él.

      Era muy pronto.

      Se quedó sin palabras. Comenzó a pensar en qué podría ponerse para la cena. Estaba deseando ver a qué restaurante la llevaría. No sabía si aquello era una buena idea, tenía muchas dudas, pero sabía que sólo había una respuesta posible.

      —Perfecto.

      —Entonces, mañana nos vemos.

      Sintió decenas de mariposas en el estómago. No sabía por qué, pero estaba nerviosa e ilusionada.

      Jeremy le pidió su dirección y ella le dio todos los detalles.

      —Bueno, hasta mañana.

      Se despidieron y ella colgó el teléfono. Se quedó absorta y pensativa unos minutos, con el móvil aún en la mano.

      Se preguntó si estaría imaginándose la conversación que había tenido o si de verdad acababa de llamar al médico. No podía creerlo. Ese atractivo cirujano quería cenar con ella.

      Comenzó a pensar en lo que podría ponerse para la cita. También le preocupaba no mantener una conversación interesante durante la cena. Esperaba no decir nada inapropiado.

      No sabía por qué estaba tan nerviosa. Después de todo, era una mujer culta, había ido a la universidad y había trabajado desde entonces como contable. En esos momentos, no tenía trabajo, pero sabía que era sólo algo temporal. Tenía los conocimientos y el currículum necesarios para conseguir otro trabajo.

      Alguien golpeó suavemente la ventanilla y el sonido la devolvió a la realidad. Vio que era Max. Quitó el seguro de la puerta para que pudiera entrar y guardó el teléfono móvil en su bolso.

      —¿Con quién estabas hablando? —le preguntó Max mientras se sentaba y se ponía el cinturón.

      —Con el doctor Fortune. Me ha invitado a cenar con él mañana por la noche y le he dicho que sí. ¿Podrás quedarte tú solo con Anthony?

      Max la miró con el ceño fruncido.

      —No me lo puedo creer.

      —¿Qué es lo que no puedes creerte?

      —¿Trajiste a Anthony ayer a la clínica para ligar con un médico? ¿Es algo nuevo?

      —¿Qué quieres decir?

      —¿Llevas mucho tiempo detrás del doctor Fortune?

      —No digas tonterías, no estoy detrás de él. Apenas lo conozco, lo vi ayer por primera vez en el aparcamiento, ya te lo he dicho.

      —Entonces ¿qué es lo que pasa?

      No sabía cómo contestar esa pregunta. Le gustaba Jeremy Fortune y le atraía la idea de salir con él. Además, por alguna razón que no conseguía entender, ella también parecía gustarle a él.

      —No pasa nada especial —repuso entonces—. Como te he dicho, apenas lo conozco.

      —Es que nunca has salido con un médico, ¿no te parece que no estás a su altura?

      Ella también lo creía, pero no pudo evitar sonreír. Le agradaba la idea de haber conseguido que ese hombre se fijara en ella y estaba deseando ir a cenar con él.

      Creía que una parte de ella se sentía como si fuera una especie de Cenicienta. Ella no tenía un par de envidiosas hermanas que le recordaran que nunca podría llegar a convertirse en princesa, pero no las necesitaba. Para eso tenía a su hermano Max y sus propias dudas. Los comentarios de su hermano habían conseguido minar su confianza y temió haberse precipitado al aceptar la invitación del atractivo cirujano.

      Pero decidió que no debía dejarse llevar por sus inseguridades, sino que debía disfrutar del momento.

      Jeremy aparcó el coche frente a una casa de dos plantas en un tranquilo barrio residencial de Red Rock. El jardín no era como el que había visto en su sueño y la casa era mucho más vieja. No pudo evitar sonreír al darse cuenta de lo irracional que estaba siendo. Después de todo, no había ningún motivo para que se pareciera a la casa del sueño. Tenía que seguir recordando una y otra vez que sólo había sido un sueño, nada más.

      Cuando vio a Kirsten en el aparcamiento de la clínica acercándose a él, no pudo evitar recordar a la mujer del sueño, tenía cierto parecido, pero eso había sido sólo una coincidencia. Creía que le habría atraído aunque no le recordara a la mujer del sueño. El parecido no había hecho más que hacerlo más receptivo y distraerlo de los problemas que lo abrumaban permanentemente.

      Salió del coche y fue hasta la puerta principal. Cuando llamó al timbre, Max no tardó en abrir la puerta. Vio que lo miraba con el ceño fruncido. Lo invitó a pasar, pero no sonrió.

      —¿Qué tal? ¿Cómo va todo? —preguntó Jeremy.

      —Bien —repuso