reflexiones
Este capítulo se plantea como una introducción necesaria en la que se abordan cuestiones básicas que ayudan a entender qué es un proyecto personal, las razones para llevarlo a cabo y cómo se debería afrontar.
¿Qué es un proyecto personal?
A menudo, veo alumnos que, en pleno desarrollo de sus capacidades técnicas, me preguntan qué es un proyecto personal. Intuyen que se trata de algún tipo de manifestación artística de la fotografía pero no lo tienen demasiado claro. Normalmente, logran adquirir una visión más panorámica de todo ello cuando comienzan a visualizar distintos proyectos personales desarrollados por diferentes autores pues, si algo caracteriza a estos trabajos, es su enorme diversidad.
En términos generales, podríamos decir que un proyecto es la representación de una idea o concepto a través de imágenes fotográficas. Los autores, habitualmente, articulan su trabajo a través de diversos proyectos y, aunque en ocasiones comparten una misma temática de fondo, cada uno de ellos tiene su propio enfoque, por lo que funcionan de manera autónoma.
Un proyecto bien realizado nos va a permitir materializar nuestro propósito comunicativo a través de un grupo de fotografías que ya no se conciben como entes individuales sino que se convierten en un potente conjunto. Tras un buen proyecto, se esconden una estrategia de trabajo, una dedicación y una profundidad relevantes. Y, por encima de todo, debe existir una intención del autor.
¿Por qué hacer un proyecto personal?
Probablemente sea mi experiencia con los alumnos la que me ha enseñado que es necesario respirar hondo y tomarnos algo de tiempo para pensar antes de lanzarnos a empezar un nuevo proyecto. Con el tiempo, he aprendido que hay algunos temas importantes que deberíamos plantearnos con el fin de comenzar con las ideas claras y evitar problemas posteriores, mucho más difíciles de resolver.
Antes de iniciar esta gran aventura, deberíamos hacernos una primera gran pregunta: ¿cuál es nuestro motivo para llevar a cabo un proyecto? Si no sabemos la respuesta, quizá es que no estamos en el momento adecuado para empezar pues el proyecto nace de una necesidad profunda de compartir algo con el resto del mundo. Pero también puede ser que no sepamos contestar porque nos sentimos confusos ante nuevas sensaciones que aparecen por primera vez o porque queremos expresar tantas cosas que nos resulta casi imposible ponerles orden.
Una respuesta bastante habitual a esta pregunta está directamente relacionada con nuestra evolución como fotógrafos. De alguna manera, ya no estamos contentos con nuestra manera de fotografiar y sentimos que las imágenes que tomamos, de manera inconexa, no nos satisfacen como antes. Estamos pidiendo más a la fotografía y también a nosotros mismos y la sensación general que tenemos es que, con esas fotos aisladas, ya no somos capaces de expresar todo lo que queremos. Nos hace falta algo más, aunque es posible que todavía no sepamos exactamente qué es.
Las series
Es muy frecuente comenzar trabajando en una serie, esto es, un conjunto de imágenes con una línea estética y/o temática pero sin la profundidad de un proyecto. Las series son mucho más fáciles de abordar pues no requieren de la implicación, la estrategia ni el compromiso necesario en un proyecto personal, que va mucho más allá, pero también resultan interesantes, pues se pueden convertir en la semilla de futuros proyectos o, como en algunos de nuestros trabajos, el proyecto puede articularse a través de un conjunto de series.
EJEMPLO: ‘El laberinto interior’
Mi primera experiencia relacionada con la construcción de un proyecto personal se produjo cuando realicé mi primera exposición individual, El laberinto interior. Nunca he considerado este trabajo como un proyecto como tal pues siempre he sentido que se había preparado de una manera un poco precipitada y, quizá, también algo forzada. Por aquella época, realicé una ponencia en la que presentaba mi trabajo en Fotogenio, el mayor festival de fotografía que se realiza en España y, casualmente, entre el público, estaba el director de una pequeña galería que me propuso ser artista de la misma y realizar una exposición. Yo, todavía no me había planteado la realización de un proyecto —y, mucho menos, convertirme en artista—, simplemente tomaba fotografías de diversos paisajes en los que buscaba una exaltación y, seguramente sin ser consciente de ello, una conexión con la naturaleza. Trabajaba sin un planteamiento concreto y sin una idea detrás.
Tras la proposición de la galería, preparé la exposición en un corto espacio de tiempo, realizando una selección de imágenes sobre las que planteé una reflexión, obviamente, buscada a posteriori, que siempre me pareció que no terminaba de encajar. Sobre todo, me invadía una incómoda sensación de que esa no era la manera en la que yo quería hacer las cosas.
La muestra, en la que me acercaba a la naturaleza desde diferentes ángulos emocionales, se articulaba a través de cuatro series temáticas de cuatro imágenes cada una:
•El espacio positivo: la presencia, representaba un punto de fuerza, algo o alguien que se encuentra entre nosotros, nos influye y forma parte de nuestra realidad.
•El espacio negativo: la ausencia, hablaba del vacío, de lo que nos falta, de aquello que no tenemos pero intuimos que ha existido. Es la pérdida, lo que ya no está.
•La senda contaba el viaje, el recorrido personal, el camino marcado por nuestras vivencias a lo largo del tiempo.
•El paisaje velado descubría lo secreto, lo escondido, lo que se nos oculta pero anhelamos conocer.
Todas incluían fotografías de paisajes de cierta espectacularidad, quizá, por este motivo, tuvo buena acogida y viajó por diversas salas durante ese año. La grandilocuencia de la propuesta provocó que no me sintiera muy contenta con ella durante mucho tiempo (de hecho, no aparece en mi página web, aunque algunas de sus imágenes fueron rescatadas y empleadas más adelante en otras series) y es ahora, al revisarla para compartir mis impresiones en este libro, cuando me doy cuenta de su relevancia, pues ya aparecían en ella ideas clave que me seguirían interesando a lo largo de los años.
Con la perspectiva que me ofrece el tiempo, me doy cuenta de que lo que falló fue el proceso. Cuando tomé las fotografías, lo hice de manera sincera, pero no consciente del tema. Cuando escribí los textos sobre los que quería hablar, también, pero ya había realizado las imágenes. El problema era que no había hecho la toma fotográfica pensando en esos textos. Entonces, fui consciente de que si hubiera generado nuevas imágenes después de haber escrito y ordenado mis ideas, hubiera estado más contenta con el resultado.
Lo cierto es que nunca sentí que El laberinto interior. tuviera en realidad la cohesión y profundidad que estaba persiguiendo y esa certeza, unida a la lección que aprendí, me llevó a iniciar esa búsqueda de la autenticidad a la que me sigo manteniendo fiel hasta hoy.
El momento de comenzar con nuestro primer proyecto, por tanto, responde generalmente a la propia necesidad de ir más allá con las fotografías y ser capaces de expresarnos a través de ellas, de compartir nuestra manera de ver y sentir el mundo y nuestra forma de entenderlo. A veces, la dificultad para dar forma a todas esas sensaciones puede producirnos un gran desconcierto. Si esto sucede, no debemos entenderlo como algo negativo pues significa que algo importante se está movilizando dentro de nosotros. En estas situaciones, lo mejor es escuchar con suma atención lo que nuestro interior está tratando de decirnos. Eso marca el camino. Si lo que sientes es la imperiosa necesidad de comunicar con otros a través de tus imágenes, entonces ha sucedido algo extraordinario: te encuentras en el momento perfecto para comenzar tu propio proyecto personal.
Ilusión, implicación y mucho trabajo
Si