Inglaterra todavía os dominará. Lo hará a través de sus capitalistas, sus terratenientes, a través de todo el conjunto de instituciones comerciales e individuales que ha implantado en este país y que están regadas con las lágrimas de nuestras madres y la sangre de nuestros mártires”. Connolly -patriota, no patriotero- comprendía algo que solemos olvidar: el imperialismo no es la política exterior de una potencia en particular sino la forma que adopta ese caníbal polimorfo e insaciable cuando devoró suficiente carne humana. Es la tiranía imperial del dios Dinero que describe el Papa Francisco y que hoy muestra un nuevo rostro en su ofensiva contra los pueblos y la naturaleza. Bajo la inmensa masa de explotados hoy se acumulan millones de hermanos descartados y sin esperanza siquiera de vender su fuerza de trabajo. La propia Creación desbastada y en peligro de extinción. El capitalismo imperialista, que hoy combina consumismo alienante, guerra permanente y la más flagrante desigualdad, es la causa de este panorama desolador. El clamor de los pobres y la Tierra nos llama a todos los militantes a unirnos -sin repetir los crímenes que se han cometido en nombre de la revolución durante el siglo XX- para construir eso que algunos llaman socialismo, otros suma qamaña, küme mogñen, justicialismo, confederalismo democrático o el Reino, pero que en todos los casos implica un cambio revolucionario en el eje de rotación del mundo para que la mujer, el hombre, la naturaleza y la dignidad estén primero.
Juan Grabois
Conceptos de El imperialismo, fase superior del capitalismo
A pesar de sus aportes a la teoría del socialismo científico, o más probablemente a causa de ello, la obra de Lenin está prácticamente proscripta en el mundo universitario y académico en general. Son muy pocas las cátedras y las investigaciones en ciencias sociales que recogen esos aportes y muchos los que los reducen y tergiversan.
Entre esos aportes está sin duda el concepto de país dependiente, una de cuyas formas, diferente de la semicolonia, ejemplifica la relación de Argentina con el imperialismo británico. En el planteo de Lenin no se trata de un capitalismo dependiente: el capitalismo es uno solo. Su planteo permite introducir dos dimensiones -relaciones capitalistas y dependencia entre países- que dan cuenta de una especificidad argentina hoy vigente: el ser un país dependiente donde las relaciones capitalistas -relaciones salariales bajo sus distintas formas- se encuentran ampliamente extendidas, con la consiguiente centralidad de la clase obrera, lo que explica la agudización de las contradicciones propias del capitalismo en un país que tiene pocas posibilidades de descargarlas sobre otros países.
Otro aporte de este texto, continuando el planteo de Marx, es la identificación entre la fase superior del desarrollo capitalista y su descomposición como modo de producción de la vida social. Descomposición que no significa derrumbe sino la imposibilidad de garantizar la reproducción del conjunto de la población inserta en sus relaciones, lo que conduce no sólo a una agudización de la lucha de clases, sino también, como ya lo señalara Engels, a la guerra de todos contra todos.
Nicolás Iñigo Carrera
[…] Lenin no aceptaba la presentación de la guerra como una decisión aberrante de las elites. Estimaba que el curso belicista correspondía a tendencias objetivas del capital, derivadas de la competencia por la ganancia. Sostenía que el único sendero de pacificación genuina era el inicio de una transición al socialismo. El estallido de la Primera Guerra confirmó las caracterizaciones de Lenin y puso de relieve todos los errores de la apuesta pacifista de Kautsky.
Esta diferencia de percepciones obedeció a causas y posturas políticas. El dirigente bolchevique detectó las principales contradicciones del capitalismo de su época y mantuvo una actitud revolucionaria. El líder socialdemócrata privilegió sus deseos a la consideración de las tendencias reales y demostró una gran permeabilidad a las exigencias de los poderosos.
Estas asimetrías ilustraron también la distancia que separaba a los políticos revolucionarios y reformistas de ese período. El punto en discordia era el rechazo o la resignación frente a una guerra interimperialista. Lenin encabezó la resistencia al desangre bélico e impulsó el internacionalismo. Su teoría del imperialismo se cimentó en esta estrategia política. […] 1
Claudio Katz
Lenin y la teoría del imperialismo: preguntas abiertas
El capitalismo como sistema mundial
A diferencia de otros integrantes de la familia marxista […] Lenin constituye el elemento de la discordia. Es el verdadero parteaguas en las ciencias sociales y en la política contemporáneas. La cultura de las clases dominantes, entrenada en el ejercicio cotidiano de ejercer su hegemonía, intentó dulcificar, neutralizar e incluso fagocitar o incorporar a Walter Benjamin, a Antonio Gramsci, a Rosa Luxemburg, llegando al límite de manipular al mismo abuelo fundador de la familia, Karl Marx. Con Lenin jamás pudieron. Les sigue generando pánico, desesperación y horror. […]
¿Hay un solo Lenin? Creemos que no. Como hipótesis de trabajo sostenemos que existen muchos Lenin. No sólo porque su obra fue variando al calor y al ritmo de la lucha de clases, sino porque las apropiaciones posteriores priorizaron un aspecto de su obra por sobre otro, según el ángulo político de sus interlocutores o seguidores. No es el mismo Lenin el joven que comenzó a estudiar El Capital a los 18 años, […] el que luchaba en 1894 contra el populismo ruso tardío y ya degradado mientras postulaba a Marx como el fundador “objetivista” de la sociología y las ciencias sociales (sin haber estudiado todavía a Hegel), el que a comienzos del siglo XX se convierte en teórico de la organización revolucionaria con su inolvidable ¿Qué hacer?, […] el que reflexiona sobre la insurrección de 1905, el teórico del abstencionismo, la organización clandestina y la guerra de guerrillas, el que polemiza durante 1908 con fracciones liquidacionistas en el exilio seducidas por el neopositivismo de Mach y Avenarius, el que rompe con sus maestros Plejanov y Kautsky (tanto en la teoría como en la práctica) mientras recopila y reconstruye la correspondencia incendiaria de Marx con Kugelmann, el que discute con su admirada camarada Rosa Luxemburg sobre cinco problemáticas distintas, el que durante la primera guerra mundial estudia en las bibliotecas de Zurich la Ciencia de la Lógica de Hegel (revisando sus propios libros anteriores), el que lee y anota en ese tiempo De la guerra de Clausewitz, El capital financiero de Hilferding, El estudio del imperialismo de Hobson construyendo mientras tanto su propia teoría del imperialismo que verá la luz en 1916, el que sistematiza la teoría marxista del Estado recorriendo la obra de Marx y Engels, al calor de la Comuna de París, el que regresa en el famoso tren blindado y plan-tea las rupturistas e iconoclastas Tesis de abril de 1917 (que descolocan a todo el comité central bolchevique), el que prepara la insurrección de octubre de 1917, el que comanda la guerra civil y vence con el comunismo de guerra a varios ejércitos invasores, el fundador de la Internacional Comunista, el que no le queda más remedio que retroceder económicamente con la NEP y cambiar la estrategia internacional adoptando el frente único, el que profundamente enfermo deja -ya sin poder escribir con sus propias manos- un testamento con sus secretarias donde alerta sobre las enormes dificultades de los demás miembros del comité central para dirigir el partido bolchevique y el estado soviético. ¿Es siempre el mismo Lenin? Sí y no. Es invariablemente el mismo revolucionario indomesticable, radical, inclaudicable. […] Pero su obra va cambiando, se va enriqueciendo y complejizando, va enfatizando uno u otro aspecto de la realidad y de la teoría según el análisis concreto de la situación concreta y según los variados niveles de la relación de fuerzas en el enfrentamiento de las clases sociales, a nivel internacional y a escala nacional. Por eso congelar a Lenin en un solo libro, en un solo folleto, en una sola frase de algún modo “traiciona” o por lo me-nos deforma y petrifica el espíritu de su pensamiento en permanente ebullición. […]
¿Desde dónde leer a Lenin? Nuestro Lenin es: (a) el del Che Guevara y sus Apuntes críticos a la economía política; (b) el de Roque Dalton y su entrañable Un libro rojo para Lenin; (c) el de Ruy Mauro Marini, tal como éste se vale de sus categorías, hipótesis y teorías en sus obras Dialéctica de la dependencia, Subdesarrollo y revolución y en su artículo polémico “Crítica del eurocomunismo”; (d) el de Antonio Gramsci en sus Cuadernos de la cárcel, principalmente el de los Cuadernos