eras el vestigio del futuro.
Rojas y verdes luces del amor
Prestidigitan bajo un halo de rush
Que sombra extraña te oculto de mi guiño
Que nunca oíste la hojarasca crepitar?
Pues yo te escribiré
Yo te haré llorar
Mi boca besará Toda la ternura de tu acuario.
Más si la luna enrojeciera en sed
O las impalas recorrieran tu estante
No volverías a triunfar en tu alma?
Yo se que harías largos viajes por llegar.
Parado estoy aquí
Esperándote Todo se oscureció
Ya no se si el mar descansará...
Habrá crecido un tallo en el nogal
La luz habrá tiznado gente sin fe
Esta botella se ha vaciado tan bien
Que ni los sueños se cobijan del rumor.
Licor no vuelvas ya
Deja de reír
No es necesario más
Ya se ven los tigres en la lluvia
Luis Alberto Spinetta
Los libros de la Buena Memoria
HISTORIA Y VERDAD, UNA RELACIÓN PROBLEMÁTICA
Gabriela Gresores y Claudio Spiguel
“Articular históricamente el pasado no significa conocerlo “tal como verdaderamente fue”. Significa apoderarse de un recuerdo tal como éste relumbra en un instante de peligro. De lo que se trata para el materialismo histórico es de atrapar una imagen del pasado tal como ésta se le enfoca de repente al sujeto histórico en el instante del peligro. El peligro amenaza tanto a la permanencia de la tradición como a los receptores de la misma”
W. Benjamin
Este trabajo se propone reflexionar sobre la existencia de una Historia Científica, explicativa e incluso predictiva (y por lo tanto “verdadera”), solo posible a partir de una práctica política de apoderamiento del recuerdo, como herramienta para la comprensión del presente (frente al cual se está en peligro), de sus contradicciones y de los diversos futuros que germinan en él. Una Historia como proceso de producción de conocimiento, que a su vez pueda guiar la práctica social en la construcción de un futuro deseable. Vislumbrar ese futuro, a la luz del “recuerdo” que “relumbra” permitiría insertar ese recuerdo en una cadena de significados, articulados de tal manera que pueden dar cuenta del sentido más profundo de los hechos. Por el contrario, la idea de que la historia es una sucesión de “hechos” pasados, que se resuelve con el mero relato ordenado y “completo” de los mismos, solo contribuye al ocultamiento.3
Esta reflexión apunta a poner de manifiesto dos aspectos relacionados: por un lado la gran potencialidad cognoscitiva y develadora del análisis histórico; por el otro el papel legitimador del discurso histórico en el seno de la lucha de clases, la cual, como dijera Chesneaux, implica también una violenta disputa por el pasado.4
Para esta tarea tomamos como base tres textos: dos cartas de René Salamanca dirigida a los obreros del SMATA de Córdoba en Octubre de 1975 y Enero de 1976 -meses antes de su desaparición- y la carta de Rodolfo Walsh, escrita en el primer aniversario de la dictadura, días antes de su asesinato.5
René Salamanca, Secretario del SMATA Córdoba, octubre de 1975: “Los obreros argentinos no podemos reflexionar hoy fuera de un marco concreto: La patria está en peligro, como en todas las horas decisivas. Como en el 30, en el 45, el 55, el 66 y el 69, tenemos frente a nosotros dos opciones: o se profundiza la dependencia del imperialismo, el poder de los monopolios y los terratenientes y la superexplotación popular, o se profundiza la liberación, la marcha revolucionaria del pueblo con los trabajadores a la cabeza”.
En marzo del 76: “Todo eso está en juego aquí y forma parte del conjunto de causas por las cuales las superpotencias y sus socios, oligarcas, monopolios, grandes burgueses, milicos gorilas y jerarcas sindicales amigos, empujan la caída del gobierno. La vida nos enseña que así como no hay imperialismo bueno, tampoco puede haber golpismo bueno. El golpe tiene un solo camino para Argentina: superexplotación popular, dictadura terrorista, entrega de la riqueza nacional y más hambre para los sectores populares”.
Rodolfo Walsh, 24 de marzo de 1977: “El primer aniversario de esta junta militar ha motivado un balance de la acción de los gobiernos en documentos y discursos oficiales, donde lo que ustedes llaman aciertos son errores, lo que reconocen como errores son crímenes y lo que omiten son calamidades. Quince mil desaparecidos, diez mil presos, cuatro mil muertos, decenas de miles de desterrados, son la cifra desnuda de este terror. En la política económica de este gobierno debe buscarse no solo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada. En un año han reducido ustedes el salario real de los trabajadores al 40%, disminuido su participación en el ingreso nacional al 30%, elevado de 6 a 18 horas la jornada de labor, congelando salarios a culatazos mientras los precios suben en las puntas de la bayonetas, aboliendo toda forma de reclamación colectiva, prohibiendo asambleas y comisiones internas, alargando horarios, elevando la desocupación al record del 9%. Y cuando los trabajadores han querido protestar los han calificados de subversivos, secuestrando cuerpos enteros de delegados, que en algunos casos aparecieron muertos y en otros no aparecieron. Los resultados de esta política han sido fulminantes. En este primer año de gobierno el consumo de alimentos ha disminuido el 40%, el de ropa más del 50%, el de medicinas ha desaparecido prácticamente en los campos populares. Ya hay zonas del Gran Buenos Aires donde la mortalidad infantil supera el 30%, cifra que nos iguala con Rhodesia, Dahomey o las Guayanas. La política económica de esta junta solo reconoce como beneficiarios a la vieja oligarquía ganadera, la nueva oligarquía especuladora, y un grupo selecto de monopolios internacionales al que están ligados personalmente el ministro Martínez de Hoz y todos los miembros de su gabinete. Si una propaganda abrumadora, reflejo deforme de hechos malvados, no pretendiera que esta Junta procura la paz, que el general Videla defiende los derechos humanos o que el almirante Massera ama la vida, aún cabría pedir a los señores Comandantes en Jefe de las tres Armas que meditaran sobre el abismo al que conducen al país tras la ilusión de ganar una guerra que aún si mataran al último guerrillero no haría más que empezar bajo nuevas formas, porque las causas que hace más veinte años mueven la resistencia del pueblo argentino, no estarán desaparecidas sino agravadas por el recuerdo del estrago causado y la revelación de las calamidades cometidas”.
¿Qué quiere decir “Historia”?
Pierre Vilar, en un texto imprescindible para quienes estudiamos Historia nos alerta: “Quizá el peligro más grave, en la utilización del término ‘historia’, sea el de su doble contenido: ‘historia’ designa a la vez el conocimiento de una materia y la materia de ese conocimiento. Historia se llama a la vez, a la Historia que sucede, y a la disciplina que la estudia y esto hace que frecuentemente se trasvasen las propiedades de la narración de la Historia, de sus discursos, a las discusiones sobre la Historia como realidad.6
El autor enumera en su artículo algunas ideas clásicas sobre la Historia: la historia-tradición, como sucesión de hechos, “como tribunal de apelación en asuntos políticos”, “el recuerdo colectivo”, etc. La Historia-tradición cumple una función ética pero, “El juicio moral del recuerdo colectivo corre el riesgo de no ser en la realidad más que el de la historiografía dominante.”7
En los discursos que estamos analizando, salta a la vista la correlación casi simétrica que hay entre la predicción que hace Salamanca en relación al tipo de golpe, lo que iba a pasar, (“superexplotación