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E-Pack Se anuncia un romance abril 2021


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va a dirigir su negocio desde el otro extremo del país ahora que Jason y usted están casados?

      Prentice frunció el ceño.

      –Espero que no estén pensando en un matrimonio a distancia. Eso nunca funciona. Por eso mi mujer y mis hijos viajan a todas partes conmigo.

      No era extraño, entonces, que la mujer tuviera bolsas bajo los ojos.

      –Se puede hacer mucho con un buen gerente, un ordenador y un fax –dijo Lauren. Ya había pensado en algunas posibilidades, puesto que tanto Jason como ella tendrían que viajar mucho en los próximos años por el bien del bebé.

      Lo que supondría pasar mucho tiempo juntos. Buscó a Jason con la mirada y lo encontró hablando con Flynn, el vicepresidente de la empresa. Los anchos hombros y la arrolladora personalidad de Flynn atraían las miradas de muchas mujeres, pero Lauren prefería la esbelta figura de Jason. Casi podía oler su fragancia corporal a lo lejos…

      Devolvió su atención a Walter Prentice, quien estaba hablando.

      –Es usted una mujer de negocios de los tiempos modernos.

      Lauren se puso rígida. ¿Sería un halago o una crítica?

      Angela volvió a ponerle una mano en el brazo.

      –Enhorabuena otra vez, querida. A ti y a Jason por vuestro matrimonio y vuestro hijo. Walter y yo nos alegramos mucho por ti y por tu futura familia.

      –Brindo por ello –dijo Walter, levantando su copa–. ¿Nos disculpa, señora Reagert?

      –Pues claro. Ha sido un placer hablar con ustedes –la pareja se alejó y Lauren respiró aliviada. Se tocó el anillo de bodas y pensó en lo que sabía de los Prentice. Llevaban cuarenta años casados, y aunque parecían tenerlo todo, la triste mirada de Angela hizo penar a Lauren en todo lo que tenía en Nueva York.

      Sacudió la cabeza y se dio la vuelta, y se encontró cara a cara con la mujer a la que llevaba evitando toda la noche.

      Celia Taylor puso una mueca de desagrado.

      Lauren pensó en darle una excusa y salir corriendo, pero enseguida cambió de opinión. Una huida sólo serviría para avivar los rumores, y ya corrían demasiados rumores sobre aquella mujer. Además, aunque debería odiar a Celia, sólo podía sentir lástima por ella. El mundo de los negocios podía ser muy cruel con las mujeres hermosas.

      De manera que esbozó su mejor sonrisa y adoptó una actitud amistosa.

      –Hola, Celia. Te estaba buscando. Aún soy nueva en la ciudad y me preguntaba si podrías recomendarme algún buen estilista.

      El pretexto le sonó ridículo. Podría haberle preguntado sobre el trabajo, o sobre algún asunto relacionado con los negocios, o incluso por alguna galería de arte. Fuera como fuera, quería suavizar la situación con la colega de Jason.

      Celia parpadeó con asombro y arrugó su nariz perfecta.

      –Claro… Te enviaré por e-mail el nombre de mi salón de belleza.

      –Te lo agradezco –también necesitaría encontrar un ginecólogo si iba a visitar a Jason en un futuro próximo, o por si se prolongaba su estancia en San Francisco.

      –Siento mucho lo del otro día –dijo Celia con voz amable. Se inclinó ligeramente hacia delante y Lauren encontró muy desagradable el olor de su carísimo perfume. Seguramente se debía al embarazo, y no a la opinión personal que tenía de aquella mujer.

      Su aversión estaba totalmente injustificada. Celia Taylor no había hecho nada malo. Los celos se los había provocado Lauren a sí misma.

      –Tranquila… No hay motivos para la desconfianza.

      –Claro que no. Sólo quería asegurarme de que supieras que no hay nada entre Jason y yo. En serio, fui a verlo para preguntarle si pensaba ir al Rosa Lounge con los otros después del trabajo.

      Celia no le habría preguntado nada si hubiera sospechado que Jason ya tenía una relación. Salvo que, en realidad, Jason no tenía ninguna relación. ¿Habría aceptado la invitación de Celia si su amigo no le hubiera enviado la foto de Lauren embarazada?

      Los celos se negaban a abandonarla, aun recordándose a sí misma que Celia no tenía la culpa de nada.

      –De verdad, no te preocupes. Fui yo quien insistió en mantener la relación en privado. Si hay que culpar a alguien por ocultar que Jason estaba comprometido, es a mí.

      Celia soltó una larga espiración.

      –No sabes lo que me alivia oír eso. Odio los cotilleos en la oficina y… Dios mío, eres realmente encantadora.

      Si de verdad lo fuera, ¿por qué le molestaba tanto que Celia no tuviera que llevar un vestido holgado para ocultar la barriga? Y seguro que tampoco sufría retención de líquidos.

      ¿Y por qué quería impresionar a los Prentice? ¿Y encontrar un ginecólogo en San Francisco?

      Porque, le gustase o no, se sentía atraída por Jason. Durante cuatro meses había intentado olvidarlo, pero había comprobado que era imposible.

      Volvió a recorrer el salón con la mirada hasta localizarlo. Él alzó el mentón como si hubiera sentido que lo estaba observando. Como si la hubiera sentido a ella… Giró levemente la cabeza y sus miradas se encontraron. Un hormigueo de placer recorrió la piel de Lauren. No podía seguir huyendo de la verdad. La pasión que sentía por Jason había empezado a desbordarse, y negarlo sólo serviría para aumentar su sufrimiento.

      Sabía que los desequilibrios hormonales podían ser muy fuertes durante el embarazo, pero también sabía que aquellas sensaciones eran algo más que un montón de hormonas descontroladas. Al fin y al cabo, no había intentado arrojarse encima de ningún otro hombre, y eso que había hombres arrebatadoramente guapos y poderosos en aquel salón.

      Pero ella sólo quería a Jason.

      Aquella noche probaría una nueva táctica. Iba a permitirse todas las fantasías que había tenido con su flamante marido.

      Capítulo 9

      La fiesta de la empresa había sido un éxito, y Jason había conseguido su propósito.

      Entonces, ¿por qué se sentía tan irritado?

      Se metió las manos en los bolsillos del esmoquin después de cerrar la puerta de casa y miró a su bonita esposa, que estaba al otro lado del salón, convencido de que era ella el motivo de su frustración. Apenas habían hablado en el trayecto de vuelta a casa. Él le había indicado algunos sitios de interés en un intento de mostrarle las ventajas de vivir allí, pero ella había permanecido en silencio casi todo el camino, mirándolo con una intensidad que a Jason le resultó desconcertante, sobre todo porque no tenía ni idea de lo que podía estar pensando.

      Ahora Lauren estaba de pie frente a la ventana, con la luna arrancando destellos de su vestido de noche. Ofrecía una imagen deslumbrante y perfecta en todos los aspectos, y a Jason le hacía pensar en lo bien que podrían vivir juntos.

      Su plan de mantener una barrera entre ellos se estaba quedando obsoleto a una velocidad de vértigo. Deseaba hacerlo todo con ella, y sin perder más tiempo. El vestido de Lauren se ceñía a sus generosos pechos, los pliegues ocultaban el embarazo y la tela satinada le caía hasta los tobillos. Un mechón de pelo le rozaba la mejilla, igual que sus propios dedos le habían acariciado la delicada mandíbula.

      Los hombres se la habían comido con los ojos durante toda la velada, y Jason casi se había vuelto loco de celos. Quería recordarles que estaba con él. Que llevaba un hijo suyo. Pero no podía comportarse como un marido posesivo.

      Además, estaba muy orgulloso de ella. Antes de la fiesta casi se había olvidado de la avezada mujer de negocios que era, pero ella no sólo se había ganado a Prentice, sino a muchos más invitados que podrían serle de gran ayuda en su carrera profesional.