Mauro F. Guillen

2030: Cómo las tendencias actuales darán forma a un nuevo mundo


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locales es limitada.

      La migración ayudará a superar algunos de los obstáculos asociados con el envejecimiento de la población. La ONU la llama “migración de reemplazo”. Los datos de la Oficina de Estadísticas Laborales de Estados Unidos sugiere que conforme comienza a retirarse la generación del baby boom la economía estadunidense requerirá un mayor influjo de inmigrantes para cubrir la demanda de empleos distintos, desde asistentes de enfermería y asistentes de salud en el hogar hasta trabajadores de la construcción, cocineros y desarrolladores de software. Para 2030 más de la mitad de éstos y otros empleos en Estados Unidos estarán ocupados por trabajadores de origen extranjero.

      Otra forma de analizar si la inmigración menoscaba la posición económica de los locales es examinar los ingresos. Si los inmigrantes compiten con ellos por los mismos empleos los salarios que perciben los trabajadores locales deberían verse reducidos. Tras examinar cuidadosamente la evidencia, las Academias Nacionales de Ciencia, Ingeniería y Medicina llegaron a la conclusión de que “el impacto de la inmigración sobre los salarios generales para los nacionales puede ser muy pequeño, cercano a cero”. Lo que es más importante, la mayoría de las investigaciones encontró “en general mayores efectos negativos para los grupos vulnerables [por ejemplo, minorías étnicas] y para los inmigrantes previos que para los nativos”. Esto podría explicar la paradoja de que una importante proporción de los inmigrantes recientes en Europa y Estados Unidos voten por candidatos que demonizan la inmigración. Está claro que el grupo nativo más expuesto a los efectos de la inmigración es el de quienes abandonaron la educación media superior, que también tienden a favorecer controles migratorios más severos, un factor de gran importancia en las elecciones de 2020.

      Si bien la evidencia sugiere que los inmigrantes no compiten con los locales por empleos, aún sería posible que la inmigración representara una pérdida neta para el país de destino si los recién llegados se beneficiaran desproporcionadamente de los servicios de seguridad social del gobierno. De hecho, mucha de la ira popular contra los inmigrantes, tanto en Europa como en Estados Unidos, tiene que ver con la acusación de que representan una carga fiscal porque reciben más, como beneficiarios de los servicios sociales, de lo que contribuyen como trabajadores. Una vez más, la evidencia contradice esta noción popular. Aproximadamente 72 por ciento de los inmigrantes internacionales del planeta está en edad productiva, en comparación con 58 por ciento de la población total. Según un estudio de la prestigiosa Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), los inmigrantes han representado 47 por ciento del crecimiento en la fuerza laboral en Estados Unidos y 70 por ciento en Europa desde 1990, y tienden a contribuir más en forma de impuestos de lo que reciben en forma de beneficios de los programas gubernamentales. “A cualquier edad”, puntualiza el reporte de las Academias Nacionales, “los integrantes adultos de la segunda generación [de inmigrantes] suelen tener un impacto fiscal neto más positivo, para todos los niveles de gobierno, que los adultos de la primera o de la tercera generación.” Entre 1994 y 2013 la relación de impuestos/beneficios “se incrementó para los grupos tanto de la primera como de la segunda generación”, lo que indica que con el tiempo los inmigrantes van contribuyendo más fiscalmente a través de nóminas e impuestos sobre la renta de lo que reciben en beneficios de los programas de gobierno. Vale la pena notar que el impacto fiscal de los inmigrantes es más positivo a nivel federal —puesto que la mayoría de ellos están en edad productiva— que a nivel estatal y local, que son los gobiernos que financian la educación de sus hijos. Las Academias Nacionales concluyen que “un inmigrante y una persona nacida en el país con características similares [por ejemplo, edad, educación, ingreso] posiblemente tendrán el mismo impacto fiscal”.

      Los inmigrantes no roban empleos: crean empleos

      Google, Intel, eBay, Facebook, LinkedIn y Tesla tienen dos cosas en común: han transformado la economía estadunidense y fueron fundados o cofundados por inmigrantes. La economía global no sería la misma sin ellos. Cerca de 23 por ciento de las empresas de alta tecnología en Estados Unidos son fundadas por inmigrantes, y la proporción es significativamente mayor en ciertos estados: 40 por ciento en California, 42 por ciento en Massachusetts y 45 por ciento en Nueva Jersey, según la Kauffman Foundation y el Bay Area Council Economic Institute. Para 2016 los inmigrantes habían fundado 44 de los 87 “unicornios” estadunidenses —aquellas empresas privadas cotizadas en 1,000 millones de dólares o más—, tal como reportó el grupo de reflexión apolítico National Foundation for American Policy. Veintitrés de los emprendedores que fundaron estas 44 empresas llegaron a Estados Unidos para cursar estudios de licenciatura o posgrado, en su mayoría provenientes de India, Canadá, Reino Unido, Alemania e Israel. David Hindawi, por ejemplo, nació en Bagdad en 1944, en el seno de una familia judía iraquí. Su familia se fue a vivir a Israel en 1951, donde sirvió en la fuerza aérea israelí. En 1970 se mudó a Estados Unidos para obtener un doctorado en la Universidad de California en Berkeley. En 2007 unió esfuerzos con su hijo Orion para fundar Tanium, una empresa de ciberseguridad que crecería hasta emplear a 500 personas.

      Los inmigrantes son un regalo para la economía, porque están más motivados para convertirse en emprendedores. Un meticuloso reporte de las Academias Nacionales encontró que “los inmigrantes son más innovadores que los nativos”, en función, por ejemplo, del número de patentes que obtienen. “Al parecer los inmigrantes innovan más que los nativos, no porque posean una capacidad inherente mayor sino gracias a su concentración en los campos de la ciencia y la ingeniería”, concluye el estudio. “La inmigración es emprendedurismo puro”, escribió en 2013 Reid Hoffman, cofundador de LinkedIn, en un artículo de opinión de The Washington Post. “Abandonas todo lo que conoces para comenzar en un nuevo lugar. Para tener éxito tienes que establecer alianzas. Tienes que adquirir competencias. A veces tienes que improvisar. Es una propuesta muy osada.”

      Además del emprendedurismo, pensemos en las contribuciones de los inmigrantes al sector de la salud en Estados Unidos. Según un estudio de 2016 de la George Mason University, los inmigrantes apenas representan 13 por ciento de la población total de este país, pero conforman 28 por ciento de los médicos y los cirujanos, 22 por ciento de los asistentes de enfermería, psiquiátricos y domésticos y 15 por ciento de los enfermeros y enfermeras registradas. También son más de la mitad de los científicos médicos que trabajan en las áreas de biotecnología. El factor clave tras estos porcentajes es que la mayoría de estos inmigrantes se capacitó como profesionales médicos en sus países de origen. Si bien algunos de los que obtuvieron sus grados en el extranjero deben adquirir capacidades más avanzadas antes de trabajar en Estados Unidos, a causa de los altos estándares laborales de este país, el caso es que Estados Unidos no produce suficientes trabajadores de la salud altamente capacitados. Queda claro que los inmigrantes que trabajan en el campo de la salud no están compitiendo por los empleos estadunidenses.

      Otro indicador útil es el de los premios Nobel de ciencia. Entre los 85 ciudadanos estadunidenses que han ganado los premios de química, física y fisiología o medicina desde el año 2000, 33 de ellos, es decir, cerca de 40 por ciento, nacieron en el extranjero. Si Estados Unidos quiere conservar su posición como el país más innovador del mundo, la inmigración debe desempeñar un papel, en especial a medida que las economías del conocimiento siguen su imparable ascenso.

      Las Academias Nacionales ya habían llegado a la conclusión, en un reporte de 1997, de que el efecto neto de la inmigración en la economía estadunidense era positivo. En su reporte de 2017 observaron que sin inmigración hacia Estados Unidos “está claro que el PIB sería mucho menor, y tal vez el PIB per cápita también, en gran medida porque Estados Unidos tendría una población más vieja, con un porcentaje considerablemente menor de individuos activos en la fuerza laboral”. El influjo de inmigrantes tiende a reducir los precios para “el cuidado de niños, la preparación de comida, las tareas domésticas, las reparaciones de casas y la construcción”. El reporte también hizo hincapié en que, dada la importancia del mercado inmobiliario para Estados Unidos, los inmigrantes y sus descendientes representan una demanda adicional —y muy bienvenida— de alojamiento. También resulta difícil imaginar cómo podrían funcionar muchas familias estadunidenses de clase media con dos padres que trabajan sin la presencia de inmigrantes que los ayuden a criar a sus hijos. En 2030 veremos cómo el dinamismo creativo que brinda la inmigración desempeña