Aristoteles

Obras Inmortales de Aristóteles


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consideraciones prueban la ignorancia de lo que dice Antístenes; que no se puede hacer de un mismo ser más que una sola definición, la definición propia; de donde resultaría que no existe contradicción y, en último término, que nada es falso. Pero démonos cuenta que se puede definir todo ser, no solo por su propia definición, sino por la de otro ser; definición falsa en tal caso, o absolutamente falsa, o verdadera desde cierto punto de vista: puede afirmarse que ocho es doble, y tal es la noción misma del número dos. Tales son las significaciones de la palabra falso.

      Se dice que un hombre es falso cuando ama y busca la falsedad, sin ningún otro objetivo, y solo por la falsedad misma, o bien cuando arrastra a otros a la falsedad. En esta última acepción concedemos el nombre de falsas a cosas que presentan una imagen falsa, y por lo tanto es falsa la proposición de Hipias, de que el mismo ser es a la vez verídico y mentiroso. Sócrates llama embustero al que puede mentir, y por esto entiende el que es instruido y listo. Añade que el que es malo voluntariamente vale más que el que lo es involuntariamente. Y esta falsedad intenta demostrarla por una inducción. El que cojea con intención vale más que el que cojea de forma involuntaria, y por cojear entiende imitar a un cojo. Pero en realidad, el que cojea con intención será peor seguramente. En este ocurre lo que con la maldad en el carácter.

      Parte XXX

      Accidente se refiere a lo que se encuentra en un ser y puede afirmarse con verdad, pero que no es, sin embargo, ni necesario ni ordinario. Imaginémonos que cavando un hoyo para poner un árbol se encuentra un tesoro. Es accidental que el que cava un hoyo encuentre un tesoro; porque ni es lo uno consecuencia ni resultado necesario del otro, ni es corriente tampoco que plantando un árbol se encuentre un tesoro. Imaginémonos también que un músico sea blanco; como no es necesario ni corriente, a esto llamamos accidente. Por tanto, si ocurre una cosa, cualquiera que ella sea, a un ser, incluso en ciertas circunstancias de lugar y de tiempo, pero sin que haya causa que determine su esencia, sea actualmente, sea en tal lugar, esta cosa será un accidente. El accidente no posee, pues, ninguna causa determinada; posee solo una cosa fortuita; y por lo fortuito es lo indeterminado. Por accidente se llega a Egina, cuando no se tuvo ánimo de ir allí, sino que le ha llevado a uno la tempestad o los piratas. El accidente se produce, existe, pero no tiene la causa en sí mismo, y solo existe en virtud de otra cosa. La tempestad ha sido causa de que hayan arribado a donde no pretendían, y este punto es Egina.

      La palabra accidente se entiende también de otra manera; se dice de lo que existe de suyo en un objeto, sin constituir uno de los caracteres distintivos de su esencia: tal es la propiedad del triángulo, de que sus tres ángulos valgan dos ángulos rectos. Estos accidentes pueden ser eternos; los accidentes propiamente dichos no lo son; ya hemos dado la razón de esto anteriormente.

      Libro VI

      Parte I

      Investigamos los principios y las causas de los seres, pero obviamente de los seres en tanto que seres. Existe una causa que produce la salud y el bienestar; las matemáticas poseen también principios, elementos, causas; y, en general, toda ciencia intelectual o que participa de la inteligencia en cualquier concepto recae sobre las causas y principios más o menos rigurosos, más o menos simples. Pero todas estas ciencias solo abrazan un objeto determinado; tratan solo de este género, de este objeto, sin entrar en ninguna consideración sobre el ser propiamente dicho, ni sobre el ser en tanto que ser, ni sobre la esencia de las cosas. Ellas parten del ser, unas del ser revelado por los sentidos, otras de la esencia aceptada como hecho fundamental; después, analizando los problemas esenciales del género de ser de que se ocupan, deducen principios, demostraciones más o menos absolutas, más o menos probables; y es obvio que de semejante inducción no se infiere ni una demostración de la sustancia, ni una demostración de la esencia, porque para llegar a este resultado se necesita otro género de demostración. Por la misma razón estas ciencias nada dicen de la existencia o de la no existencia del género de seres de que se ocupan; porque el demostrar qué es la esencia y el probar la existencia dependen de la misma operación intelectual.

      La Física es la ciencia de un género de seres determinado; trata de la sustancia que posee en sí el principio del movimiento y del reposo. Está claro que no es una ciencia práctica ni una ciencia creadora. El principio de toda creación es, en el agente, el espíritu, el arte o cierta potencia. La voluntad es en el agente el principio de toda práctica; es lo mismo que el objeto de acción y el de la elección. Por tanto, si toda elucubración intelectual tiene a la vista la práctica, la creación o la teoría, la Física llegará a ser una ciencia teórica, pero la ciencia teórica de los seres que son aptos de movimiento, y la ciencia de una sola esencia, de aquella cuya noción se halla ligada a un objeto material.

      Pero es preciso ignorar lo que es la forma determinada, la noción esencial de los seres físicos; indagar la verdad sin este conocimiento es hacer vanos esfuerzos. En cuanto a la definición, a la esencia, se distinguen dos casos: tomemos por ejemplo lo chato y lo romo. Estas dos cosas difieren, en cuanto lo chato no se concibe sin la materia: lo chato es la nariz roma; mientras que, por lo contrario, el de nariz arremangada se concibe independientemente de toda materia sensible. Ahora bien, si todos los objetos físicos están en el mismo caso que lo chato, como la nariz, ojo, cara, carne, hueso y, en fin, el animal; las hojas, raíces, corteza y, por último, la planta (porque la noción de cada uno de estos objetos va siempre acompañada de movimiento, y tienen siempre una materia), se ve claramente cómo es preciso indagar y definir la forma esencial de los objetos físicos, y por qué el físico debe ocuparse de esta alma, que no existe independientemente de la materia.

      Es evidente, en vista de lo que precede, que la Física es una ciencia teórica. La ciencia matemática es teórica igualmente; ¿pero los objetos de que se ocupa son realmente inmóviles e independientes? Esto es lo que no sabemos aún, y lo que sabemos, sin embargo, es que hay seres matemáticos que esta ciencia considera en tanto que inmóviles, en tanto que independientes. Si hay algo que sea realmente inmóvil, eterno, independiente, a la ciencia teórica pertenece su conocimiento. Ciertamente, este conocimiento no es patrimonio de la Física, porque la Física tiene por objeto seres susceptibles de movimiento; tampoco pertenece a la ciencia matemática; sino que es de la competencia de una ciencia superior a ambas. La Física estudia seres inseparables de la materia, y que pueden ser puestos en movimiento. Algunos de aquellos de que trata la ciencia matemática son inmóviles, es cierto, pero inseparables quizá de la materia, mientras que la ciencia primera tiene por objeto lo independiente y lo inmóvil. Todas las causas son necesariamente eternas, y las causas inmóviles e independientes lo son por excelencia, porque son las causas de los fenómenos celestes.

      Por lo tanto, hay tres ciencias teóricas: Ciencia matemática, Física y Teología. En efecto, si Dios existe en alguna parte, es en la naturaleza inmóvil e independiente donde es preciso reconocerlo. De otro lado, la ciencia por excelencia debe tener por objeto el ser por excelencia. Las ciencias teóricas están a la cabeza de las demás ciencias, y esta de que hablamos está a la cabeza de las ciencias teóricas.

      Puede preguntarse si la filosofía primera es una ciencia universal, o bien si se trata de un género único y de una sola naturaleza. Con esta ciencia no ocurre lo que con las ciencias matemáticas; la Geometría y la Astronomía tienen por objeto una naturaleza particular, mientras la filosofía primera abarca, sin excepción, el estudio de todas las naturalezas. Si entre las sustancias que tienen una materia, no hubiese alguna sustancia de otra naturaleza, la Física sería entonces la ciencia primera. Pero si hay una sustancia inmóvil, esta sustancia es anterior a las demás, y la ciencia primera es la Filosofía. Esta ciencia, por su condición de ciencia primera, es también la ciencia universal, y a ella pertenecería el estudiar el ser en tanto que ser, la esencia, y las propiedades del ser en tanto que ser.

      Parte II

      El ser propiamente tal se entiende en muchos sentidos. En principio hay el ser accidental, después el ser que designa la verdad, y también el no-ser que designa lo falso; además, cada forma de la atribución es una forma de analizar el ser: se le considera bajo la relación de la esencia, de la cualidad, de la cantidad, del lugar, del tiempo, y bajo otros puntos de vista semejantes; existe, por último, el ser en potencia y el ser en acto.

      Puesto que se trata de los diversos significados que se otorgan al ser,