Aristoteles

Obras Inmortales de Aristóteles


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del ser, existe uno primero; y el primer ser es sin contradicción la forma distintiva, es decir, la esencia. En efecto, cuando atribuimos a un ser tal o cual cualidad, decimos que es bueno o malo, etc., y no que tiene tres codos o que es un hombre. Cuando queremos, por lo contrario, definir su naturaleza, no decimos que es blanco o caliente ni que tiene tres codos de altura, sino que indicamos que es un hombre o un dios. Las demás cosas no se las llama seres, sino en cuanto son: o cantidades del ser primero, o cualidades, o variantes de este ser, o cualquier otro atributo de este género. No es posible decidir si andar, estar sano, sentarse son o no seres, y lo mismo sucede con todos los demás estados semejantes. Porque ninguno de estos modos posee por sí mismo una existencia propia; ninguno puede estar separado de la sustancia. Si estos son seres, con más razón lo que anda es un ser, así como lo que está sentado, y lo que está sano. Pero estas cosas no parecen tan unidas al carácter del ser, sino en cuanto bajo cada una de ellas se oculta un ser, un sujeto determinado. Este sujeto es la sustancia. Se trata del ser particular, que se ofrece bajo los diversos atributos. Bueno, sentado, no significan nada sin esta sustancia. Está claro que la existencia de cada uno de estos modos depende de la existencia misma de la sustancia. A causa de esto, está claro que la sustancia será el ser primero, no tal o cual modo del ser, sino el ser tomado en su sentido absoluto.

      En primer lugar se entiende en diferentes sentidos; sin embargo, la sustancia es absolutamente primera bajo la relación de la noción, del conocimiento, del tiempo y de la naturaleza. Ninguno de los atributos del ser puede ofrecerse separado; la sustancia es la única que tiene este privilegio, y en esto estriba su prioridad bajo la relación de la noción. En la noción de cada uno de los atributos es imprescindible que exista la noción de la sustancia misma, y creemos entender mejor una cosa cuando conocemos cuál es su naturaleza; por ejemplo, qué es el hombre o el fuego, mejor que cuando conocemos cuál es su calidad, su cantidad y el lugar que ocupa. Únicamente llegamos a tener un conocimiento perfecto de cada uno de estos mismos modos cuando conocemos en qué consiste, y qué es la cantidad, qué es la cualidad. Así el objeto de todas las búsquedas pasadas y presentes; la pregunta que sin descanso se formula: ¿qué es el ser?, viene a reducirse a esta: ¿qué es la sustancia?

      Unos dicen que no existe más que un ser, otros que hay muchos; estos que existe cierto número de ellos, aquellos que son una infinidad. Nuestras pesquisas deben también tener por fin, por primer fin, y de algún modo único, examinar qué es el ser desde este punto de vista.

      Parte II

      La existencia de la sustancia parece manifestarse, sobre todo en los cuerpos, y así denominamos sustancias a los animales, a las plantas y a las partes de las plantas y de los animales, así como a los cuerpos físicos, como el fuego, el agua, la tierra, o cualquiera de los seres de este género, sus partes y lo que proviene de una de sus partes o de su conjunto, como el firmamento; finalmente, las partes del firmamento, los astros, la Luna, el Sol. ¿Son estas las únicas sustancias? ¿Existe, además, otras, o bien ninguna de estas es sustancia, y pertenece este carácter a otros seres? Esto es lo que debemos analizar.

      Algunos piensan que los límites de los cuerpos, como la superficie, la línea, el punto, y también la mónada, son sustancias, más sustancias, pretenden, que el cuerpo y el sólido. Además, unos piensan que no existe nada que sea sustancia fuera de los seres sensibles; otros aceptan varias sustancias, y son sustancias en primer lugar, según ellos, los seres eternos; y así Platón dice que las ideas y los seres matemáticos son en principio dos sustancias y que existe una tercera, la sustancia de los cuerpos sensibles. Espeusipo acepta un número mucho mayor de ellas, siendo la primera, en su opinión, la unidad; después aparece un principio particular para cada sustancia, uno para los números, otro para las magnitudes, otro para el alma, y de esta forma, multiplica el número de las sustancias. Existen, finalmente, algunos filósofos que consideran como una misma naturaleza las ideas y los números; derivándose, en su opinión, de ellos todo lo demás, como líneas, superficies, hasta la sustancia del firmamento y los cuerpos sensibles.

      ¿Quién tiene razón, quién no la tiene? ¿Cuáles son las auténticas sustancias? ¿Existen o no otras sustancias que las sensibles? Y si existen otras, ¿cuál es su modo de existencia? ¿Existe una sustancia separada de las sustancias sensibles? ¿Por qué y cómo? ¿O bien no existen más que las sustancias sensibles? Tales son las cuestiones que es necesario examinar, después de haber explicado lo que es la sustancia.

      Parte III

      Sustancia, según la distinta inteligencia que se le da, posee si no muchos, por lo menos cuatro significados principales; la sustancia de un ser es, según opiniones, o la esencia, o lo universal, o el género, o el sujeto. El sujeto es aquel del que todo lo demás es atributo, no siendo él atributo de nada. Analicemos primero el sujeto: porque la sustancia debe ser, ante todo, el sujeto primero. El sujeto primero es, en un sentido, la materia; en otro, la forma; y en tercer lugar el conjunto de la materia y de la forma. Por materia pienso en el bronce, por ejemplo: la forma es la figura ideal; el conjunto es la estatua realizada. Según esto, si la forma es anterior a la materia; si tiene, más que ella, el carácter del ser, será asimismo anterior, por la misma razón, al conjunto de la forma y de la materia.

      Hemos realizado una definición figurada de la sustancia, diciendo qué es lo que no es atributo de un sujeto, aquello de lo que todo lo demás es atributo. Pero necesitamos algo más preciso que esta definición; es insuficiente y oscura y, además, conforme a esta la materia debería considerarse como sustancia; porque si no es una sustancia, no vemos a qué otra cosa podrá aplicársele este carácter; si se suprimen los atributos, no resta más que la materia. Todas las demás cosas son, o modificaciones, acciones, poderes de los cuerpos, o bien, como la longitud, la latitud y la profundidad, cantidades, pero no sustancias, porque la cantidad no es una sustancia; sustancia es mejor dicho el sujeto primero en el que se da la cantidad. Bórrese la longitud, latitud y profundidad, y no restará nada, sino lo que estaba determinado por estas propiedades. Bajo esta opinión, la materia es necesariamente la única sustancia; y llamo materia a lo que no tiene en sí forma, ni cantidad, ni ninguno de los caracteres que determinan el ser; porque existe algo de lo que cada uno de estos caracteres es un atributo, algo que se aparta de su existencia, del ser según todas las categorías. Todo lo demás atañe a la sustancia: la sustancia atañe a la materia. La materia primera es, por tanto, aquello que, en sí, no tiene forma, ni cantidad, ni ningún otro atributo. No será, sin embargo, la negación de estos atributos, porque las negaciones no son seres sino por accidente.

      Considerada la cuestión bajo este prisma, la sustancia será la materia; pero de otro modo, esto es imposible. Porque la sustancia parece tener por carácter esencial el ser separable y el ser cierta cosa determinada. Según esto, la forma y el conjunto de la forma y de la materia parecen ser más bien sustancia que materia. Pero la sustancia realizada (quiero decir, la que resulta de la unión de la materia y de la forma), no hay qué hablar de ella. Está claro que, es posterior a la forma y a la materia, y por otra parte sus caracteres son manifiestos: la materia depende, en cierto modo, de los sentidos. Queda, pues, estudiar la tercera, la forma. Esta ha dado lugar a prolongados debates. Se reconoce, en general, que existen sustancias de los objetos sensibles, y de estas sustancias vamos a ocuparnos en primer lugar.

      Parte IV

      Hemos fijado al principio las diversas definiciones de la palabra sustancia, y una de estas definiciones constituye la forma esencial; ocupémonos, pues, en primer lugar de la esencia; porque es bueno pasar de lo más conocido a lo que lo es menos. Así se comporta todo el mundo en el análisis: se va de lo que no es un secreto de la naturaleza, y sí un conocimiento personal, a los secretos de la naturaleza. Y del mismo modo que en la práctica de la vida se parte del bien particular para llegar al bien general, el cual es el bien de todos, de igual manera el ser humano parte de sus conocimientos propios para adueñarse de los secretos de la naturaleza. Estos conocimientos personales y primeros resultan muchas veces muy débiles, encierran poca o ninguna verdad y, sin embargo, partiendo de estos conocimientos vagos, individuales, es como se hace un esfuerzo para alcanzar conocimientos absolutos; y, como hemos expuesto, por medio de los primeros llegamos a adquirir los restantes.

      Actuemos, ante todo, por vía de definición, y digamos que la esencia de un ser es este ser en sí. Ser tú no es ser músico; tú no eres en ti músico,