Fernando Bermúdez López

El grito del silencio


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el silencio, todo reposa y se remansa: el pasado, las expectativas, las cicatrices, las borrascas, las tempestades, las agitaciones, las debilidades, las dudas, las incertidumbres, las noches de oscuridad espesa, los desengaños y frustraciones.

      En la vida, todos los hombres y mujeres tenemos problemas, sean de una índole o de otra. El secreto está en cómo afrontarlos. El silencio nos ofrece esa posibilidad, serenando la mente y el corazón, liberándonos de todo deseo alienante y de las preocupaciones que nos angustian. Y nos aporta luz, sabiduría y fortaleza para tomar opciones.

      Todos los días, a ser posible, haz un rato de silencio (algunos lo llaman meditación). Siéntate en un lugar tranquilo. Respira hondo. Aplaca tus pensamientos y sentimientos. Haz un vacío dentro de ti. Quédate en un estado de quietud, sin prisa. Así lograrás la superación de recuerdos, deseos, imaginaciones, apegos o sentimientos de culpabilidad por los errores o fallos cometidos. Perdónate a ti mismo.

      Suelta las amarras. Deja todo lo que te hace daño y lo que impide que vivas en paz y con sosiego. Despréndete de resentimientos y rencores. Despójate de todo lo que te impide ser feliz y vivir la vida positivamente. Que solo te indigne la injusticia que se comete contra los débiles, los pobres, los indefensos, los niños…

      3

      Vivir desde el silencio

      Quiero construir una casa en el silencio,

      sin paredes ni ventanas,

      para aquietar el pensamiento

      en la oscuridad iluminada.

      Andrea Luca

      Hoy se habla mucho y se escucha poco. Basta con asomarse a cualquier tertulia en los medios o en conversaciones entre amigos y familiares. Todos hablan al mismo tiempo y casi no se escucha. Esto no es sino un síntoma de la falta de silencio existente en la sociedad.

      El silencio ayuda a controlar las emociones y deseos. Nos libera de intereses mezquinos, de apegos, preocupaciones y temores. Nos ayuda a poner orden en el caos interior de nuestras emociones y pasiones. Es libertad del corazón. El silencio interior nos revela la auténtica esencia del alma.

      El silencio conlleva capacidad de escucha, de diálogo, de reflexión y profundidad en la palabra. El silencio es el arte de toda conversación. Nos ayuda a situarnos en el lugar del otro, a ser comprensivos y compasivos. Es, a veces, un modo de comunicación más efectivo que las palabras.

      Aporta ver con la mente y el corazón la realidad que nos rodea, la realidad del mundo en que vivimos, un mundo desbordado de ruidos –ruidos exteriores y ruidos interiores– que ahogan la vida e impiden que germine la espiritualidad y broten la alegría y la esperanza.

      La ambición económica, la corrupción y especulación financiera, el afán de tener, de dominar, de sobresalir y la búsqueda insaciable de placeres destruyen lo más noble que existe en el corazón humano: la capacidad de amar y de contemplar la vida con la mirada transparente y limpia de un niño.

      Muchos hombres y mujeres de hoy, materializados por el consumismo, no saben lo que es el frescor de una tarde de primavera. Han perdido el sentido de la contemplación, de maravillarse ante la inmensidad del mar, del bosque o del desierto, de sorprenderse contemplando en la noche el cielo estrellado y de extasiarse ante los gestos sencillos de la gente humilde. Han perdido la sensibilidad para encontrar en lo pequeño la grandeza de la vida, la belleza, la armonía, la paz interior.

      Son incapaces de quedarse solos, sin móvil, sin Internet, sin televisión, sin aparato de sonido, sin vehículo… Tienen miedo al silencio y a la soledad. Tienen miedo de escuchar la voz que viene de dentro, la voz que nunca miente, la voz de la conciencia, que siempre nos acompaña y nos dice lo que es ético y lo que no lo es.

      Es necesario liberarse del miedo al silencio para encontrarse con uno mismo y ser feliz. Se trata, sencillamente, de dejarse atraer y descansar en él, cerrar los ojos, respirar hondo, relajarse y quedarse sosegado. No implica tanto esforzarse en poner atención cuanto descansar en la atención que somos, señala Martínez Lozano. Es necesario volver a nuestros orígenes, volver a la fuente, al lugar donde todo empezó.

      Vivir en el silencio significa poner consciencia en todo aquello que hago y vivo, en la tarea que estoy realizando, en el trabajo de la huerta, en los quehaceres de la casa, en la relación familiar, en la lucha por la defensa y promoción de los derechos humanos, en la lectura o escucha de noticias, en el sufrimiento de la gente… Simplemente, pongo consciencia en aquello que está sucediendo y discierno serenamente lo que es bueno y lo que es malo. El silencio me ofrece luz, sabiduría, serenidad, y me libera de miedos y prejuicios. Es fuente de sabiduría y de liberación.

      El desafío más apremiante para el hombre y la mujer de hoy es la renovación ético-espiritual, y esta no se logra sino por el silencio. Alguno puede argumentar: el silencio, ¿es aislamiento, una huida, una fuga mundi? Desde mi experiencia, el silencio no es una huida del mundo, en el sentido de falta de valor para enfrentarse con entereza a la vida. No es una evasión, lo cual sería un egoísmo refinado. Tampoco es una despreocupación por los problemas de la sociedad. El silencio es un medio necesario para llegar al conocimiento de uno mismo, y para penetrar críticamente en la esencia de la vida y visualizar los acontecimientos nacionales e internacionales desde otra dimensión. O, dicho de otra manera, el silencio me posibilita observar la vida tanto con el microscopio como con el telescopio.

      No me interesa el silencio en sí mismo, sino la actitud interior del silencio, como liberación personal y apertura al amor. La persona crece en el silencio, porque es el camino para descender a lo más profundo de nuestro ser, para confrontarse con uno mismo, con la realidad histórica y con el Misterio trascendente. Me ayuda a descubrir y contemplar la acción del Espíritu en los acontecimientos históricos y a escuchar el grito de los pobres de la tierra. Me posibilita sentir sus sufrimientos, sus luchas y esperanzas de liberación.

      Liberación interior

      El sentido del silencio es la interiorización. Porque de nada sirve el silencio exterior si por dentro estamos llenos de ruidos, imaginaciones, fantasías, que son como humo arrastrado por el viento.

      El silencio exterior no tendría sentido si no hacemos silencio interior, que es dominio y control de la imaginación y de las emociones, para experimentar la fuente de energía, de creatividad e inteligencia que hay en el interior de cada ser humano, como bien señala el monje benedictino Anselm Grün.

      Cuando tratamos de hacer silencio, puede ser que descubramos dentro de nosotros un desorden debido a la aglomeración de recuerdos, pensamientos, sentimientos, imaginaciones y emociones incontrolados que se entrecruzan en nuestra mente. Pueden hacerse presentes estados de ánimo que nos inquietan y miedos que interrumpen nuestra concentración. Afloran a la superficie deseos y necesidades reprimidas, e incluso acuden a nuestra mente un sinfín de oportunidades perdidas y de fantasías.

      Silencio no significa solo renuncia a la palabra, sino, sobre todo, liberación de toda clase de pensamientos inútiles y sentimientos que distraen la conciencia. Nos abre la puerta para penetrar en la dimensión espiritual que nos conduce a una profunda transformación interior.

      Exige desprenderse de recuerdos del pasado para adentrarse con entereza y madurez en el presente, como veremos más adelante. Con el silencio posibilitamos la superación de traumas y heridas no cicatrizadas para lograr el encuentro y armonía con uno mismo, con las personas que nos rodean, con el cosmos y con el misterio de Dios, que nos envuelve.

      El silencio interior nos libera de añoranzas, apegos, preocupaciones y temores. Nos ayuda a poner orden en el caos interior de nuestras emociones y pasiones. Nos conduce a un vaciamiento y desprendimiento de todo. Es libertad de la mente y del corazón. Con el silencio interior enmudecen las actitudes e impulsos egoístas, agresivos y violentos. Posibilita que se desarrolle el amor agape, el amor generoso y desinteresado, amor a la vida, a la creación y a las personas. Desarrolla la ternura. El silencio interior nos revela la auténtica esencia del alma.

      El