Lourdes Velazquez González

La civilización del Anáhuac: filosofía, medicina y ciencia


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aquí una lista de los más importantes:

       El Códice Vaticano A 3738, también conocido como Códice Ríos (del nombre del religioso del siglo xvi que añadió una serie de comentarios en un italiano lleno de hispanismos). Contiene principalmente doctrinas acerca de los orígenes cósmicos, los trece cielos, las divinidades y los soles cosmogónicos, el calendario y los datos posteriores a la Conquista, hasta 1563. Las pinturas que incluye son reproducidas a partir de un original prehispánico, y aparecen también en un códice de contenido similar, conocido como el Códice Telleriano-Remense (del nombre de monseñor Le Tellier, arzobispo de Reims, que lo poseía).

       El Códice Borgia, también perteneciente a la Biblioteca Vaticana, es quizás el más hermoso por la riqueza de colores y el valor artístico de sus pinturas. Se centra principalmente en el calendario y contiene, entre otras cosas, una hermosa estilización de la concepción cosmológica náhuatl.

       El Códice Borbónico es totalmente precuauhtémico, ya que contiene, entre sus últimas pinturas, la representación de la solemnidad del “nuevo fuego”, que cayó en 1507 (de acuerdo con los cálculos occidentales). Al ser un libro de arte adivinatorio, es muy importante para el estudio de las concepciones de los nahuas en relación con el calendario y la astrología.

       El Códice Mendocino (latinamente Codex Mendoza, resguardado en la biblioteca Bodleiana de Oxford), toma su nombre del virrey Antonio de Mendoza, quien ordenó alrededor de 1541 la recopilación de datos que éste contenía sobre la fundación de Tenochtitlán, el Imperio azteca y sus sistemas administrativos, fiscales, legales y educativos.

       El Códice de Chimalpopoca, llamado así por el abate Brasseur de Bourbourg debido a que su primera versión parcial en español había sido realizada por Faustino Galicia Chimalpopoca. Es un texto heterogéneo que consta de tres documentos distintos. El primero se conoce como Anales de Cuauhtitlán, y consiste en textos de nahuas recopilados antes de 1570, en gran parte de carácter histórico (y relativos a muchas localidades, además de Cuauhtitlán), pero también es muy importante para la reconstrucción del pensamiento religioso y cosmológico náhuatl. El segundo es un Breve informe acerca de los dioses y ritos de la gentilidad, escrito en español por Pedro Ponce. El tercero es un texto náhuatl llamado Manuscrito de 1558, redactado por un anónimo en ese mismo año y llamado por del Paso y Troncoso Leyenda de los Soles. Esta leyenda tiene un gran interés cosmogónico ya que, como veremos en su momento, presenta las líneas fundamentales de la visión cosmológica de los nahuas.

       El Códice Barberini (del nombre del cardenal que inicialmente lo poseía) también se conoce con el título de Libellus de medicinalibus indorum herbis, lo que indica su importancia fundamental para la historia de la medicina, así como la del Códice Badiano.

      Los testimonios en lengua náhuatl de los informantes de fray Bernardino de Sahagún son muy importantes y debido a las modalidades de su recolección merecen ser catalogados entre las fuentes directas. Se recolectaron a partir de 1547 en Tepepulco (hoy Texcoco), importante centro político y cultural de los mexicas, así como en Tlatelolco y en México (es decir, en la antigua capital de los aztecas también llamada Tenochtitlán). Los indígenas que informaban a fray Bernardino eran, por lo general, ancianos que habían estudiado en su juventud en las dos grandes instituciones educativas de los mexicas: el Calmecac y el Telpochcalli, donde se aprendían de memoria los contenidos “altos” de su cultura, así como las modalidades de interpretación de los textos escritos. De este inmenso material (sometido a la rigurosa recopilación que mencionamos en la “tercera fase”, que tuvo lugar en San Francisco de México), la parte más antigua está contenida en los dos códices:

       Códices Matritenses (llamados así por ser conservados en Madrid), conocidos respectivamente como el códice del “Palacio Real” y el códice “de la Real Academia de Historia”, dependiendo del nombre de las dos instituciones en cuya biblioteca se encuentran.

       Códice Florentino. Más completa, pero de época más reciente, es una copia bilingüe en cuatro volúmenes y numerosas ilustraciones, conservadas en la Biblioteca Laurenciana de Florencia. El famoso erudito Francisco del Paso y Troncoso publicó en 1905-1907 una espléndida edición fototípica de los códices matritenses, porque sólo había podido publicar una parte del material de Florencia. El contenido del Códice Florentino fue publicado parcialmente, tiempo después, por varios estudiosos, y hoy está disponible su edición completa.

       El Códice Ramírez, obra del jesuita Juan Tovar.

      De importancia menor, en cuanto esencialmente relativos a la historia eclesiástica de la nueva colonia, son otros códices, por ejemplo:

       El Códice Franciscano, que se remonta al siglo xvi.

       El Códice Mendieta, que reúne documentos franciscanos de los siglos xvi y xvii.

      A estos textos deben ser añadidos:

       El libro del Coloquio de los doce. Así llamado porque reúne las entrevistas que los primeros doce frailes franciscanos (que habían llegado con Cortés) tuvieron en 1524 con los tlamantimine, los sabios ancianos indígenas. Esta fuente es muy importante porque se trata de testimonios directos proporcionados por las personas más cultas de aquella población. Ella revela, en particular, que entre los nahuas existían diferentes categorías de sabios, y muestra la habilidad y tenacidad con las que los indígenas defendieron sus creencias y su concepción del mundo. Cabe además recordar que este documento es el relato de un debate público, y concretamente de la última aparición pública de los sabios nahuas, que fueron invitados a defender sus concepciones ante su pueblo, contra las objeciones de los primeros doce misioneros cristianos.[11]

       La Colección de los “cantares” mexicanos. Es importante para la reconstrucción de las ideas filosóficas nahuas, expresadas en versos y en poesía por los sabios tlamantimine.

       La Conversación de los viejos. Se trata de discursos de carácter pedagógico, destinados a niños, jóvenes y adultos, sobre el nacimiento, el matrimonio, el ingreso en las instituciones educativas de los telpochcalli. Es una fuente totalmente precuauhtémica muy importante para la reconstrucción de la ética de los nahuas.

       Los Anales de la nación mexicana. Informes analíticos redactados por varios cronistas a lo largo de las diversas épocas de la historia de las poblaciones nahuas.

       Algunos textos de la Historia Tolteco-Chichimeca, anónimo, cuyo contenido se refiere a la historia del México precolonial, pero que también contiene poemas sobre la concepción de la divinidad.

      Fuentes indirectas

      Parte de las fuentes indirectas para el estudio de nuestro pasado son los relatos o crónicas. Su valor histórico se debe a que narran en español o náhuatl la fundación de Tenochtitlán, la migración azteca, algunos usos y costumbres, ritos religiosos, etc. Documentos como la Crónica Mexicáyotl, la Crónica Mexicana, la Relación de Tovar, la Historia de Durán y la Historia de Acosta, son considerados muy fieles al pasado y los que mejor relatan la realidad mexica, pero ¿de qué fuente provienen estos relatos?, ¿sobre qué documento se basan estas crónicas?

      Esta pregunta se la han hecho muchos investigadores a lo largo de los años, personajes como el antropólogo Robert Barlow, la historiadora belga Sylvie Peperstraete o el historiador José Fernando Ramírez, dedicaron muchos años de investigación para responder a esta pregunta, tarea a la que se apegó el maestro en estudios mesoamericanos Gabriel Kenrick Kruell y la expone en su artículo “La Crónica mexicáyotl: versiones coloniales de una tradición histórica mexica tenochca”, llegando a una conclusión. Todos estos escritos provienen de una única crónica de tradición oral que en determinado momento se transcribió, fuente a la que nombraron Crónica X.