Francesc Font Rovira

Arraigados en la tierra


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de su aplicación en el día a día de una explotación agraria como la nuestra. En resumen, he escrito el libro que me habría gustado tener en mi mesilla de noche unos años atrás.

      En el fondo, cuando estoy a punto de cumplir los cuarenta, me doy cuenta de que en mí no ha cambiado nada, pero ha cambiado todo. Soy agricultor; agricultor y asesor en agricultura, pero ahora en agricultura orgánica y regenerativa. Y también, junto con mi pareja, padre de tres hijos. Y quien sabe si un día ellos también serán agricultores regenerativos, pero lo más importante es que puedan decidir su futuro porque las generaciones pasadas no les hayamos arrebatado la posibilidad de seguir viviendo y disfrutando de la Tierra.

       I

      PRIMEROS DILEMAS SOBRE LA SITUACIÓN ACTUAL

      MOMENTOS DE REFLEXIÓN…

       Pedret i Marzà, 23 de junio de 2013

      De todas las verbenas que celebramos en nuestra tierra, siempre he tenido debilidad por la de hoy, la noche de San Juan. Una noche mágica y mística para muchas culturas, en la cual nosotros tenemos la costumbre de encender hogueras y jugar con petardos. De pequeño, además de coincidir con el final de la escuela y el inicio de las vacaciones de verano, recuerdo especialmente la hoguera que encendíamos en casa con los restos de poda de la viña del invierno anterior. Sin ningún tipo de duda, uno de mis mejores recuerdos de infancia.

      Superada la edad mínima para salir con los amigos e irse a dormir muy tarde, o muy pronto según como se mire, los recuerdos de aquella noche también son maravillosos, aunque a veces aparecen algo más difuminados. San Juan era el pistoletazo de salida en la vida nocturna veraniega, muy intensa en zonas turísticas situadas al borde del mar, como la nuestra.

      Pues bien, hoy vuelve a ser San Juan y me invade el recuerdo de todas aquellas vivencias pasadas que se mantienen presentes como la misma llama de la hoguera, y también la emoción de compartir estos momentos con mi hija de dos años, mis dos hijos de pocos meses y mi pareja, con quien comparto profesión, proyectos y vida. Hoy es un día de esos en los que es inevitable echar una mirada atrás recordando dónde estaba el año anterior, dos años atrás, cinco años atrás… Y no solo me refiero a un lugar geográfico, sino también en el ámbito personal y profesional. Con el paso del tiempo y la edad, te vuelves más responsable, algo indispensable para realizar cualquier actividad laboral con cierto éxito. Pero hay que gestionarlo correctamente para no terminar pensando sobre esa actividad durante todas las horas de tu vida.

      Con los años, he aprendido a analizar mis pensamientos y preocupaciones, anotar y organizar las tareas pendientes y planificarlas de forma que mi mente pueda dejar de dar vueltas. Con el objetivo de disfrutar de la verbena, pocas horas antes de tomar la primera copa de vino es el momento de dedicar unos minutos a revisar los trabajos realizados la semana anterior y planificar las tareas de la siguiente.

      Faltan dos horas para las nueve de la noche, el sol ya empieza su recorrido descendente y me puedo permitir trabajar en la terraza de casa, bajo la sombra de una gran morera que tenemos en el jardín. Estoy solo porque la familia está trabajando en los preparativos de la verbena que celebramos conjuntamente con los demás vecinos del pueblo. Enciendo el ordenador portátil, me siento y empiezo a hacer el balance semanal.

      Esta semana hemos cosechado el trigo y este año la producción ha superado la media de la zona, gracias, en parte, a las excepcionales lluvias de primavera. Viendo los resultados, me invade una sensación de victoria. Creo que los cálculos matemáticos que he utilizado para definir la dosis correcta de abono nitrogenado, la elección del herbicida posemergencia y la aplicación de un nuevo fungicida, con un elevado control sobre algunos de los hongos que provocan fitopatías en el cereal, han sido excelentes. En este sentido, estoy preparado para ir a la verbena, encontrarme con los agricultores de la zona y soltar los kilos por hectárea que he obtenido. Sin duda, estos son los mejores momentos que nos ofrece esta magnífica profesión que hemos escogido como forma de vida.

      Todo apunta que será un buen año para la explotación familiar. Además de la buena cosecha de cereal, el maíz que sembramos hace dos meses presenta un crecimiento muy bueno, sin problemas visibles y con un suelo totalmente limpio de malas hierbas. Otro acierto fue la elección del abono químico de fondo aplicado antes de la siembra y del abono nitrogenado que hemos aplicado hace pocos días. La clave, calcular escrupulosamente las unidades de nitrógeno que necesita el cultivo para obtener la producción esperada, que con suerte también podría ser superior a la media de los agricultores vecinos.

      Con la viña y el olivo hemos sufrido más. Las lluvias de primavera nos han obligado a protegerlos semanalmente contra los ataques de diferentes hongos e insectos, muy agresivos en esta época del año. Por otro lado, la humedad que hay en el suelo ha favorecido el crecimiento de malas hierbas y, por lo tanto, hemos tenido que labrarlo repetidamente, así como realizar diferentes aplicaciones de productos con efecto herbicida para eliminar cualquier competencia con el cultivo principal.

      Podríamos decir que nos hemos hartado de trabajar y de sufrir, pero en este momento está todo bajo control. A pesar de esto, no podemos bajar la guardia, puesto que las previsiones de lluvia se mantienen para la semana próxima. Hará falta, pues, prever la compra de productos fungicidas y plaguicidas, así como hacer una programación de tareas para asegurar la realización de las intervenciones necesarias para proteger los cultivos. Con la experiencia adquirida, no necesito consultar el vademécum para saber qué materias activas y dosis de aplicación proceden para cada cultivo y fitopatía, ni dónde encontrar estos productos al mejor precio. Solo necesito visitar cada parcela y realizar un control visual de las plagas, enfermedades y malas hierbas que suponen un peligro para definir el mejor y más eficaz sistema para eliminarlos de manera fulminante. Y así lo haré, como lo he estado haciendo los últimos años, tal como me explicaron mis profesores universitarios y tal como me han enseñado los compañeros con más experiencia que trabajan para los Servicios de Sanidad Vegetal del Departamento de Agricultura o las casas comerciales de productos fitosanitarios.

      En casa me han enseñado que para controlar las malas hierbas hay que hacerlo en el momento adecuado, y, de hecho, mi experiencia hasta hoy me lo ha confirmado. Eliminar las plantas indeseables demasiado tarde, cuando ya han crecido más de lo esperado, implica un mayor coste por un trabajo mal hecho y con consecuencias nefastas que podrían dificultar la gestión del cultivo en un futuro. Es sabido por todo el mundo que hacer el trabajo tarde y mal sale siempre más caro. A veces, la presión de saber que hay que llevar a cabo un trabajo cuanto más rápidamente mejor, y no disponer de suficiente tiempo, genera angustia, pero a base de esfuerzo y sacrificios personales y familiares todo se termina haciendo. Así es la vida en el campo, lo sabemos y lo aceptamos. Incluso, por alguna razón que desconozco, a algunos agricultores de vez en cuando nos gusta llegar a casa a las diez de la noche, después de dieciséis horas de trabajo; nos hace sentir implicados, unidos a la tierra.

      En última instancia, solo queremos un sueldo digno para ofrecer una seguridad económica a nuestra familia. Somos agricultores y por todo el mundo es sabido que esta profesión conlleva largas jornadas de trabajo y vacaciones reducidas, generalmente fuera de las épocas en las que la mayoría de la gente frena su actividad laboral para ir a la playa.

      Volviendo al presente, y antes del proceso de despresurización laboral que provocará la verbena, es también el momento de disfrutar de una tarea que personalmente siempre me ha gustado mucho. Nosotros la llamamos «hacer números». Ya hemos recogido el cereal y, por lo tanto, toca hacer el balance económico. Hace muchos años que, casi de forma obsesiva, anoto absolutamente todos los gastos asociados a cada cultivo y a cada parcela de casa. Ahora solo me faltaban dos datos para cerrar oficialmente la campaña del cereal de este año: la producción y el precio.

      El resultado no es ninguna sorpresa, puesto que mientras vas gastando dinero en productos fitosanitarios, abonos o semillas, ya te das cuenta que estás estirando más el brazo que la manga, pero en plena campaña las opciones son pocas y te excusas pensando que quizá el precio de venta subirá en unas semanas. Ahorrar algunos euros destinados a mantener la sanidad y la alimentación del cultivo