El aborto. Lizzie Ling

de abortos en 2017 fue de 862 000, pero aquí los números se reducen año tras año.⁵

      No obstante, las estadísticas sobre el aborto en otros lugares del mundo han mostrado una tendencia diferente. En China y la India, donde prefieren tener un hijo a una hija por motivos culturales, es más probable que aborten a las niñas que a los niños.

      Estimaciones conservadoras sugieren que al menos 23 millones de niñas “han desaparecido” debido a los abortos selectivos en función del sexo que se han llevado a cabo en estos países.⁶ No es normal que el aborto, que se defiende con frecuencia como algo bueno para la mujer, sea el medio por el que tantas mujeres no llegan a existir.

      No solo se discrimina a los no nacidos en función del sexo, sino también de la discapacidad. En el Reino Unido, una de las razones por las que el aborto está aumentando entre las mujeres de más de 30 años es porque a esta edad tienen más probabilidades de tener hijos con malformaciones. De este modo, abortan a muchos de estos niños después de someterse a un examen prenatal (que no es fiable al 100 %). Un hecho alarmante es que en Islandia ya casi no nacen niños con síndrome de Down, puesto que abortan a todos los que identifican antes de nacer.⁷ Solo nacen los que “se escapan de la red” (es decir, los que no parecen tener síndrome de Down en los exámenes prenatales). Esto debería llevarnos a reflexionar sobre qué cree en realidad nuestra sociedad respecto a la discapacidad.

      DENTRO DE NUESTRAS IGLESIAS

      Debido a que una de cada cuatro mujeres en Estados Unidos y una de cada tres en el Reino Unido abortarán en algún momento de sus vidas, sería un error para las iglesias pensar que este problema no les afecta. Un estudio estadounidense mostró que el 13 % de las mujeres que llevaron a cabo un aborto se denominaban cristianas evangélicas.⁸

      La verdad es que el aborto afecta profundamente a un gran número de mujeres en nuestras iglesias y congregaciones.

      Con frecuencia, nuestra primera reacción ante un embarazo no deseado no es pensar con calma y de forma racional, sino que entramos en pánico y queremos arreglar el “problema” rápidamente. El aborto puede ser una solución práctica y tentadora, especialmente frente a las presiones más fuertes —tamaño de la familia, carrera laboral, finanzas y así sucesivamente— y a la posibilidad de que estas cosas desestabilicen nuestras relaciones, matrimonios y vida de familia.

      Aunque lo normal sería esperar que otros miembros de la iglesia fuesen afectuosos y comprensivos, muchas mujeres se sienten aisladas y solas en estos momentos y les resulta difícil hablar con libertad. La situación se complica aún más para las mujeres solteras y adolescentes, cuya realidad puede ser motivo de vergüenza en el contexto de la iglesia. También están las mujeres que abortaron en algún momento del pasado y continúan experimentando las consecuencias. Para un gran número de mujeres, el dolor emocional a largo plazo es muy real y puede llegar a ser grave.

      Si desarrollamos una cultura en la iglesia en la que las personas sienten que pueden hablar sobre estas cosas sin miedo a ser juzgadas, contribuiremos a que reciban el amor y el cuidado que necesitan. Asimismo, ayudará a proteger a la iglesia de la erosión sobre nuestro pensamiento y creencias que provoca el goteo constante de la cultura dominante.

      En este capítulo, hemos tratado de contextualizar el tema. En el siguiente, veremos qué dice la Biblia para darnos perspectiva a medida que buscamos una manera de avanzar.