Gloria María Gallego García

Violencias de género: entre la guerra y la paz


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residuos del mal en las sociedades contemporáneas”, el cual dio lugar a la publicación del libro colectivo Cartografías del mal. Los contextos violentos de nuestro tiempo2 en esta misma colección. En el transcurso de esta última investigación, percibimos un vacío importante y reiterado, tanto en el debate público como en la producción académica. Los análisis sobre las violencias masivas no solían incluir las violencias colectivas contra las mujeres, esto es, un tipo de violencia cometida contra los cuerpos de las mujeres y las niñas por parte de agentes estatales o no estatales. El déficit en su inclusión como violencias generizadas y políticas nos mostraba lo que, por otro lado, la teoría feminista contemporánea ya había señalado desde los años 90: la existencia de un androcentrismo del conocimiento teórico que ignora e invisibiliza las experiencias de otros grupos que no encajan en un falso universalismo —“universalismo sustitutorio” en términos de Seyla Benhabib— o, más recientemente, “injusticias epistémicas”, en palabras de Miranda Fricker. Así, las experiencias de los varones se reflejan como aquellas que troquelan el fenómeno de las violencias políticas y se muestran como la plantilla base de nuestra comprensión de las mismas.

      De esta manera, poner en el centro del análisis de las violencias políticas a las mujeres, tal y como se hace en este libro, supone introducir un tipo de violencia sistémica consustancial al patriarcado como estructura de dominación. Las violencias contra las mujeres y las niñas no son exclusivamente interpersonales o intrafamiliares con toda la gravedad que implican. Las violencias políticas nos muestran mecanismos de sometimiento colectivos que consideran a las mujeres como objetivos políticos estratégicos. A través de esa violencia ejercida sobre el cuerpo de las mujeres, se envía un “mensaje” al resto de la comunidad o sociedad. Una gran parte de la literatura académica sobre el tema se ha centrado en la “violencia de género”, entendida —de acuerdo con los desarrollos legislativos— como una violencia interpersonal e intrafamiliar. Sin embargo, y de acuerdo con la Convención interamericana para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer (Convención de Belem do Pará), la violencia se define no solo de la manera apuntada, sino también como aquella violencia que:

      […] tenga lugar en la comunidad y sea perpetrada por cualquier persona y que comprende, entre otros, violación, abuso sexual, tortura, trata de personas, prostitución forzada, secuestro y acoso sexual en el lugar de trabajo, así como en instituciones educativas, establecimientos de salud o cualquier otro lugar, y que sea perpetrada o tolerada por el Estado o sus agentes, donde quiera que ocurra. (Convención de Belem do Pará, 1994, art. 2).

      Así pues, este libro pretende centrar el foco de atención en esas violencias, entendiendo que nos encontramos frente a un fenómeno que presenta un continuum en relación con la denominada “violencia de género”.

      En esa vía, la presente obra nació de la necesidad de pensar las violencias contra las mujeres más allá del contexto doméstico-privado, en aquellos espacios intersticiales entre las guerras y la consecución de la paz. Podemos hablar, en este sentido, de violencias “políticas”, cometidas de una manera masiva, tanto por agentes estatales como paraestatales o particulares. Situar estas violencias en el espacio “entre” nos permite preguntarnos si acaso hay paz para las mujeres como plantea en este libro, por ejemplo, el trabajo de Dora Elvira García-González. Sin embargo, al mismo tiempo, este análisis también nos muestra las posibilidades de las mujeres para constituirse como agentes políticos desde las resistencias a la violencia de la que son objeto, como analizan en estas páginas María Jesús Vitón de Antonio en el contexto guatemalteco, Paula Hunziker con respecto a las Abuelas argentinas de la Plaza de Mayo o María José López Merino y Nadine Faure Quiroga en el escenario del final de la dictadura chilena.

      Habitualmente, las explicaciones al uso nos muestran las violencias contra las mujeres como un epifenómeno de otros fenómenos políticos y sociales de mayor alcance (conflictos bélicos, movimientos migratorios, etc.). Sin embargo, nuestro propósito aquí consiste en analizar estas violencias no desde los márgenes, sino desde el centro mismo del fenómeno político. Por ello, cuestionamos y replanteamos, por lo tanto, la tradicional distinción público-privado y señalamos la necesidad de analizar el papel que desempeñan las violencias contra las mujeres en contextos tanto de guerras y conflictos, como de democracia y paz, temas profundizados en los capítulos de Cristina Sánchez Muñoz, Ángela Sierra González y Virginia Maquieira D’Angelo. Sin duda, en este sentido, uno de los hilos rojos que recorren este libro, y que nos ha convocado a las autoras a escribir los trabajos en estas páginas, es la comprensión de las violencias de género como prácticas sociales y políticas ubicuas, que no se limitan a un espacio o a otro —público-privado—, sino que dichas violencias transitan y se retroalimentan en los espacios “entre” a través de violencias culturales, estereotipos de género y normas sociales, desdibujando las tradicionales fronteras conceptuales.

      ¿Hay una continuidad entre la violencia contra las mujeres en tiempos de paz y en tiempos bélicos? ¿Qué papel juega la violencia contra las mujeres en la destrucción del enemigo? ¿Qué relación guarda esa violencia con la construcción o destrucción de la nación? Estas y otras preguntas se plantean a lo largo del libro. Así, se compone un paisaje complejo que, a su vez, evoca nuevas cuestiones. Frecuentemente se contemplan las violencias masivas como un fenómeno vinculado a situaciones de conflicto bélico, tanto formal como informal. Este enfoque, no obstante, oscurece las violencias que ocurren en espacios no bélicos e incluso dentro de Estados formalmente democráticos. La dificultad surge del hecho de que “democracia” y “violencia política” son términos incompatibles en el vocabulario de la filosofía política y la teoría de la democracia. La democracia se define no solo como un sistema de representación política, sino como un sistema de igual reconocimiento de derechos en un escenario legal, político y cultural donde no cabe la violencia. De esta manera, la violencia presente en los sistemas democráticos sería una violencia residual y, en todo caso, reconducida a las relaciones interpersonales. Serían violencias ejercidas por individuos contra otros individuos. No obstante, estas interpretaciones chocan con la realidad de la violencia que sufren las mujeres, que nos muestran de nuevo la necesidad de preguntarnos por otros escenarios presentes en nuestras democracias y por la definición de la democracia y de lo político. Así, por ejemplo, los feminicidios, en buena parte del planeta, nos deben hacer reflexionar sobre la persistencia de las violencias políticas no solo en situaciones de inestabilidad, conflicto y guerra, sino también de democracia.

      Si bien se ha avanzado considerablemente en la igualdad de género, en muchos escenarios la violencia contra las mujeres ha aumentado y ha adquirido nuevas formas. En los intentos por comprender el aumento exponencial de esas violencias, nos encontramos algunos paradigmas explicativos dentro de la teoría feminista contemporánea, que requieren ser incorporados. De este modo, tenemos aquellos análisis que dirigen la mirada a los procesos de remasculinización neoliberales de estructuras estatales nacionales y supranacionales. Los altos grados de precarización laboral, las vastas privatizaciones y la producción de zonas fronterizas o territorios de saqueo de recursos naturales han creado múltiples espacios de vulnerabilidad social los cuales afectan de forma específica a las poblaciones femeninas. Estamos frente a “poblaciones prescindibles”, en términos de Judith Butler, altamente feminizadas donde se hace presente el nexo existente con procesos de remasculinización cultural y política, que favorecen la expandida violencia contra las mujeres como un problema global. Constatar esta expansión nos hace plantear también que ya no podemos analizar la aparición de nuevas violencias o la persistencia de las “viejas” formas desde una perspectiva exclusivamente local, pues los flujos migratorios, muchos de ellos provocados por conflictos armados, o las nuevas vulnerabilidades son creadas por la globalización y demandan también respuestas transnacionales. El caso de la trata para la explotación sexual es un claro ejemplo de ello. Igualmente, ya no podemos analizar el fenómeno desde una única perspectiva teórica aislada (la perspectiva antropológica o la jurídica, llegado el caso), sino que, se impone la óptica multidisciplinar, el cruce de saberes en los enfoques, a fin de dar cumplida cuenta de la complejidad de un tema que presenta múltiples imaginarios y escenarios, tal y como proponemos en estas páginas.

      El libro se articula en dos grandes bloques. El primero contempla Reflexiones sobre las violencias. En él, presentamos los principales lineamientos teóricos