Carlos Flesia

Antártida


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de vivir a lo largo de tantos años.

      Haber desempeñado durante dos campañas invernales el cargo de jefe en las Bases San Martín (1996) y Esperanza (2003), me permite dimensionar en primera persona el rigor del ambiente y su influencia sobre la seguridad y performance de las personas, los equipos de trabajo, la infraestructura y los materiales.

      La soledad del mando en su máxima expresión. La tremenda responsabilidad que significa tener a cargo un grupo de personas en tan particular contexto, sumado a la variopinta conformación de la dotación de una Base Antártica de invernada, implica un gran desafío para el mando y la convivencia. Siento profundo orgullo, infinito respeto y cariño por los integrantes de mis dos dotaciones.

      Interpretar la manera de actuar generando empatía con los miembros del Instituto Antártico Argentino, del Servicio Meteorológico y otros organismos involucrados; algunos de ellos con vasta experiencia y otros jovencitos, me abrió la cabeza a un nuevo universo de expectativas.

      Haberme desempeñado durante años como oficial de operaciones, de I+D, Director de la Escuela de Capacitación de Comando Antártico del Ejército y una vez retirado, vincularme desde el lado privado a través del turismo; ha sido una magnífica oportunidad adentrarme y comprender las diferentes aristas del problema antártico.

      Interactuar mano a mano con antárticos de diversas procedencias, especialmente británicos y chilenos; comprobando que, como se dice vulgarmente, “estamos cortados por la misma tijera”, resultó sumamente enriquecedor.

      Conservando las particulares de cada cultura, nacional u organizacional; gubernamental, no gubernamental o privada; he comprobado con claridad que existe un hilo conductor, numerosos aspectos y sentimientos comunes que unen a los antárticos del mundo.

      Estoy convencido que existe la comunidad antártica. Esta convicción me abre la ventana al mundo antártico desde una posición más “Soft”.

      Los conceptos vertidos en este libro no son el resultado de una investigación científica. Sino un intento de divulgación integral de un problema tan complejo como importante e interesante. Una manera de devolver y transmitir lo aprendido.

      Los capítulos 2 y 3, dedicados a flora y fauna respectivamente, describen la sorprendente capacidad de adaptación de las distintas especies del reino vegetal y animal a las más extremas condiciones del planeta. Mis principales fuentes de consulta han sido “El desierto de cristal”, obra del escritor y biólogo estadounidense David Campbell y “Antártida - Las leyes de las COSTAS y el MAR” escrito por el destacado biólogo y antártico argentino Santiago de la Vega.

      La inmensa variedad y abundante cantidad de seres vivos y microorganismos submarinos habitantes del ecosistema antártico no están alcanzados debido al alto grado de especificidad que implica su tratamiento, en la intención de mantener el foco y objeto del trabajo.

      Las imágenes y fotografías no tienen propiedad intelectual. Son, en su mayoría, de autoría personal, algunas cedidas generosamente por el reconocido fotógrafo y querido amigo Marcelo Gurruchaga y otras obtenidas de sitios de internet públicos.

      Como buen primer libro, asumo los errores o limitaciones que seguramente contiene. Quedo a disposición del lector para poder ampliar o tratar cualquier aspecto, contenido o no en el mismo, relacionado con el mundo antártico.

      A estos fines, les dejo mi dirección de correo electrónico: [email protected]

C:\Users\CARLOS FLESIA\Downloads\20210407_092109 (1).jpg Dotación de la Base San Martín. Campaña de invierno 1996.

      DEDICATORIA Y AGRADECIMIENTOS

      Este libro está dedicado a mi familia, Rosana, Ailén, Belén y Franco. Comparten y han bancado esta pasión por la Antártida. Tuvimos la fortuna de vivir en la base Esperanza durante 2003.

      Quiero agradecer y mencionar especialmente al General Hernan Pujato por compartir sus experiencias y enseñanzas durante los días en que tuve, junto a otros camaradas, el honor de cuidarlo y asistirlo en sus últimos años.

      A la familia y fundación Perez Companc, partícipes fundacionales y constantes colaboradores de la presencia antártica argentina.

      Al Cnl Carlos Feroglio. Un comandante que me transmitió una manera moderna, integral e innovadora de entender y conducir la logística antártica.

      A mi tutor de tesis en la maestría de RRII de la Universidad del Salvador, Ministro Gustavo Bobrick.

      A mis dotaciones de invernada en San Martín 1996 y Esperanza 2003. Especialmente a unos de mis grandes maestros: el Suboficial Mayor Rudy Bulacios.

      A mis instructores, profesores y cursantes de la Escuela Antártica durante la gestión como Director y a los personajes con quienes nos lanzamos a la aventura en ALCI Novo Camp después del retiro.

      He aprendido mucho de los viejos antárticos. Represento mi agradecimiento en el Cnl Adolfo Quevedo Paiva, el Teniente Jose Josa, el CN Vicente Federici, el Dr Carlos Rinaldi, el Dr Roberto Fontana y el Dr Eugenio Genest.

      A todos los camaradas de la Fuerza Aérea, de la Armada y del querido Ejercito Argentino con quienes hemos compartido innumerables horas de vuelo, días de navegación, campamentos, marchas y largas jornadas de trabajo; va mi infinito gracias.

      Los investigadores y tecnólogos argentinos y extranjeros me enseñaron mucho. Son incontables. Quiero destacar a Pedro Svarkca, Rudy del Valle, Tony Curtossi, Coco Coria, Gustavo Ferreira, Enrique Marschoff, Eugenio Yermolin, Juan Lirio, Marcela Libertelli, Giovanna Donini, Silvia Coria, Hector Ochoa, Seba Marinseck, Adrian Silva, Marta Barbarito, Sergio Santillana, Sergio Marenssi, el gurka Gutierrez, Marino Russi, Milton Placencia, Dale Andersen y Alain Hubert. Ahhh!!!, Julio Aveggio del Servicio Meteorológico Nacional, Beatriz Lorenzo, glacióloga incansable en el Rompehielos Alte Irizar y al profe Carlos Bronzini de la Facultad de Ingeniería del Ejército. Siempre listos para colaborar e ilustrarme.

      Muy especialmente, menciono al profesor Fernandez y su discípulo y sucesor el profesor Castro del Instituto Geográfico Militar; por su calidez humana y enseñanzas para orientarnos y navegar por el sol y las estrellas, en épocas en que no existía el GPS.

      Menciono con particular aprecio a Tudor Morgan, Base Comander en Rothera Station 1996 y todo su equipo. ¡Unos genios! Siempre estaré agradecido por la mano que nos dieron y por el periodo compartido durante ese invierno.

      Ni hablar de nuestros hermanos chilenos de la Base O´higgins 2003. En nombre del estimado Tcnl Gilberto García Rojas vaya mi afecto a todos ellos.

      Al incendiarse el Rompehielos Alte Irizar, ALCI permitió el relevo de Belgrano 2 en 2007. Allí nació una relación de amistad y trabajo que perdura hasta hoy. Mi gratitud siempre será insuficiente para con Mirella, Vasily y Alexei. Spasiba!!!

      A mis grandes maestras en cuanto al manejo del turismo, Ute Hohn-Bowen (Antarpply) y Lisa Kelley (IAATO). ¡Gracias totales!

      A Marcelo Gurruchaga, maestro de la fotografía que aportó varias de las fotos de este libro; Marina Curci, deliciosa acuarelista, al director de cine Martin Subira y al radioaficionado Roberto Franco. Amigos y colaboradores incondicionales. ¡Gracias por estar siempre!

      A Federico Guerrero (Quixote Expeditions) y Sebastián Arrebola (The Polar Travel Company), por ser tan colaboradores y siempre bien dispuestos.

      A Mariano Wullich (La Nación) y Susana Rigoz (DEF e Infobae). Les quiero agradecer por apoyarme e incentivarme a escribir y publicar.

      A Alberto Grafigna (Ansilta), Marcelo Azqueta (Legacy), Eduardo Falabella (Rincon Club), Guibert Englebienne (Globant), Fernando Gonzalez (Exo), Fabricio Belpasso (ITP), Pablo Naya (Sero Electric), Tomas Chernoff (CHE3D) y Jaume Ross (Centro de Ski Caviahue). Desde el sector privado sienten la pasión antártica y siempre están a disposición.

      Por atreverse a soñar que es posible desarrollar el turismo