Delcy Escorcia

Bitácora de viaje


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      Bitácora de viaje

      Delcy Escorcia

      © Delcy Escorcia

      © Bitácora de viaje

      Septiembre, 2021

      ISBN papel: 978-84-685-6111-0

      ISBN ePub: 978-84-685-6109-7

      Editado por Bubok Publishing S.L.

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      Índice

       PREFACIO

       PRIMERA PARTE

       CAPÍTULO UNO

       CAPÍTULO DOS

       CAPÍTULO TRES

       CAPÍTULO CUATRO

       CAPÍTULO CINCO

       CAPÍTULO SEIS

       CAPÍTULO SIETE

       CAPÍTULO OCHO

       SEGUNDA PARTE EL 2020

       CAPÍTULO NUEVE

       Capítulo DIEZ

       CAPÍTULO ONCE

       CAPÍTULO DOCE

       CAPÍTULO TRECE

       CAPÍTULO CATORCE

       CAPÍTULO QUINCE

       CAPÍTULO DIECISÉIS

       CAPÍTULO DIECISIETE

       CAPÍTULO DIECIOCHO

       CAPITULO DIECINUEVE

      PREFACIO

      Esta es la historia que quiero contar. Es en todo caso una versión subjetiva, pues otra interpretación podría ser contada por cada uno de aquellos quienes hicieron parte de los hechos.

      Entes y personajes coexistirán intercambiando roles constantemente; cada uno tendrá su papel protagónico en este inmenso escenario que es la vida. He de anteponer unos aspectos ante otros por mera conveniencia, los cuales, sin proponérmelo, pudieron rebasar los límites de la realidad.

      PRIMERA PARTE

      CAPÍTULO UNO

      El día que abordé el avión rumbo al Viejo Continente europeo no imaginé las transformaciones que se operarían en mi interior. Desde el momento mismo en que mis pies dejaron de sentir la inercia de la tierra, elevándome hacia las nubes, y como una flecha cruzaba el espacio por encima del océano, tuve una sospecha, como otras tantas, apoyada en una corazonada nunca antes sentida.

      Tan solo dos meses atrás, nunca había abordado un avión, ni lo conocía por dentro de manera real, pues absurdo es adquirir un boleto de entrada con el fin de ver el interior de una aeronave (donde está la magia), como se puede hacer en algunos veleros turísticos fondeados en la bahía de Cartagena.

      El primer impedimento para aquel largo viaje fue la tarjeta de identidad de mi hijo menor, principal obstáculo que impidió la rápida tramitación del pase internacional. Las circunstancias lo habían colocado como mi compañero de fortuna, yo no quería hacer un viaje tan largo sola. Por ello, mi hija Lara decidió comprar dos pasajes de ida y vuelta. Su sueño de tenerme junto a ella no sería truncado por un impedimento menor.

      Después de ser tramitado el documento por el aparato gubernamental de la burocracia colombiana, mi hijo, de dieciséis años, obtuvo el pasaporte otorgado a los menores de edad. Un impedimento menos ante las trabas del camino. Todo aquello lo afrontaba algunas veces con carácter y determinación, y en otras ocasiones de manera tibia y vacilante. La ceguera intelectual me impedía moverme hacia lo deseado con la misma fuerza de voluntad que me había impulsado hacia la consecución de otros objetivos mayores.

      La motivación se encontraba todavía en estado laxo, embargada por un miedo auténtico ante lo desconocido. Como el clima invernal y las bajas temperaturas. Un día amanecía convencida de mis fortalezas físicas y mentales, pero al siguiente volvía a caer dentro de la misma incertidumbre. Presa de dudas exacerbadas, venida a menos, me creía incapaz de poseer la voluntad necesaria para afrontar todo aquello. Como al escritor de una historia cuya inspiración no alcanzaba para un suspiro y dos o tres líneas diarias le demostraban lo patético de su acción mental, de manera semejante, la inspiración para cumplir un deseo de aquella envergadura me abandonaba por intervalos; y cuando sucedía dejaba los cabos sueltos, y yo en medio de la trama como un muñeco a quien se le estaba agotando la carga. Atrapada en la mazmorra indefinida de mis dudas, los días, las semanas y los meses se sucedían y se iban desgastando; junto a ellos, las estaciones de lluvia y verano, sin atrapar la energía beta que seda y tranquiliza la actividad de los cerebros y los corazones. Otra clase de descarga vino en mi ayuda y pudo estremecer mi fuero interno más recóndito, sacándome de la zona de confort donde me situé por largos años en detrimento de mi propio espíritu imaginativo.

      De manera anticipada, mi hija Lara, antes de llevarme a tierras lejanas, donde habitan estos seres curiosos llamados germanos, debía hacerme experimentar el frío en un grado menos superlativo, donde podía analizar posibles riesgos y alteraciones en mi salud. Lo planeó cuidadosamente y al detalle, y con esta carta de viaje arribó a Cartagena un hermoso día de noviembre.

      Con este plan preconcebido arrancamos hacia Bogotá tiempo después, con el fin de aclimatarnos