histórica de las identidades de género, así como de los diferentes contextos en los que las mujeres han vivido y en los que han actuado. El concepto de género –entendido como construcción cultural de la diferencia sexual–,[4]y el análisis de las relaciones de género como relaciones sociales, construidas social y culturalmente, históricamente cambiantes y campo primario de relaciones de poder, son instrumentos metodológicos enormemente operativos.[5] No casualmente, desde estas perspectivas metodológicas se ha producido una amplia reflexión sobre los nuevos significados de la historia social y cultural. Reflexión vinculada tanto a la complejización teórica y temática de la historia social, como a las nuevas aportaciones derivadas de la historia cultural.[6]
Hoy en día es clara la importancia de todas estas cuestiones en la historia de España, y muy especialmente en su etapa contemporánea.[7] Ciertamente, contamos ya con multitud de excelentes trabajos sobre historia de las mujeres, sobre las prácticas políticas y socioculturales desarrolladas por éstas en muchos de los procesos e hitos históricos de los siglos XIX y XX, así como sobre la presencia del pensamiento feminista y antifeminista en distintas culturas políticas.[8] Trabajos que han realizado un esfuerzo encomiable en la investigación, y que han analizado modelos y discursos de género, identidades, experiencias y prácticas desarrolladas por las mujeres en la historia contemporánea de este país.[9] En una elevada proporción, los aludidos trabajos han incorporado, de manera gradual y harto dificultosa, innovadores utillajes teóricos, consiguiendo colocar en una posición preeminente las expresiones políticas, culturales, alegóricas y ritualizadas que rodearon las vivencias, las experiencias y las acciones colectivas femeninas. Las conclusiones a las que han llegado muchas de esas investigaciones permiten y obligan a reorientar las explicaciones relativas a la caracterización de los distintos contextos y procesos de cambio social de la reciente historia de España.[10] Y sin embargo, como apuntábamos anteriormente, estas explicaciones siguen sin incorporarse, en la mayoría de las ocasiones, a manuales y lecturas de carácter general.
Por todo ello, nos planteamos los objetivos de este libro en una perspectiva global. Una perspectiva que pretende integrar la pluralidad de enfoques que aporta la historia de las mujeres y la historia del género, al tiempo que pretende, asimismo, contribuir a ir llenando los todavía abundantes «vacíos» existentes en nuestra reciente historiografía. Desde este interés, hemos diseñado la elaboración de la presente monografía con el fin de profundizar y avanzar en el estudio de las relaciones entre identidades de género, culturas políticas, y feminismos/antifeminismos[11] en la sociedad española del siglo XX. Desde las perspectivas de análisis comparado que aportan las nuevas herramientas de la historia del género nos planteamos analizar diferentes aspectos vinculados a prácticas y representaciones simbólicas en torno al género, así como aspectos relativos a género y espacio político-público (en distintas claves: nacionales, de ciudadanía, de culturas políticas, etc.). En este sentido, hemos querido plantear interrogantes sobre las formas en que los individuos y los grupos sociales gestionan las propuestas o imposiciones, en términos de roles e identidades de género, que implican su pertenencia a una comunidad nacional o política determinada. También, sobre cómo se producen sus adaptaciones o resistencias a nivel individual o colectivo. Y finalmente, sobre cómo aparecen propuestas alternativas que tratan de romper los esquemas predeterminados por las culturas nacionales o los sistemas de género.
En consecuencia, con la culminación de este ambicioso trabajo hemos querido incorporar, en una visión globalizadora y panorámica, las más novedosas aportaciones que, sobre todas esas cuestiones, se han ido planteando de manera dispersa en los últimos años.[12]Perseguimos, pues, la utilización de nuevas lentes teóricas y metodológicas con las que auscultar detalladamente las claves de modelos, representaciones y prácticas de género, de propuestas políticas, y de actitudes y comportamientos culturales de mujeres y hombres en la sociedad española de finales del siglo XIX y del siglo XX.
Y para conseguir estos objetivos, consideramos enormemente útil el empleo transversal de las aportaciones metodológicas y herramientas interpretativas provenientes tanto de la nueva historia política; como de la nueva historia social, la historia cultural y la historia del género. Entre ellas, las teorizaciones sobre el protagonismo de las construcciones simbólicas y los lenguajes en la gestación de las culturas políticas movilizadoras de los grupos sociales.[13]En definitiva, recientes útiles hermenéuticos que ayudan a dilucidar el protagonismo de las recreaciones simbólicas de la realidad en todo el proceso de autorepresentación experimentado por los/las actores sociales, y en la gestación de identidades colectivas. En este caso, de las identidades de género y el desarrollo de los discursos feministas y antifeministas en las culturas políticas contemporáneas.[14]
Partimos de la constatación de que conceptos como «culturas políticas» e «identidades de género», de reiterada utilización en la explicación histórica actual, centran algunos de los debates más relevantes de la historiografía internacional de las últimas décadas.[15]Y también de la constatación paralela de que han sido precisamente las aportaciones teóricas realizadas desde la historia del género, las que han conseguido una mayor renovación de los objetos de estudio y de los análisis de la diversidad de mecanismos y formas de construcción de las identidades. Aportaciones que han permitido avanzar en la comprensión histórica de las articulaciones discursivas de las identidades de género, y sus vinculaciones con las diferentes y muy variadas culturas políticas, el espacio público y el poder.[16]Por cuanto distintas propuestas interpretativas sobre «culturas políticas» provenientes de la historia del género, aunque también de la historia sociocultural, han ido superando y cuestionando el carácter «idealista» con el que alguna historiografía ha utilizado este concepto. Una utilización que partía de «tipos ideales», y no de la reinterpretación prioritariamente contextual y de la historicidad de los conceptos empleados por los sujetos para definirse a sí mismos. Conceptos quizás más imprecisos pero más demostrativos de la ambigüedad de las fronteras de lo que se denominan «culturas políticas».[17]La historia del género pone de manifiesto cómo los lenguajes políticos disponibles ofrecen un marco simbólico desde el que las/los ciudadanas/os interpretan políticamente sus experiencias y actúan en la esfera pública. Y a la vez, cómo el proceso de aprendizaje por medio del cual se adquieren las identidades de género es paralelo a la incorporación de los significados culturales desde los que se produce la participación en una determinada cultura política.[18]
Vinculada a las culturas políticas, también la conceptualización de la «ciudadanía femenina» y su evolución histórica ha sido una cuestión clave en investigaciones, ensayos y reflexiones que han integrado la historia del género y la nueva historia política. Trabajos como el dirigido por George Duby y Michelle Perrot, así como el efectuado por Françoise Thebaud para el caso de Francia,[19]o los análisis de Danièle Bussy Genevois, Marie Aline Barachina o Mercedes Yusta para el caso de España,[20]han puesto en evidencia el carácter supuestamente neutral del concepto de «ciudadanía»,