sobre los imaginarios sociales. El lector habrá llegado a este punto preguntándose por la manera en la que puede aplicar estos conocimientos en sus propios estudios o investigaciones. Es notorio que este no es un manual de investigación en ciencias sociales o humanas; este libro es una apertura hacia la complejidad y la posibilidad.
La apertura de la propuesta de este libro se constituye tanto por la lectura autónoma e independiente de la propuesta formulada por cada investigador, como por una lectura multidisciplinar sobre los diversos contextos de aplicación y análisis que se pueden encontrar en una sociedad, como la nuestra, en la que cohabitan, en constante heterotopía, muchas manifestaciones de los imaginarios sociales, algunos de ellos contrapuestos, otros yuxtapuestos o impuestos, quizás dialogantes o simplemente olvidados. En sí, los imaginarios sociales son aquí concebidos como un acto performativo del lenguaje, ya que promueven la acción a partir de la construcción de sentidos y de símbolos que se dan en las relaciones subjetivas que, a su vez, permiten la encarnación de lo real.
Las investigaciones teóricas expuestas en este libro presentan un panorama amplio del origen y las discusiones actuales sobre el concepto de imaginarios sociales, contemplando su naturaleza compleja e intersubjetiva. Este concepto, por su cercanía con las redes de sentido que se entretejen en la cultura, se alimenta de elementos sociales, políticos, lingüísticos e incluso ambientales. A partir de los imaginarios colectivos, se construye la realidad social dispuesta en la psique de sus integrantes.
En vista de lo anterior, es notable que los elementos que cada uno de los integrantes de este libro toma para orientar la investigación pertenecen al acopio colectivo de conocimiento de grupos específicos: los testimonios, en el caso de las comunidades del Corregimiento de San Marcos en Buenaventura y de la Nación U’wa (Cocuy, Boyacá); las imágenes y entrevistas, en el caso de la carrera Décima; y los discursos literarios y audiovisuales que representan el poshumanismo desde la ficción.
Hay algo que también debería tenerse en cuenta a la hora de pensar en los tres ejercicios dispuestos en este libro: los imaginarios sociales no responden a un tiempo definido, sino que son un ejercicio genealógico, pues es imposible rastrear con precisión su origen. La pregunta no está orientada hacia el qué sino hacia el por qué; de allí su complejidad y pertinencia en un mundo que crece vertiginosamente, incluso en contra de algunos imaginarios sociales.
Los trabajos investigativos en este libro muestran las tensiones existentes en el mundo real material, en el cual existen imaginarios sociales antihegemónicos. Es decir que los imaginarios sociales también son políticos y allí radica la importancia de su expresión en el mundo académico. Si observamos el caso del Corregimiento de San Marcos en Buenaventura y de la Nación U’wa, de la carrera Décima y del poshumanismo, notaremos que aun cuando existe una diferencia sustancial entre estos temas, todos tienen algo en común: enuncian una emergencia, algo sobre lo que hay que reflexionar para hacer del mundo un lugar más completo y democrático: reflexionan sobre el otro, sobre la subjetividad.
Por eso es tan importante aquí el reconocimiento de lo intersubjetivo ligado a la alteridad. ¿Quién es el otro?, ¿por qué le tenemos miedo?, ¿es un miedo racional o nace de un rechazo sistemático por una segregación racial, por un imaginario de ciudad, de riqueza y de pobreza, por la ilusión de otro que, al imitarnos, nos superará? La apuesta política de este trabajo se relaciona no solo con la revelación de qué es un imaginario social. Lo que permite este libro es la comprensión de un mundo otro, un mundo diverso en el que no haya imaginarios hegemónicos. En el que exista el diálogo interepistémico e intercultural.
Antes de iniciar la lectura de esta obra, es necesario decir que estos estudios de casos específicos ofrecen formas distintas de conjugar la teoría y la práctica en la investigación a partir de un concepto en común. Pero son muchas las discusiones que quedan abiertas al respecto y que deberán seguir siendo fuente de indagación tanto de sus autores como de la comunidad académica en general. Aun cuando reconocemos los imaginarios sociales y su necesidad práctica en el mundo material, es fundamental que se comprenda y se respete su diversidad; es por ello que se requieren nuevos valores que permitan una relación horizontal en medio de la diversidad. Sin embargo, lograr esto sin políticas públicas y cambios estructurales que soslayen las desigualdades sociales es casi imposible; el imaginario social que nace de la injusticia se refleja como resistencia y, a su vez, busca la transformación de su entorno, sin la cual es imposible su pervivencia en el mundo material.
Ya solo basta señalar la importancia de la investigación sobre los imaginarios sociales, que permite una relación directa entre el mundo real y la academia. Es necesario que el trabajo intelectual permita la comprensión y la transformación de la manera en la que se perciben y se asimilan las distintas subjetividades (humanas y no humanas) que coexisten en la sociedad. Dado que los imaginarios sociales son una construcción que tiene injerencia directa en la psique y en las narrativas que se plantean sobre las cosas, el hecho de que la academia movilice las voces que muchas veces son silenciadas en los espacios institucionales puede contribuir a la transformación; solo así se podrán fortalecer los espacios democráticos en los distintos escenarios aquí propuestos: lo rural y lo ancestral, lo urbano y lo moderno, y lo tecnológico y lo posmoderno.
PRIMERA PARTE:
IMAGINARIOS SOCIALES, DERECHOS HUMANOS Y VIDA RURAL
ANDREA PAOLA BUITRAGO ROJAS
Este trabajo está dedicado a los pueblos indígenas U’wa y a las comunidades negras del Corregimiento N.° 8 de Buenaventura, quienes con su vida colectiva han contribuido al fortalecimiento de nuestra identidad cultural y étnica desde la imaginación y la resistencia. Así mismo, a mi hijo, Arturo, quien me ha mostrado el camino para comprender lo que implica vivir y construir nuestra identidad desde la institución imaginaria de la sociedad. Finalmente, a Johan Mendoza, por compartir conmigo un proyecto por la vida, la resistencia, el territorio, el río y la oralidad, cuya connotación de libertad y ancestralidad se ostenta en la cultura colectiva de nuestros pueblos étnicos.
El legado histórico-social: una aproximación de los derechos humanos como imaginarios sociales en las sociedades modernas y en las sociedades que no son modernas
Lo histórico-social es creación: creación de una vez y para siempre (institución y significación son irreductibles a lo biológico), creación en cada caso de su institución por parte de cada sociedad. Lo histórico-social es. Por consiguiente, la creación le pertenece al ser/ente, y se la debe contabilizar entre los toutó uparchonta kat’auto, lo que pertenece como tal. Pero eso vale también más allá de lo histórico social: existe lo viviente. El modo de ser de una estrella no es el ser de un elefante […]. Es obvio entonces que la aparición del ser para sí (lo viviente, la psique, lo histórico-social) entrañe una fragmentación esencial del ser ente/ente total. La medida y la manera en que, pese y a través de esa fragmentación, sigue existiendo un kosmos, una totalidad parcialmente organizada y ‘coherente’, es a todas luces una inmensa cuestión todavía por elaborar.
CASTORIADIS, Hecho y por hacer. Pensar la imaginación
Este capítulo está dividido en dos partes. En la primera, se registra un estudio teórico de delimitación conceptual de la categoría de imaginarios sociales desde la expresión histórico-social, a partir de la propuesta de Castoriadis y Charles Taylor, revisando las principales características del término y su aplicación en la identificación de los imaginarios sociales en sociedades modernas y contemporáneas. Esto permite determinar la importancia de ubicar el orden moral como eje desde el cual se construye el discurso político y social de los derechos humanos, retomando una exposición epistemológica de la modernidad que no permite la legitimidad, ni la afirmación de derechos en sociedades cuya organización y comprensión del sistema-mundo no se identifican con el ideal moderno de orden moral. En este lugar, tiene sentido y vigencia el estudio de los derechos humanos desde la categoría de imaginarios sociales, en la medida en que permite la identificación y caracterización de otras formas de cimentación social de diversos grupos sociales. Esta perspectiva ha sido trabajada para comprender e identificar el estudio de los movimientos sociales como sujetos políticos e históricos desde los cuales es posible re-crear e